LA CAPA DEL CURA

La Voz

OPINIÓN

MANUEL ALCÁNTARA

04 feb 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

En tiempos de la Inquisición se quemaba vivos a los homosexuales, pero ahora nos traen fritos a todos con el caso del sacerdote coadjutor de Valverde del Camino, lo que también entra dentro de la tortura. Su celebridad ha sido instantánea. En cuatro días, el cura Mantero se ha hecho más famoso que el cura Merino. En cualquier profesión hay personas cuyas preferencias para encontrar «el pasadizo que hay de un cuerpo a otro» se inclinan por los de su mismo sexo: toreros, académicos, boxeadores, carteros y no digamos poetas, donde no hay numerus clausus. Sodoma está en todas partes, aunque no venga en la Guía Michelín. Bueno, y qué. Nada humano debe sernos ajeno. Lo inhumano es la inicua persecución de quienes obedecen a los dictámenes de su fisiología o de su capricho. Cada uno es dueño de su cuerpo, si bien por poco tiempo, ya que estamos muy mal diseñados y nuestra duración es muy corta. El aireado caso ha dado pie a una serie de comentarios que delatan la mentalidad de algunos componentes de la jerarquía eclesiástica. El obispo Gea dice que es «un enfermo» y no conforme con eso compara al colectivo de los homosexuales con los ciegos y sordos, «que tienen un fallo en su naturaleza». Qué cosas hay que oír. Menos mal que cada vez las escucha menos gente. El cura de Valverde del Camino hizo una serie de votos, entre ellos el de castidad -esa aberración que también hay que tratar de comprender- y su incumplimiento es lo único que hay que reprocharle. Debió dimitir en vez de proclamar que es de los que ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio y dar las gracias a Dios por su homosexualidad. Siempre hay motivos para dar gracias a Dios. Los heterosexuales también se las damos. (Yo he pasado muy buenos ratos, si la memoria no me falla). Pasan demasiadas cosas en el mundo para ocuparse de algo tan común y corriente. Contra las vocaciones fuertes, y no me refiero a las religiosas, no hay nada que hacer.