Yellen, el regreso

Mercedes Mora REDACCIÓN / LA VOZ

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La brillante economista pilotará los mandos del Tesoro estadounidense

06 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cualquiera que sienta la Economía como una pasión daría lo que fuera por que un nobel en la materia, con medio siglo en las aulas, dijera de él que ha sido uno de los mejores alumnos que ha pasado por sus manos. Y si, además ese nobel es Joseph Stiglitz, permítanme la licencia, miel sobre hojuelas. La próxima secretaria del Tesoro estadounidense -el equivalente a la ministra de Economía de la aún primera potencia del planeta- tiene ese honor.

Pero, aunque Stiglitz no lo hubiera puesto a uno sobre la pista, bastaría un simple vistazo al currículo y la carrera de Janet Yellen (Brooklyn, Nueva York, 1946) para darse cuenta de que es una lumbrera. Y eso que no es ella de mucho brillar. La discreción se lo impide.

Hija de un médico y una maestra de escuela de Brooklyn, Yellen destacó desde muy niña por su inteligencia. Cosechaba siempre unos resultados académicos impecables. Se licenció en Ciencias Económicas en la Universidad de Brown. Ni que decir tiene que con los mayores honores. Unos años después, en 1971, se doctoró en la Universidad de Yale. Fue la única mujer de su promoción. Cum laude. Por su puesto. Ha sido profesora en Harvard, en la London School of Economics y en Berkeley, donde ha impartido clases durante décadas. Se podría decir que lo suyo en lo profesional apuntaba maneras de éxito desde el principio. Pero, quizá ni siquiera ella se atrevió nunca a soñar con que algún día llegaría tan alto como lo ha hecho. Atrás quedan un buen montón de cristales rotos. Los de los techos que ha quebrado esta neoyorquina en su ascensión.

Dejó la enseñanza en 1994 para incorporarse a la Reserva Federal, el banco central estadounidense. Veinte años después, en febrero del 2014 se convertiría en la primera mujer en pilotar la institución. Hasta que llegó Trump -¿quién si no?- y prescindió de ella.

Antes de eso dirigió durante dos años el Consejo de Asesores Económicos del presidente Clinton. Y ahora está a punto de ponerle la guinda a su carrera como máxima responsable del Tesoro. Otro hito más. Y es que nadie nunca, ni hombre ni mujer, ha desempeñado esos tres cargos de la máxima enjundia.

A la Reserva Federal le debe también mucho Yellen en lo personal. Allí conoció a su marido, el nobel de Economía y profesor universitario George Akerlof. Tienen un hijo en común, Robert. Que, por supuesto, estudió Economía. También es profesor. Así que pueden ustedes imaginarse -y seguramente, no errarán el tiro- sobre lo que versan en más de una ocasión las sobremesas en esa casa. A los tres les apasiona la Economía. Lo ha contado Yellen en alguna que otra entrevista. Eso, y que les encanta viajar. A destinos lejanos. Para disfrutar del paisaje. Y de la comida. Seguro que mucho más exótica, que la que le servían a Yellen en las cafeterías cercanas a sus lugares de trabajo. Le gustaba frecuentarlas. Hace tiempo que dejó de hacerlo. Y ahora, seguro que lo hará menos. Una pena porque, según la neoyorquina, son el mejor sitio para enterarse de lo que se cuece en la calle. Los despachos, a veces, le levantan a uno los pies de la tierra, opina la próxima secretaria de Tesoro americano. Llega al cargo en un momento de lo más complicado. Por delante, retos de enorme calado. Y no solo hablamos de restañar la herida abierta por la pandemia. Tarea de por sí harto difícil. También habrá de ingeniárselas para articular una política fiscal que permita sufragar los billones de dólares en infraestructuras, educación o lucha contra el cambio climático prometidos por su jefe. Conocimientos no le faltan. Arrestos, tampoco.

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