El salario y las ganas de trabajar

MERCADOS

MARCOS MÍGUEZ

30 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La última disputa sobre nuestras condiciones económicas es la que se refiere a por qué, en un país con alto índice de paro, las empresas se encuentran con dificultades para cubrir sus necesidades de plantilla. Hay 109.000 plazas vacantes sin cubrir, dicen las organizaciones empresariales. Para esta parte contratante de la dialéctica económica, el problema es transversal y estructural, con lo cual no nos explican mucho. En episodios anteriores del mismo debate habían señalado problemas de formación de la masa demandante de empleo, falta de adecuación de las enseñanzas profesionales a las necesidades de las empresas e inflación de titulaciones universitarias frente a una cierta escasez de titulados de FP.

La otra parte con autoridad para opinar en esta cuestión, representada con entusiasmo por la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, cree que el problema está en los salarios miserables que ofrecen muchos de los empleadores con vacantes en sus plantillas. Aunque a las organizaciones patronales esta versión les resulte ofensiva, hay datos que la avalan. El salario más frecuente en España fue, en el 2019, de 18.490 euros brutos al año, que vienen a ser entre 1.200 y 1.300 euros netos al mes. Diez años antes, en el 2009, ese salario más abundante era de 15.500 euros brutos al año. El aumento nominal de los salarios es del 11,9 % en el decenio. Pero la inflación acumulada en ese período es del 12,7 %, con lo que esta multitud que cobra el sueldo más normal ha perdido poder adquisitivo. Y eso, con la inflación contenida, que cuando se procesen los datos de los últimos meses veremos que la pérdida es aún mayor.

Hay otras opiniones sobre el asunto. Una me la da el fontanero: «A xente nova non quere traballar. Todos queren ser youtubers». Igual no le falta razón. Y puede que también coincidan con esto los portavoces de la CEOE y la Cepyme, pero que se lo callen por no incendiar el diálogo social y convertirlo en lucha de clases. Igual no le falta razón a ninguna de las partes. Si todas lo reconocieran estaríamos en la situación ideal para buscar soluciones razonables.