La gran fatiga

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

09 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Suma y sigue. Tanto tiempo llevamos aplicando una política económica cuyo único resultado claro es empeorar numerosos problemas sin resolver de verdad ninguno, que ya son muchas las sociedades europeas que se muestran exhaustas. Los disparates sin fin de la solución chipriota, la vuelta al primer plano de Portugal y su rescate, las nuevas amenazas sobre países que hasta ahora han pasado casi desapercibidos, como Eslovenia, todo ello compone las cuentas de un rosario más bien siniestro, en el que es difícil ver otra salida? que no sea el abandono inmediato de la deriva suicida que imponen los ajustes impenitentes.

La anterior afirmación es una obviedad para una pléyade de analistas desde hace ya un par de años, pero en los últimos meses han aparecido algunos hechos nuevos que la hacen insoslayable. En primer lugar, Europa se ha ido quedando sola en la obsesión por la austeridad. En realidad, ahora mismo hay otras dos concepciones de política macroeconómica: la norteamericana, en la que el protagonismo sigue recayendo sobre el helicóptero monetario, al que acompaña una política fiscal que podríamos calificar de neutra (en todo caso, no contractiva); y la japonesa del Gobierno de Abe (ya se empieza a hablar de Abenomics), que incorpora uno de los experimentos más heterodoxos y ultraexpansivos que cabe recordar en mucho tiempo. Modelos de política que, en diferente grado, se distancian radicalmente de la inanidad europea, con un criterio claro: utilizar los instrumentos de los que se dispone para evitar el desastre.

La segunda novedad es de tipo intelectual: si hace dos años era bastante popular la teoría de la «austeridad expansiva», que servía para justificar los recortes («paciencia, no tardarán en dar resultado»), ahora ese argumento se ha revisado. Las nuevas estimaciones de los multiplicadores fiscales muestran un impacto contractivo de los ajustes muy superior a lo que se decía. Para España, por ejemplo, cálculos recientes apuntan a que la política fiscal del Gobierno causará un retroceso del 1,6 % del PIB en el 2013 y todavía un 1,3 % en el 2014. Un éxito clamoroso.

Pero lo peor es que, en tercer lugar, no se trata solo de cálculos o de reflexiones, sino de meras constataciones. Europa es la zona del mundo que peores perspectivas económicas ofrece ahora mismo, con un buen número de economías sumidas en su segunda recesión en cuatro años (la británica ya va por la tercera). Como saben muy bien los portugueses, los continuos anuncios de que la recuperación está a la vuelta de la esquina no acaban de fraguar. No es raro que cunda una enorme fatiga en buena parte del continente, detectada por todas las encuestas. Ante eso, los órganos de la UE se muestran como sonámbulos, y todo parece depender del clima y los intereses electorales en un único país: ¿puede sobrevivir así, por mucho tiempo, la noble idea de la integración europea?