No renunciemos

Fernando Agrasar DECANO DE LA ESCOLA DE ARQUITECTURA DE LA UDC

MERCADOS

08 mar 2020 . Actualizado a las 05:17 h.

La recesión económica mundial desencadenada tras la quiebra de Lehman Brothers tuvo consecuencias que todos sufrimos: obligó a jóvenes muy cualificados a emigrar, transformó profesionales de valiosa experiencia en parados y generó una dolorosa mortandad de empresas. Uno de los síntomas más alarmantes y visibles de aquella crisis fue el cierre de tiendas, cuyas persianas caían una tras otra. Cuando creemos superada aquella situación, resulta que los datos nos sorprenden. En nuestras ciudades, ahora mismo, están cerrando comercios a un ritmo notablemente más acelerado que en los peores años de la crisis.

El incremento imparable del comercio online, con poderosas plataformas de venta, ha encontrado condiciones óptimas de expansión en una de las principales consecuencias de la crisis: el empobrecimiento económico y cultural de una buena parte del cuerpo social, que solo puede acceder a un consumo masivo e irreflexivo de productos de baja calidad. 

La ciudad es una consecuencia de nuestros deseos, cuyos logros y errores sedimentan una compleja realidad histórica en la que habitamos. El comercio ha sido, desde los orígenes, un espacio de intermediación entre lo público y lo privado que ha servido de ámbito de encuentro social y de conocimiento. ¿Vamos a renunciar a eso? Los cambios están siendo rápidos y profundos y, ante ellos, hay que reaccionar. Les propongo una serie de cuestiones para que reflexionemos juntos. La primera: no podemos relacionarnos virtualmente desde nuestras viviendas-cubículo, o congregándonos en centros comerciales, mientras el espacio público se degrada, se vacía y se vuelve inseguro. La segunda: en una situación de emergencia medioambiental no podemos seguir consumiendo irresponsablemente. Tercera: el comercio tradicional no puede sobrevivir a esta era sin evolucionar inteligentemente. La cuarta y, sin duda, la más importante: si no dejamos de comportarnos como espectadores embrutecidos y asumimos nuestra responsabilidad como ciudadanos seguiremos relacionándonos, consumiendo y habitando según los dictados de intereses que concentran grandes cantidades de inteligencia, estrategia y maldad. Pensemos, leamos, consumamos y habitemos para que siga habiendo futuro, un futuro en el que la tecnología nos sirva para fines más interesantes que participar en una partida de póker online o para comprar una camiseta confeccionada por un menor mal pagado en algún lugar cada vez más próximo.