Una bandera ultrajada

| RAMÓN IRIGOYEN |

OPINIÓN

03 jun 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

DOS JÓVENES españoles y cinco portugueses descolgaron de una farola unas banderas en una calle de Riga (Letonia) y acabaron en la cárcel. Naturalmente, habían bebido unas copas. Según los ingleses, la diferencia entre una persona brillante y otra que no lo es son dos copas. Con dos copas, uno se olvida de que en la clase de filosofía el profesor había dejado claro que el hombre es un animal simbólico y que por eso mismo quien ultraja una bandera corre el riesgo de acabar en comisaría. Si uno, en lugar de dos copas ha tomado cuatro, ya no se puede callar y le pregunta airado a la policía cuando le pone las esposas: ¿Y desde cuándo son sagradas las banderas? Y el policía letón, que suele ser un hombre culto, saca el móvil y al instante telefonea a El Cairo a Ali Menufi, fantástico catedrático de español en Al Azar, la universidad más antigua del mundo, y recibe esta documentada respuesta: la bandera deriva de la insignia totémica, tal como la vemos, en primer lugar, en el Egipto antiguo y después en la mayoría de los pueblos. Los persas portaban águilas doradas con las alas abiertas. ¿Ha habido algún pueblo que no haya tenido banderas? Y al llegar a este punto, la policía letona, que ya tiene también su departamento de investigación científica, ya no telefonea a nadie porque, cuando una pregunta no tiene respuesta, es mejor no hacérsela ni a los enemigos. En mi primera juventud asistí como impuro espectador -y digo impuro porque disfruté mucho-, en plenos sanfermines, a una quema de banderas españolas en Pamplona. Escribí un poema para informar sobre el incendio. Por supuesto, no lo publiqué nunca porque, con la adivinación que se nos atribuye a los poetas, ya me di cuenta de que, si lo leía un policía letón, yo podía acabar en la cárcel. Y, como dijo el poeta Pessoa, «tengo un miedo innato a las cárceles». La primera vez que me ha emocionado la bandera española ha sido recientemente en El Cairo. El ver a alumnas de la Universidad Ain Shams vestidas con ropa roja y amarilla me hizo sentir intensamente nuestra bandera. Las malas lenguas, que no sienten la patria, me decían que me habían emocionado las egipcias y no los colores de nuestra bandera.