Va a ser difícil hacerlo mejor

LUIS VENTOSO

OPINIÓN

07 oct 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

VAMOS como un tiro. Galicia, que partía rezagada, ha aprovechado como nadie la extraordinaria bonanza que ha vivido España en las últimas tres décadas. Es cierto que hemos sido la región más subvencionada de la UE: en 13 años, Europa nos ha aupado con ¡un billón y medio! de las viejas pesetas. Pero los resultados están ahí. Nosotros no hemos dilapidado la pasta en burocracia huera, paseos marítimos y obras faraónicas de utilidad esotérica. No. Aquí primó lo vital: crear empleo, ayudar a las empresas, una educación puntera y una sanidad ejemplar. La prioridad ha sido convertir a Galicia en un lugar atractivo para las multinacionales extranjeras y españolas. Y se ha logrado: hoy están ávidas por producir en nuestro pequeño país, debido a sus ventajas fiscales, a las facilidades de la Xunta para crear rápidamente empresas y a la enorme oferta de suelo industrial bien localizado. Paralelamente, disfrutamos de un empresariado fiel a su tierra, que además cuenta con el respaldo de una potente caja de ahorros, creada tras la fusión de las del norte y el sur y cuya única vocación es financiar los sueños de nuestros emprendedores. Muchos observadores del milagro económico gallego se preguntan cómo hemos logrado sobreponernos al hándicap geográfico de ser periféricos. Fácil. Ya en la época de González, la Moncloa se dio cuenta de que para enganchar a Galicia al futuro era necesario dotarla de las mejores vías de comunicación de España. Así, desde 1992 disfrutamos de un AVE que une Santiago con Madrid en dos horas y media, y de una Transcantábrica que ha puesto Francia a tiro de piedra. Paralelamente, Fomento se percató de que con la fachada marítima que ofrece Galicia era una sandez que sólo captase el 8% de los tráficos españoles. ¿Solución? Se crearon nuevas dársenas en los ejes A Coruña-Ferrol y Vigo-Marín. Nuestros puertos trabajan coordinados bajo una autoridad única y antes de acabarlos, ya se les dio salida por autovía y ferrocarril y se construyeron plataformas logísticas asociadas. Hoy somos el gran puerto español y una de las entradas de Europa. En Galicia hace tiempo que se desterró el localismo estéril. Por eso disponemos de un aeropuerto internacional con vuelos a medio mundo y tren hasta su puerta. También se ha evitado el minifundismo universitario. ¿Resultado? Lo de fichar a ejecutivos con máster de Barcelona o Deusto para dirigir empresas gallegas es historia, pues nuestras titulaciones gozan de idéntico prestigio. Galicia es rica y le luce. Somos la primera potencia forestal, lechera e hidroeléctrica de España, y se nota. Contamos con una compañía energética gallega y el agua de nuestros embalses renta aquí. Nuestra leche la pone en valor un gran grupo gallego, que es casi un pequeño Danone. Los montes están limpios y no arden, porque las madereras gallegas y nuestro ciclo del papel han convertido el agro en un filón. El turismo es otra mina. Al viajero lo encandila un paisaje tan ordenado, y esos cascos históricos perfectamente rehabilitados y vivos. Nuestra maravillosa naturaleza ha sido preservada, lejos de humos térmicos, purines y urbanizaciones aberrantes en zonas de Red Natura. Galicia oferta los últimos ríos fértiles de la península Ibérica y todas sus rías están saneadas desde hace lustros. En este país tan eficaz, donde vas al Sergas y si te tiene que ver un especialista nunca tarda más de dos días, podemos por fin relajarnos y pensar en lo cosmético. Divagaremos sobre semántica estatutaria, traeremos al espectro de Mick Jagger al Xacobeo, haremos alguna exposición esnob con fondos públicos... Vamos tan bien, que tirándonos de la moto hasta podríamos construir en el monte Gaiás una especie de gran mausoleo en honor a los estadistas que nos han guiado a tan altas cotas de prosperidad.