XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS A TORRE VIXÍA
09 jul 2001 . Actualizado a las 07:00 h.¿Se acuerdan de las elecciones vascas? Parecía no haber otra cosa, y que todo el problema del mundo se reducía, bajo la dirección del maestro Aznar, a las evoluciones dialécticas de Mayor Oreja -el bueno-, Ibarretxe -el feo- y Arzalluz -el malo-, con el concurso de actores secundarios -Otegi, Madrazo y Redondo- que también aspiraban al Oscar. Y por eso, gracias al éxito del montaje, e imitando la manía de Franco por el No-Do, se adueñaron durante veinte meses de todos los telediarios y tertulias que, para vertebrar el nuevo y ansiado imperio español, se organizan en Madrid. Allí, en Euskadi, también se hablaba de la paz, de las ikastolas, del modelo sanitario, de la modernización económica, del AVE, del cupo, de las diputaciones forales y de la autodeterminación, cosas todas ellas que presagiaban la consulta electoral que tuvo lugar el 13 de mayo, con el resultado de casi todos conocido y -no están maduros- a medias aceptado. Aquí, en cambio, parece que estamos de fiesta. Desde Madrid, ni una palabra, salvo para decir que en Galicia no pasa nada y que don Manuel lo tiene todo controlado. Nuestros periódicos llenan sus páginas con la crónica diaria de los encierros de Pamplona, con el discurso de investidura de Ibarretxe y con los curros y fiestas gastronómicas que pululan por el Fogar de Breogán. Y, aunque la jetiña autóctona no arribará a Sanxenxo hasta la semana del Apóstol, todo indica que el conato de verano que estamos disfrutando le está ganando la partida a las elecciones autonómicas. Ello no obstante, y para no ser derrotista, anotaré dos hechos que pueden recordarnos la cita de otoño. Uno, que los mismos periodistas que tanto y tan mal informaron sobre la cuestión vasca, sin salir de Madrid, se dejan invitar ahora en los mejores restaurantes de Galicia, para conocer los hechos in situ y a costa de los indígenas. Y dos, que sin hablar para nada de causas y consecuencias, empezamos a cubrir las habituales y estériles quinielas de resultados, como si el humor de Fraga o la historia personal de Beiras fuesen las únicas incógnitas que pesan sobre el futuro de nuestros hijos. Para acabar de liarla, y mientras el tapado Vázquez agita las aguas del más rancio localismo, los socialistas de Zapatero la toman a diario con el censo de emigrantes y las encuestas -¡ya van ganando!-, como si con eso pudiesen interesar a alguien que no forme parte de los cuadros burocráticos de los partidos. ¿Habrá elecciones en octubre? El calendario dice que sí, pero los temas de la Galicia política sugieren que no. Y, aunque esta contradicción no es prueba de buen gobierno, demuestra que somos muy felices. Y eso, a la hora de hacer política, es una enorme desventaja.