Movilidad urbana, cuestión prioritaria en la mayoría de los centros de población, sobre la que ha pasado sigilosamente la Semana Europea de la Movilidad. Se trata de hacer posible el funcionamiento de los principios cardinales del tráfico, los de la fluidez y de la seguridad, los de siempre desde hace décadas, es decir, que la circulación de vehículos y el tránsito peatonal se desarrollen armónicamente y priorizando los movimientos peatonales, desde que la ciudad es para el hombre y desde que la gran mayoría de los desplazamientos urbanos se realizan a pie. ¿Tarea imposible?, así parece al cabo del fracaso de proclamaciones y planes ya incontables.
Hay un déficit importante de educación para la vida en común, siendo la ordenada convivencia piedra angular del sistema. Pasa que parece inalcanzable el disfrute por la ciudadanía de un servicio de transporte colectivo de viajeros satisfactorio para todos los sectores de población. Pasa que la siembra de semáforos en las ciudades -tantas veces escasamente racional- es causa de esperas largas e infructuosas de unos y otros, que acaban por forzar desobediencia. Pasa que los agentes para la vigilancia de la circulación parecen retirados a sus cuarteles de invierno y de todas las estaciones. Y pasan otras cosas que aquí no caben.