EL PAPA Y LA ESPADA DE SHARON

La Voz

OPINIÓN

CRÓNICAS HUSITAS / Enrique Curiel

16 may 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

Las escasas esperanzas de que un nuevo Sharon presidiera un gobierno israelí que trabajara seriamente en pro de la paz en Palestina se ha convertido en un sangriento espejismo. En realidad, no podía ser de otra manera. El 28 de septiembre del año 2000, apenas hace nueve meses, Sharon efectuaba una visita provocadora a la Explanada de las Mezquitas. Al día siguiente, la protesta fue neutralizada por cientos de policías que disparaban con balas reales contra los jóvenes palestinos y comenzaba la Intifada de las Mezquitas con la muerte de quince adolescentes palestinos. Hoy, la Intifada ha costado la vida a casi quinientos palestinos y también a ciudadanos israelitas, víctimas de atentados. De nuevo, hemos visto el rostro mas duro de los halcones israelíes, apoyados matizadamente por la Administración Bush. Y el martes último, jornada de la Nakba -el Día de la Catástrofe en el que los palestinos recuerdan el nacimiento del estado de Israel-, se saldó con seis muertos y 130 heridos, refugiados de los territorios ocupados. Lejos quedan los acuerdos de Oslo, la Conferencia de Madrid, las reuniones convocadas por Clinton con Arafat y Barak y los esfuerzos políticos y financieros de la Unión Europea para recuperar un clima de diálogo. ¿Por qué podría cambiar el responsable de las matanzas de Sabra y Chatila en 1982? Sharon no piensa en la paz. Ha fijado tres objetivos para los israelíes: promover la llegada de un millón de judíos en doce años construyendo nuevos asentamientos, desarrollar el sur de Israel y Galilea, y reforzar su hegemonía militar en la zona. En realidad, la guerra ha vuelto a Palestina y con ella la preocupación en todas las cancillerías de la Unión Europea. La obsesión agresiva de Sharon podría alterar la moderación en el conflicto de países árabes como Egipto y Jordania, gobiernos fundamentales para evitar una espiral suicida. Por ello, ha sido especialmente destacable el reciente viaje del Papa al avispero de Oriente Próximo. En Damasco, y ante el presidente sirio Bachar el Asad, realizó una dura crítica de la política de Sharon. Tras condenar la anexión de los altos del Golán por parte de Israel, Juan Pablo II señaló que «es hora de volver a los principios de la legalidad internacional: prohibir la adquisición de territorios mediante la fuerza, reconocer el derecho de los pueblos a decidir por sí mismos, respetar las resoluciones de Naciones Unidas y de la Convención de Ginebra». La repercusión de tales palabras coloca al gobierno de Israel en una situación delicada, especialmente al laborista Peres, ministro de Exteriores. No es nueva la posición de Roma, pero su recordatorio en estas circunstancias tiene un valor especial. Washington debe obligar a Sharon a envainar su espada y volver a las negociaciones.