La misma razón que explica la extrema dificultad para que nuestros partidos y, de forma especial, el Popular y el Socialista, lleguen a acuerdos de Estado duraderos -un delirante calendario electoral- es la que ahora, de forma imprevista, convierte esos acuerdos en una posibilidad real.
¿Por qué? Pues porque la confluencia entre Gobierno y oposición viene dificultada por un calendario electoral que, aunque muy difícil de evitar en un Estado con tres niveles de poder elegido (además del europeo), resulta disfuncional hasta el extremo si se tiene a la vista que el proceso de imparable profesionalización de nuestras élites determina que la política sea el modo de vida de muchísimos militantes de partido, obsesionados con los cargos y, en consecuencia, con la competición electoral.
De hecho, los años sin referendos o elecciones (europeas, generales, municipales o autonómicas) que ha habido en España de 1977 para acá pueden contarse con los dedos de una mano, ¡y sobran dedos!, lo que explica que los partidos, superada la fase de amplios pactos de la transición destinados a consolidar la democracia, no hayan encontrado la paz electoral que hace factibles los acuerdos, ni siquiera cuando -como ahora- las circunstancias políticas y/o económicas los hacen necesarios.
Acontece en estos momentos, sin embargo, lo siguiente: que dada la fecha de celebración de las elecciones generales (2011), municipales y autonómicas de vía general (2011) y autonómicas de vía especial o adelantadas (Andalucía, Asturias, Galicia, País Vasco y Cataluña: 2012), no habrá en España, con la excepción de las europeas (a celebrar a mediados del 2014) elecciones nacionales hasta el 2015, lo que da una tregua de casi tres años (2013, 2014 y parte del 2015) para que Gobierno y oposición (y sobre todo PP y PSOE) hagan lo que la mayoría del país viene pidiendo a gritos desde hace mucho tiempo: cerrar un gran acuerdo nacional para poner las bases que nos permitan acelerar y asegurar la salida de la crisis.
Este acuerdo entre populares y socialistas (al que será muy difícil incorporar a IU, pero no, quizá, a CiU -salvo demencia final irreversible- y al PNV) constituye una necesidad apremiante dado el ambiente de confrontación que crece en la calle día a día y que podría llegar a ser incontrolable.
Al Gobierno, que tiene la responsabilidad de dirigir la política del país, corresponde sin duda realizar el mayor esfuerzo para que el acuerdo se haga realidad. Pero para el PSOE no debería ser demasiado complicado, dado que el partido ya ha asumido (¿por qué pide perdón, si no?) que las cosas estarían hoy mucho mejor de no haber dejado Zapatero a España en una desastrosa situación. Sería esa la mejor forma de probar que la petición de perdón va acompañada del coherente propósito de la enmienda.