Hagamos balance

| ERNESTO S. POMBO |

OPINIÓN

30 ago 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

MIENTRAS aguardamos el regreso de los olímpicos españoles, que vuelven con las maletas cargadas de sueños de grandes gestas en el futuro, hay que ir haciendo un balance de lo que hemos logrado en Atenas. Y, sobre todo, ir estudiando por qué deportes estamos apostando y en cuáles nos gastamos el dinero. Y qué laureles recibimos de ellos. Porque no es precisamente el piragüismo, con ser el que más alegrías nos dio, el que recibe un mayor apoyo económico y social. La Liga de las estrellas del fútbol se disputa en España. Pero la selección no se clasificó para Atenas. Sí lo hizo la de baloncesto, y se quedó al borde del ridículo. Como el tenis, el ciclismo en ruta y el balonmano. Todos los grandes deportes de este país, los que tienen mayor dotación presupuestaria y una mayor aceptación popular, han ido a Grecia para demostrarle al mundo cómo se pueden malgastar cantidades siderales en proyectos que acaban en fracaso. Es cierto que los 19 medallistas españoles nos animaron las otoñales tardes de este verano. Pero de aquella manera. Porque una cosa es celebrar una medalla en atletismo o natación y otra tener que hacerlo en doma o tiro al plato. Una cosa es sentirnos satisfechos con el medallero y otra quedar, como quedamos, a años luz de Corea, Rumanía, Hungría y Ucrania. Una cosa es ser incondicional y devoto y otra jalear a Yago Lamela, Jesús Carballo o Iván Raña. A las Olimpiadas no se va a participar, por mucho que se apele al espíritu deportivo. Se va a ganar. Porque la diferencia entre un medallista y uno que es cuarto se llama estrepitoso fracaso. La diferencia entre David Cal y Juan Carlos Navarro o entre Gervasio Deferr y Carlos Moyá está en que unos son deportistas y los otros, unos señores a los que les llenamos los bolsillos de dinero para que vayan a Atenas a visitar la Acrópolis.