Agua de borrajas

OPINIÓN

07 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La borraja -Borago officinalis, como dicen los botánicos- es una planta fanerógama, de la familia de las boragináceas, que es comestible y medicinal, y que, bien cocida y en cantidades adecuadas, produce efectos diuréticos, sudoríficos, antiinflamatorios -especialmente indicados para la próstata-, emolientes de la piel y relajantes. Por eso hay que darle credibilidad al rumor de que el Gobierno está comprando toda la borraja del Mediterráneo para cocerla por toneladas y mezclar el caldo con las aguas de suministro a domicilio, para que, a razón de un litro de caldo de borrajas por dos de agua clorada, llegue a todos los ciudadanos. La ministra Ana Mato, muy interesada en la medicina preventiva, ha convencido al Ejecutivo de que las plagas de Gürtel, Bárcenas, Matas, Camps y Baltar pueden ser erradicadas con dosis ajustadas de agua de borrajas.

Claro que algunos estrategas, como Arriola, no están de acuerdo, porque creen que esa abundancia de borrajas puede erradicar otras plagas -como los casos ITV, Palau, Campeón y Urdangarin- que tienen efectos beneficiosos para el PP. Pero Rajoy, que no fue a la política a enriquecerse ni repartió sobres con dinero negro, dijo que no se puede andar con egoísmos y tiquismiquis, y que, si la salud del país lo exige -«¡Salus publica suprema lex!», apuntilló-, debe haber agua de borrajas para todo y para todos. Así que si alguien cree que se va a fumigar el Gürtel pero no el caso Palau, por ejemplo, debe saber que bastan dos palabras -«¡Es falso!»- para desmentirlo.

Pero las ventajas de ingerir agua de borrajas no se van a reducir a que los ciudadanos sudemos u orinemos más, o a que a los varones se nos desinfle la próstata, sino que se van a extender a aspectos mentales de singular importancia. Porque esta penosa sensación de que todos nos hemos vuelto locos -que está cundiendo entre la ciudadanía a causa de las declaraciones y actitudes de los responsables del PP, de la complicidad de los órganos de control del Estado y del exasperante modelo judicial que absolvió a Camps, circunvaló a Duran i Lleida y enterró el caso Naseiro- empieza a tener pleno sentido cuando se acepta que solo se trata de marear la perdiz hasta que el agua de borrajas surta su prodigioso efecto.

¿Por qué se enroca Rajoy en ese «es falso» que va contra toda evidencia? ¿Por qué Bárcenas es a la vez ofensor y ofendido? ¿Por qué aguanta Ana Mato? ¿Por qué no se le cae la cara de vergüenza a una cúpula de poder que sigue ahí, impasible el ademán, sobre un solar putrefacto desde Sanchís hasta hoy? ¿Cuál es la estrategia alternativa si sigue habiendo nuevas filtraciones y escándalos? ¿Se puede gobernar la crisis desde un volcán? A primera vista todo es ilógico e impresentable. Pero todo cuadrará -dice Rajoy- cuando España quede inundada en agua de borrajas. ¿O no?