Con toda la oferta espectacular que ha traído la Semana Santa —procesiones, puestas de sol en la playa, naturaleza florida, etcétera— nos hemos perdido otro bonito espectáculo que podemos recuperar mirando la prensa: la última —porque no habrá más— junta de accionistas de Credit Suisse previa a su absorción por UBS. El banco ahora caído era el favorito de algunos clientes con alto cargo, como nuestro insistentemente arrepentido rey emérito, como buena parte de los robolucionarios chavistas que desplumaron la petrolera estatal venezolana o como el rey jordano Abdalá, que se guardaba para sí un buen pico de los millones de dólares que su país recibía de ayuda humanitaria. Los accionistas tuvieron que votar —y lo hicieron en contra, claro— una propuesta de la junta directiva para cobrar una retribución final de 34 millones de euros. El Gobierno suizo advirtió al consejo de administración que renunciase a la remuneración variable que se había adjudicado el año pasado. Y, por si la avaricia fuera contagiosa, exigió a UBS que descarte contabilizar la aportación estatal para la fusión a la hora de remunerar a sus funcionarios encargados de vender los activos de Credit Suisse. Un accionista presente en la junta dijo que en la Edad Media, estos banqueros serían crucificados. Otro pidió al Estado que cambie las leyes para que los financieros rapaces respondan con su patrimonio personal.
«Lo que es bueno para los bancos es bueno para el país», decía en La diligencia, el clásico de John Ford, el banquero Gatewood mientras se robaba la nómina de los mineros de su pueblo. Casi nadie se cree ya la afirmación de ese personaje, excepto los fanáticos de la religión neoliberal. Y no es cuestión de las entidades, sino de los banqueros enfermos de codicia. En las repetidas crisis de nuestras cajas y bancos, siempre estos directivos fueron pillados subiéndose retribuciones mientras los jueces los encontraban culpables de administración desleal o de estafa. Para saber mejor lo que pasa con la banca, deberíamos hacer menos caso a los analistas financieros y más a los policías que la investigan: se les entiende mucho mejor.