LEOPOLDO II Y STANLEY EN ÁFRICA

OPINIÓN

19 mar 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

La lectura de un reciente libro sobre África, sobre la codicia y terror en el África negra, me ha bajado los palos del sombrajo. El 16 de octubre de 1869 se hallaba en Madrid, para informar de un levantamiento carlista, el periodista Henry Stanley, cuando recibió el recado de Gordon Bennet, director de su periódico, el New York Herald, de que se presentase en París. La razón era encomendarle la búsqueda del doctor Livingstone. De David Livingstone, misionero escocés, explorador de las Cataratas Victoria, no se tenían noticias desde hacía tiempo. Se presumía que se encontraba, si no había muerto, en los territorios de los grandes lagos del centro de África. Dos años después, en Ujiji, se produjo el emotivo encuentro entre los dos hombres, inmortalizado con aquella frase tantas veces repetida y representada: «Mister Livingstone. I presume» («El Sr. Livingstone, supongo»). Stanley se convirtió en una celebridad, fue uno de los hombres más homenajeados de su tiempo, alcanzó fama y dinero y fue cortejado por todos, especialmente por el rey de los belgas Leopoldo II, que acabó contratándolo y convirtiéndolo en su instrumento para apropiarse del Congo Belga, hoy Zaire. Adam Hochschild, historiador, cuenta documentadamente en El Fantasma del Rey Leopoldo el meollo del asunto y descubre que el rey de los belgas, durante el tiempo que duró el Estado Libre del Congo, de 1885 a 1908, Estado de propiedad particular del rey, permitió el exterminio de entre 5 y 8 millones de africanos para facilitar la rapiña sin contemplaciones. Ha sido una tremenda impostura, ahora descubierta, la que ha hecho aparecer a un rey asesino, más propio de la galería de Stalin y Hitler, como un rey altruista; y a un ambicioso, racista y sin escrupulos explorador, como uno de los prohombres de su siglo. Se nos caen los mitos. ¿Tú también, Stanley? Objetivos loables Acaba de finalizar la Cumbre de Barcelona mirándose los países de la Unión Europea a su ombligo y con el compromiso irrisorio de aumentar su ayuda al desarrollo del 0¿33% del PIB al 0¿39%. Comenzó ayer en Monterrey (México) la Conferencia sobre Financiación para el Desarrollo con el loable objetivo de erradicar la pobreza, lograr un crecimiento sostenido y crear las bases de un sistema económico equitativo. Los planes no pueden ser mejores; la realidad, sin embargo, será muy otra. De ser verdad, los países desarrollados tendrían que volver a explorar África, pero no sólo para dar consejos y limosnas, sino esta vez para devolver el caucho, el marfil, el petróleo, el oro y los diamantes; la riqueza ¿ya que no la vida¿ que un día, unos pretendidos rey altruista y explorador pacifista, y después otros muchos, se llevaron.