¿Un segundo momento Draghi?

Xosé Carlos Arias
xosé carlos arias PROFESOR DE POLÍTICA ECONÓMICA

MERCADOS

Johanna Geron | REUTERS

22 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El interés con el que se esperaba el informe sobre la competitividad europea que la UE encargó a Mario Draghi se ha visto satisfecho, pues se trata de un texto riguroso y ambicioso por partes iguales. Su mensaje principal encierra una verdad incómoda (conocida desde hace tiempo, pero ahora expresada en su forma más contundente) y una propuesta de reforma radical: Europa se dirige hacia un horizonte de estancamiento —lo que llama «una lenta agonía»— si no reaccionamos de inmediato y a gran escala. En un mundo en el que se anuncia una gran disputa tecnológica, económica y política entre Estados Unidos y China, la UE se asoma a un abismo de irrelevancia. Y hay que reaccionar ya para evitar caer en él.

Recordemos que en los meses siguientes a la pandemia, la UE pareció ser consciente de que en el imprescindible proceso de reconstrucción económica había una buena oportunidad para evitar caer en una inercia letal. Surgió entonces con mucha fuerza el concepto de doble transición: la del cambio tecnológico y la descarbonización. La aprobación del macroprograma de inversiones del llamado NextGen fue su manifestación más clara. Sin embargo, pasan los años y no se acaban de ver los resultados: sea debido a las trabas burocráticas, a la actitud poco proactiva de algunos gobiernos o, sencillamente, porque los plazos son muy cortos para la capacidad de absorción de los fondos en muchas economías, el caso es que la evolución de una variable clave como la inversión resulta muy decepcionante. De hecho no ha sido, hasta ahora, el factor de impulso de la reactivación que se pensaba, sino más bien una rémora.

Lo que en esencia propone el informe Draghi es retomar y ampliar considerablemente la idea inicial de la doble transición, para impulsar un fuerte cambio en los sistemas productivos europeos. Se trataría de movilizar una ingente cantidad de fondos —nada menos que 800.000 millones de euros al año, algo que hace parecer muy pequeños los fondos NextGen—, para lanzar una apuesta a favor de la competitividad, la innovación y la lucha contra el cambio climático. Junto con el protagonismo de las políticas industriales, la reivindicación de un papel activo de los Estados para formar simbiosis virtuosas entre lo público y lo privado, y la necesidad de racionalizar las cargas regulatorias, hay un punto fundamental en la propuesta de Draghi: todo eso solo podrá ser viable si se financia con la emisión de deuda común. Nunca antes, en un documento de tan alto nivel, se había reivindicado la necesidad de los eurobonos.

El nombre de Mario Draghi quedó inscrito en la historia de la integración europea en el 2012, cuando el viraje radical que imprimió en la política monetaria del BCE salvó al euro de un más que probable hundimiento. Si lo que ahora propone sale adelante, estaremos ante un segundo momento Draghi, que supondría partir al rescate de un ámbito diferente y más trascendental: el de la economía real. Pero, ¿saldrá adelante?

Por desgracia, no hay ninguna garantía de que tal cosa vaya a ocurrir. Las resistencias son muy fuertes, sobre todo en los llamados países frugales, y los halcones de la vieja ortodoxia —como el ministro alemán de Finanzas— se han lanzado ya a criticarlo. Además, la presencia de fuerzas de ultraderecha (expresamente contrarias a algo tan tibio como la Agenda 2030) en los gobiernos de muchos países, no parece ir en esa dirección. Pero, de cara a la puesta en marcha de la nueva Comisión Europea, destaca con fuerza el mensaje de que su línea estratégica central debiera estar marcada por el informe Draghi. En ese sentido, es una buena noticia que vaya a ser alguien muy comprometido con esa línea, como Teresa Ribera, la encargada de llevarla adelante. Veremos, porque no se exagera al decir que el futuro de Europa está en juego.