A propósito de Ence

MERCADOS

CAPOTILLO

25 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En el 2005, Ence quería cotizar en la bolsa de Montevideo, pero el parqué más antiguo de América Latina, curiosamente, no aceptaba la entrada de compañías extranjeras. Corporación Caixa Galicia, en aquellos momentos su principal accionista, me pidió que le acercara a los mercados financieros uruguayos los avances legislativos que habían permitido a España el desarrollo de sus bolsas. Aquel primer gobierno del Frente Amplio y su presidente, Tabaré, eran, y aún lo son, la izquierda americana más idealizada por Europa. Cuando la papelera anunció, al inicio de la crisis financiera, que renunciaba a su inversión en Uruguay, el país entero lo lamentó.

Alguien me preguntará si creo que Galicia va a lamentar del mismo modo la marcha de su papelera. Tengo mis dudas. Algo está ocurriendo en España que me tiene desconcertado, que es el desprecio al bienestar individual. Me explico. Cierta clase política está asumiendo discursos económicamente darwinistas, donde lo que importa es la implantación de la nueva verdad y a partir de aquí que sobreviva el que pueda ¿Ejemplos? La ganadería es negativa, hay que reducir la cabaña ganadera, ¿y los ganaderos? Que se reconviertan. Hay demasiados bares en España, muchos han de cerrar ¿Y los propietarios y empleados del sector? Que se reconviertan. Ence contamina, hay que cerrarla ¿Y los miles de personas vinculadas a ella? Que se reconviertan. No debemos consumir combustibles fósiles, hay que encarecerlos. ¿Y los transportistas? Que se reconviertan. La tarifa eléctrica debe ser cara para promover la transición ecológica ¿Y los hogares de rentas bajas y medias? Que pongan placas solares. ¿ Y si no pueden? Que cambien de casa. Las minas tienen riesgos, no deben abrirse ¿Y las materias primas que extraemos de ellas? Que se importen ¿Y los mineros? Que se reconviertan. El Estado tiene un exceso de deuda y de gasto, y entonces que se suba la presión fiscal. Pero esto deslocaliza la inversión. Que se marchen, ya vendrán otros.

O estoy perdiendo el sentido de la realidad o España está recibiendo un aluvión de ideas felices, y los que las entonan están encantados de conocerse. Ya veo su país ideal, los ganaderos metidos a la pesca de bajura. Los hosteleros montando startups y triunfando en las bolsas internacionales. Los camioneros de Ence programando en Google y las viudas de rentas bajas volviendo al campo a recuperar el calor romántico de las lareiras. Las fábricas europeas asumiendo que de vez en cuando hay rupturas en el canal de aprovisionamiento y, por tanto, haciendo cierres patronales. Lo cual será visto, por algunos, como una oportunidad única para fortalecer las relaciones maritales y potenciar las políticas de natalidad. Mientras, los inversores locales se habrán deslocalizado y convertido en rentistas, eso sí, de inmuebles que tendrán en otras naciones, porque aquí la fiscalidad al arrendamiento será insufrible. Si a algo se asemeja la economía es a la medicina. Cada medicamento tiene su efecto colateral, y este suele estar en función de las dosis. Y aquí, es lo mismo, cada decisión debe estar sujeta a su dosis adecuada y siempre recordando que detrás hay personas, y esto es lo más sagrado que tenemos. Si llegamos al momento en que nuestras verdades obvian el daño que pueden generar, la pobreza que pueden causar y la tristeza que pueden provocar, entonces tenemos un serio problema. Al igual que ningún médico pude obviar los efectos colaterales, tampoco ningún gestor público puede olvidar que hasta sus decisiones más inteligentes crean perjuicios. Minimizarlas también ha de ser su misión.