El peligro de volar demasiado alto

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Jack Ma, el chino más rico del mundo y fundador de Alibaba, lleva dos meses en paradero desconocido después de criticar con dureza el sistema financiero de su país

20 ene 2021 . Actualizado a las 10:16 h.

Lleva más de dos meses en paradero desconocido. Cierto es que visto el férreo control que ha decidido Pekín ejercer sobre sus gigantes tecnológicos lo más prudente sea poner pies en polvorosa. Lo que se dice un sensato mutis por el foro. Pero no lo es menos que la lista de magnates del país misteriosamente desaparecidos y de los que nunca más se ha vuelto a saber no es precisamente corta. Por lo que puede que no esté de más preocuparse por esa ausencia. Sobre todo, porque la desaparición se produjo justo después de que de su boca salieran mensajes digamos que poco amables, dirigidos a las autoridades del país. Poco transigentes ellas, por decirlo suavemente, con las críticas.

Probablemente a estas alturas del texto ya hayan adivinado que el protagonista de tal misterio, por ahora sin resolver, no es otro que Jack Ma, el fundador de Alibaba. El chino más rico del mundo y una de las primera fortunas del planeta. Ese al que rechazaron una decena de veces en Harvard y fue excluido de una treintena de procesos de selección por otras tantas empresas. El que empezó como traductor de inglés, luego se hizo comerciante y acabó siendo lo que hoy es, a base de tesón, don de oportunidad y alguna que otra dosis de suerte, todo hay que decirlo. El mismo que allá por 1995, durante un viaje por Estados Unidos descubrió una cosa a la que llamaban Internet y se prendó de ella. Ese que, cuatro años después de aquello, creó Alibaba, hoy en la élite de las empresas más valiosas del mundo.

El caso es que, allá por octubre pasado, a Ma Yun -ese es su nombre chino, que lo de Jack se lo pusieron los turistas a los que les hacía de cicerone en Hangzhou, su ciudad natal, cuando era solo un chaval, sin cobrar un yuan, solo para aprender inglés - se le ocurrió criticar el anquilosado sistema financiero patrio. Lo puso de vuelta y media. Comparando los todopoderosos bancos chinos poco más o menos que con casas de empeño. Y reclamó, claro, a los reguladores más innovación. Lo hizo en una conferencia en Shanghái. Delante del vicepresidente del país, Wang Qishan. Gran osadía por su parte.

Apenas una semana después de eso, las mismas autoridades a las que había criticado suspendieron el debut bursátil de Ant Group, la empresa de servicios financieros digitales que nació en el seno de Alibaba y de la que Ma es accionista mayoritario. Estaba llamada a ser la mayor salida a Bolsa de la historia, pero no ha podido ser. El Gobierno chino le paró los pies cuando apenas faltaban 48 horas para su estreno. Y, por el momento, ahí sigue, parado. La cosa no quedó ahí. El 24 de diciembre, y como regalo de Navidad, esas mismas airadas e implacables autoridades le abrieron a Alibaba una investigación. La causa: un posible monopolio. No deja eso de tener su gracia -aunque ninguna para Ma, claro- en un país en el que el Partido Comunista, al que el propio Ma pertenece, está en todas partes. La tenga o no, el caso es que la gracia le ha costado a Alibaba casi un tercio de su cotización bursátil. Traducido: unos 280.000 millones de euros; y al propio Ma, más de 10.000. Que se dice pronto.

Más que el dinero, que no le falta, el problema del empresario es que, por lo que parece, a ojos de su Gobierno se ha pasado de la raya. Se le ha olvidado dónde estaba, vaya, obnubilado como estaba por tanta proyección internacional. Y vete a saber si no acabará pagándolo caro. Muy caro. «No quiero morir en la oficina, quiero hacerlo en la playa», dijo Ma cuando, con apenas 55 años, anunció que se retiraba, que dejaba los mandos de Alibaba. Visto lo visto, igual tiene que cambiar de planes y acaba descansando a la sombra.

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