Replicando un biplaza «low cost»

Por Óscar Ayerra

MOTOR ON

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Con una estética neoclásica de los roadster de las décadas de los 30 y 40, el Panther Kallista debutó en 1982 como una opción asequible de revivir el pasado combinado con una tecnología moderna.

19 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Este roadster pertenece a una categoría de fabricantes cuyo objetivo no era innovar, sino más bien emular. Su filosofía resultaba clara y directa: recrear un estilo retro, donde la experiencia de conducción y el diseño evocador irían de la mano. Para los más puristas esta intención podría interpretarse como un engaño a los sentidos; para otros es una forma de disfrutar aquello que de otro modo sería inalcanzable. Lo que resulta innegable es que lo que comenzó como un negocio exclusivo para unos pocos clientes adinerados se ha convertido en un fenómeno en constante crecimiento a lo largo de las últimas décadas. Podemos cuestionar estos vehículos por su aparente falta de alma o vulgaridad, pero seguramente pocos se resistirían a la tentación de conducir un Ferrari como el de Magnum, pilotar un Porsche Speedster como el de James Dean o volar con un Bugatti biplaza de los años 30, especialmente si tenemos que desembolsar la décima parte del valor de una unidad original.

Bajo esta filosofía surgió uno de los muchos constructores que, a principios de los años 70, se dieron cuenta de la creciente demanda de deportivos a la carta para una clientela exclusiva. Con esta visión, Robert Jankel fundó en 1972 Panther Westwind. Una fábrica ubicada en el condado inglés de Surrey, justo al lado del icónico circuito oval de Brooklands. Su primer modelo suponía una clara imitación al Jaguar SS 100 de 1936, un roadster del que solo se construyeron 376 unidades. Una carrocería que permitió recrear parte de la sensaciones que emanan de un biplaza deportivo, donde el aire en la cara, las vibraciones o la sensación de ir casi pegado a la carretera suponían un estilo ya desaparecido décadas atrás. Estas experiencias puras y básicas suponían parte de la filosofía inicial. La mecánica actual con el diseño retro se combinaba para contener los costes de construcción. Un equilibrio que este constructor supo conjugar con cierto éxito. Aunque en 1980, por problemas de liquidez, la empresa fue adquirida por el empresario coreano Young Kim, la fabrica no dejó de construir este tipo de modelos roadster. Tras el primero llegaron otros como el Lima, cuyo diseño retro descansaba sobre una estructura de Opel, o el De Ville, con clara inspiración en el Bugatti Royale y del que solo se hicieron 57 unidades.

EL MODELO DE MAYOR ÉXITO

En 1982, aparece un nuevo modelo denominado Kallista. Suponía otra vuelta de tuerca más a este concepto donde se acoplaba un propulsor de origen Ford con 4 o 6 cilindros, la suspensión provenía del Ford Cortina, y el eje trasero, del Capri. Además contaba con una carrocería de aluminio. Resultó ser el más popular de la marca. Supuso un éxito llegando a producir 1.733 unidades. En 1990, por inconvenientes económicos, Panther pasa a manos del fabricante SangYong, que reanuda la producción pero esta vez en Corea del Sur. En 1992 aparece un Kallista revisado y dos años después se fabrica en fibra de vidrio. En total, en este período, se construyen 78 unidades, hasta que en 1994 se detiene la producción definitivamente. Esta unidad forma parte de la colección del Museo MAHI de Arteixo, donde se exhibe junto a otras réplicas. Modelos que representan un valioso ejemplo de un ámbito cuya aportación, según el órgano gestor del museo, merece ser reconocida. La disciplina de la reproducción se alza, así, como un componente significativo dentro de la historia de la industria automotriz.

El arte de imitar el pasado

Aire acondicionado en un Ford A de los años 20, frenos de disco en un Ferrari de los 50 o incluso airbag en un Porsche del 56, todo es posible en el mundo de la réplicas. El arte de recrear automóviles legendarios no es nuevo. Desde mediados del siglo pasado, algunos entusiastas ya se atrevieron a realizar sus propias personalizaciones. Un ejemplo podría ser el Excálibur, un descapotable inspirado en los Mercedes SSK de los años 20, que combinaba elegancia vintage con mecánica contemporánea.

No es hasta la década de los 70 cuando el concepto empieza a cobrar especial auge con un nuevo énfasis en los autos a la carta. Se adaptaban autos modernos a diseños de otras épocas. Marcas como Bugatti, Jaguar, Mercedes o Porsche servían como paradigmas que muchos pequeños fabricantes empezaron a imitar. La escasez de ejemplares originales en el mercado, o los altos precios de compra, se convertían en un obstáculo, por lo que este tipo de réplicas se convirtieron en una solución muy atractiva.

RÉPLICAS DE TODAS LAS ÉPOCAS

A finales de los 80, empresas inglesas como Pilgrim Cars o NG Cars se hicieron famosas con imitaciones de modelos Porsche de los años 50 o los MG de los 40. Muchas de las reproducciones basaron su éxito en la calidad de los materiales utilizados, así como en la fiabilidad de los componentes técnicos.

Hoy en día adquirir una réplica de calidad es una tarea relativamente sencilla, pero no precisamente económica, aunque el desafío puede estar en las complejas homologaciones que cada país impone a los fabricantes. Si bien podríamos adquirir algún modelo en el extranjero, su adaptación a nuestra legislación puede convertirse en un verdadero quebradero de cabeza.

Solo en Estados Unidos, a día de hoy, existen 54 pequeños constructores en este mercado. Pequeñas producciones de no más de 325 vehículos al año donde el cliente, en muchos casos, puede optar por un largo listado de opciones de personalización.

De los modelos más demandados, además de los antes mencionados, existen versiones con mucho tirón como los Ford A o los Ford GT 40 de los años 60. Por supuesto, los modelos europeos están en catálogo en muchas de estas empresas. Junto a los ya conocidos Porsche 356 o el 550 Spyder de James Dean, se encuentran en las páginas web a nuestra disposición imitaciones de Lamborghini de los 80, Jeep de los 60 e incluso algún Ferrari de los 70. Si bien antes deberemos aportar entre 30.000 y 60.000 euros, dependiendo del modelo y de las opciones que elijamos.

También, dentro de este mundo, existen puristas de la clonación, En Argentina, por ejemplo, el fabricante artesanal Pur Sang crea réplicas de Bugatti de los años 30 casi con la misma emoción y precisión con las que Ettore Bugatti creaba sus modelos en la primera mitad del siglo XX. Ostenta el título oficial de único fabricante de réplicas Bugatti. Sus creaciones son calcos fieles a los planos originales, incluso replicando los métodos de trabajo. La calidad de sus imitaciones son de tan alto nivel que los precios de algunas unidades llegan a superar los 250.000 euros, como su modelo más icónico, el Type 35 (foto superior). Un precio no tan alto si lo comparamos con los 3 millones que puede alcanzar una unidad original de las 38 que se fabricaron. Caroline Bugatti, hija del constructor, tuvo en su colección una réplica del Type 37A fabricado por Pur Sang para sus desplazamientos habituales.

Funcionalidad

Mantener, restaurar o simplemente conservar un patrimonio automotriz original, como puede ocurrir con algunos modelos originales de Bugatti o Mercedes, son empresas cuando menos complicadas, donde el coste económico en seguridad y mantenimiento puede no tener límites. Aquí es donde las réplicas cobran especial sentido y donde radica su especial atractivo. Ofrece el disfrute de una esencia clásica sin exponer o arriesgar un valioso ejemplar único, y a un coste muy inferior.

Réplica, clon, copia, recreación, imitación o simplemente versión son términos que definen el tipo de trabajo de este tipo de constructores. Por supuesto, la calidad de los materiales y el componente técnico o el acabado manual definirá el producto final, que podrá adaptarse a muchos bolsillos.

Controversia

Por supuesto, la ética de la copia es, para muchos, su talón de Aquiles. Los parámetros que entran en juego a la hora de conducir un vehículo original son, para los más puristas, imposibles de duplicar. Lo que denominan «alma» suponen aspectos no tangibles como la autenticidad, la memoria inmaterial o su significación. Dejando al margen las posibles cuestiones legales de propiedad intelectual, la práctica de la réplica resulta por tanto controvertida. Existen muchos detractores, pero nadie puede negar su hueco dentro de la automoción, como otra manera de preservar su esencia histórica, o incluso como acceso a la cultura automotriz.