El presupuesto y la gente

PEDRO ARIAS VEIRA

OPINIÓN

07 jun 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

EL OTRO DÍA escuché a Llamazares decir que «el déficit cero es la causa política del accidente ferroviario de Chinchilla». A los profesores que defendemos el equilibrio presupuestario para favorecer el bienestar y la riqueza del pueblo, imputaciones de este tipo nos desasosiegan. ¿Acaso no estaremos avalando inconscientemente políticas criminales? ¿Nos habremos abandonado al neoliberalismo depredador? ¿Seremos los nuevos enemigos objetivos del progreso?Antes todo era maravilloso, la política económica una especie de varita mágica. Los gobiernos evitaban los impuestos, recurrían al endeudamiento y gastaban lo que no tenían. Fue la gran fiesta del déficit, de los billones de números rojos. Se hacían trenes AVE a Sevilla, Juegos Olímpicos en Barcelona y Paseos Marítimos por doquier. Como acuñó el ministro Solchaga, este país era el paraíso económico terrenal, el lugar donde resultaba más fácil hacerse rico. Pero confundía a la clase política en el poder con el resto del pueblo. En la sociedad se disparaba el paro, los tipos de interés llegaban al 15%, se hundió el empleo industrial, el endeudamiento público alcanzó cimas históricas, se sucedían las devaluaciones de la peseta y se incumplían las condiciones de la integración europea. Todo un Apocalipsis económico, muy al estilo de lo que Marx consideraba el derrumbe del sistema capitalista. Y todo gracias a la gestión económica de la izquierda socialdemócrata. Aunque no ha pasado ni una década desde entonces, mucha gente parece olvidar la lección de esa experiencia, que es la nuestra, la más concreta y directa. Aunque luego nos digan que hay que recuperar la memoria histórica. Nunca se acierta bien con la etapa correcta a rememorar, la retrospectiva es un ejercicio muy selectivo. Pero incluso sin mirar atrás se puede escarmentar con la vieja Europa. A las antaño primeras de la clase, Francia y Alemania, se les han caído las soberbias. Sus economías están en recesión, sus gobiernos se enfrentan a manifestaciones masivas contra las políticas de ajuste y los dirigentes son tildados de mentirosos por sus votantes. Por su culpa y las de otros en su línea, la media de la Unión Europea arroja el crecimiento cero, que no se debe confundir con el déficit cero, sino que es estancamiento en la generación de empleo y riqueza. Pero la modesta España, la sobria y humilde tierra del presupuesto equilibrado y el sentido común económico, crece al 2% y genera niveles de ocupación y cotizantes nunca vistos. Es el milagro de la sencillez, de la disciplina, de la continuidad en las convicciones básicas. Pero por mucho que mejore, nunca tendremos todo lo que deseamos. No serán posibles dobles raíles ya para todas la líneas ferroviarias, ni aviones invulnerables para todos los transportes, ni puertos refugios en todas las costas. Siempre dependeremos de las responsabilidades humanas dentro de la escasez relativa. Ninguna garantía nos evitará del esfuerzo de la atención individual permanente a los intereses y las vidas de los demás. Ninguna estructura abstracta debe disculparnos, estamos destinados a ser libres, responsables, dignos de mérito o culpables por mala fe o negligencia. La verdad no está en el presupuesto, sino en la conciencia de la gente.