Términos inapropiados

| ARANTZA ARÓSTEGUI |

OPINIÓN

13 sep 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

UNA DE LAS RECRIMINACIONES que con más frecuencia nos hacen los lectores a los periodistas es la falta de sensibilidad que mostramos al utilizar términos que suponen falta de consideración y respeto, e incluso desprecio, al referirnos a determinados colectivos. Viene esto a colación por la carta que nos remite Santiago Martínez a propósito de una información publicada en La Voz el 22 de junio, en la página 12, de la sección de Galicia. En el reportaje firmado por Miguel Á. Rodríguez de la delegación de Vigo bajo el título de Pérez Mariño marca estilo, se dice en un destacado: «Apareció en el palco del estadio de Balaídos con dos deficientes mentales a los que el Celta olvidó invitar al partido» y en el texto escribe: «(el alcalde de Vigo) recogió a dos alumnos del San Rafael, deficientes mentales, a quienes sentó a la vera del presidente del Celta». Desacuerdo En su carta, Santiago Martínez manifiesta su «desacuerdo con las expresiones usadas en el reportaje». «El redactor ?escribe nuestro comunicante? utiliza términos como deficientes mentales para referirse a dos personas con minusvalías psíquicas... Me parece bochornoso que todavía se siga utilizando esta terminología y espero que en próximos artículos tenga más sensibilidad con estas personas, que bastante tienen con sus problemas para que por encima se les llame deficientes mentales». Consultado el Libro de estilo por el que nos regimos en La Voz de Galicia, de deficiente se nos remite a discapacitado y de esta palabra se dice: «Persona que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas». «Para designar a estas personas ?recomienda el Libro de estilo? se utilizará preferentemente discapacitado, y como sinónimo, minusválido. Se evitarán, por su matiz despectivo, anormal, deficiente, disminuido y subnormal». Disculpas Es evidente que, en el caso que nos ocupa, el periodista no ha tenido en cuenta la recomendación que se nos hace desde el Libro de Estilo a los miembros de la Redacción. Miguel Ángel Rodríguez, autor del reportaje mencionado, entona el mea culpa y nos dice: «La redacción periodística, en buena medida, es una elección permanente. No siempre la expresión por la que se opta es la más adecuada. Cuando uno se equivoca, no cabe más que pedir disculpas a quienes pudieran sentirse ofendidos por la semántica empleada. Conviene aclarar, no obstante, que en la intención del redactor nunca estuvo imprimir un carácter peyorativo a su frase. Quiero agradecer de paso el apunte del amable lector, del que, por supuesto, tomaremos todos buena nota en adelante». Esta Amiga del Lector se ha puesto en contacto con varias organizaciones relacionadas con estos colectivos para pulsar su opinión al respecto y para que nos aconsejen sobre qué términos consideran más correctos o idóneos. Así, Pompeyo Fernández Pérez, director gerente de Aspronaga, nos dice: «Para referirse a las personas con discapacidad, desde siempre se ha venido utilizando una terminología con mayor o menor carga descriptiva. En muchos casos, ha acabado teniendo una carga peyorativa que oprimía a esas personas al utilizarse también, en ocasiones, como insulto». «El Movimiento Feaps, que agrupa a entidades de toda España ?continúa Pompeyo Fernández?, ha llevado a cabo un proceso de estudio con encuestas a personas con discapacidad, padres y profesionales, según el cual se denotó un gran rechazo al término retraso mental que es el que mayoritariamente se venía utilizando desde el año 92 y, entre siete propuestas, el término preferido por los tres colectivos fue el de discapacidad intelectual». «Como resultado de este proceso ?concluye el director gerente de Aspronaga?, la Asamblea General de Feaps del 27 de abril del 2002 aceptó este término y desde entonces la terminología que está respaldada por todo el colectivo es la de personas con discapacidad intelectual». Precisión Del equipo Antear, de la Fundación Paideia, Héctor Pérez Montagut precisa: «En relación con la polémica suscitada hay varios términos que se utilizan a veces indistintamente pero que convendría aclarar. Podemos hablar de deficiencia si nos referimos a la limitación que una persona puede presentar y que en principio es irreversible. Si hablamos de discapacidad nos estaríamos refiriendo a la desventaja que la persona que presenta una deficiencia encuentra a la hora de desarrollar una función o de manejarse en su entorno social, laboral... En cualquier caso, la discapacidad sería una característica más de las muchas que una persona presenta, que no basta de ninguna manera para identificar a la persona. No se debe por lo tanto hablar de persona discapacitada sino de persona que tiene discapacidad. Por último, nos encontramos con el término minusvalía, que es la condición administrativa que una persona que tiene algún déficit puede solicitar y que puede ser reversible». «Como apunte final ?concluye Héctor Pérez?, diríamos que no son discapacitados sino que tienen una discapacidad y que ello no implica que estén perfectamente capacitados para multitud de tareas».