Nichos

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

10 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El «todavía hay clases» es una expresión que se está quedando anticuada. No porque sea falsa. Porque hay clases, por supuesto, para tranquilidad de algunos, pero la brecha entre ellas tiende a abrirse como el cañón del Colorado. Y ni siquiera ofrece el consuelo de la épica del wéstern, ya que la situación es más propia del neorrealismo italiano. Mientras algunas mafias roban coches de lujo por encargo como si fueran profesionales de la venta por catálogo, más abajo, donde la manta no acaba de tapar los pies, los delitos se reinventan para centrarse en otros productos.

Hay quien se topó cara a cara con la Justicia por robar papel higiénico. Y otros presuntamente se dedicaron a «recoger» lápidas en cementerios como si fueran setas para recolocarlas en el negocio funerario, ese que linda con el más allá, pero que exhibe precios terriblemente terrenales. Con la subida del IVA, hasta morirse es prohibitivo y crea nuevos nichos de mercado. Será una de las consecuencias de la desaceleración sincronizada global, como dice De Guindos. Una aseveración que es la sofisticación de la desaceleración normalita de la que hablaba Zapatero. La combinación de palabras bien podría referirse al penúltimo proceso de caramelización de la cebolla ideado por Ferran Adrià o a la alegoría acuático financiera que no pudo preparar para los próximos Juegos Anna Tarrés o a una alineación planetaria estudiada por la NASA porque solo se produce cada 128 años. Se nota que el ministro de Economía fue premio extraordinario de fin de carrera y que trabajó en Price Waterhouse Coopers. Sí, al final, va a ser verdad que todavía hay clases.