Y MAÑANA, como recuerda el villancico popular, Navidad. Pero no siempre fue así, quiero decir, en estas fechas de inviernos y solsticios que nos llevan a caballo de la memoria a las saturnales romanas que duraban una semana, la comprendida entre el 24 de diciembre y el primer día del nuevo año. Al comienzo de la cultura cristiana, como bien he conocido navegando por la Red en esa falsa erudición de urgencia que proporciona Internet, la Nochebuena se celebraba el día 6 de enero. Era la epifanía, que significa aparición. Jesús nacía ese día para mayor gloria de la humanidad, que ese sentido y no otro tiene la moderna celebración desde que mediado el siglo XVII existe constancia escrita en el relato de la Navidad recogido en el Diario de Gregorio de Guijo. La Navidad trae sentimientos agridulces, perturba la memoria y en ocasiones un manto de tristeza cubre la noche más luminosa. Nochebuena es una fiesta, el alborozo infantil, la mesa grande de los días inolvidables, la cena de la familia presidida por los abuelos, los juegos y las canciones, los regalos que deja ese intruso llamado Santa o Claus o Noel o los dos nombres, que llegó de España llamándose Nicolás y llevando en su saco un cargamento de naranjas. La magia encerrada en una panxoliña, en el Adeste fideles, o en ese himno de las noches de paz que suena a nana para arrullar al Niño que nace. Hoy es Nochebuena y yo reivindico el viejo espíritu fraterno, el abrazo festivo a los amigos, el recuerdo que mi abuela tenía para las gentes que esa noche, ajenas a nuestra alegría, recorrían otros caminos, acaso los del dolor o la soledad. Y yo sentía que la noche se volvía lluviosa e imaginaba un paisaje nevado como de postal, encerrado en una bola de cristal que mi imaginación agitaba hasta que la nieve pintaba de blanco toda la noche. La misa del gallo ponía un paréntesis a la fiesta y mi madre recordaba, invariablemente, un regalo que en Navidad alguien le trajo cuando niña: una naranja redonda como el sol, un sol que sigue iluminando las nochebuenas, que se sienta a mi mesa cuando brindamos con el saludo familiar de hoxe nun ano y ponemos desde el corazón los mejores deseos para nuestros amigos. Los mismos deseos de salud y prosperidad que yo escribo en esta línea para todos ustedes, consciente de que para mí sigue vigente el lema de esa pancarta virtual que cuelgo del cielo de la noche pidiendo gloria a Dios en los cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Que no caiga en saco roto, porque hoy es Nochebuena. Hoy es en Galicia Noiteboa y en los dos hemisferios del mundo se celebra la Navidad. Ya humean las chimeneas que se pierden detrás de las curvas. Cuando viajo en este día percibo bien de mañana los olores de la cena, pinto las viandas y lleno de colores la mesa engalanada, la mesa de los días felices que desde la melancolía regresan cada Nochebuena, van y vienen como los recuerdos, vienen y van como la nostalgia. Feliz noche.