El BCE se atrinchera en su política de tipos bajos

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / LA VOZ

MERCADOS

Juan Salgado

El organismo se plantea aplazar hasta el año que viene la subida del precio del dinero ante las precarias previsiones de crecimiento de estados clave como Alemania, Francia o Italia

11 oct 2019 . Actualizado a las 12:46 h.

La ola polar ha llegado a la eurozona. Y antes de lo previsto. Los principales organismos internacionales han vuelto a revisar a la baja las perspectivas de crecimiento de sus principales potencias económicas. Esta misma semana el BCE ha empeorado sus previsiones. De entre todas, el mal desempeño de Alemania ha hecho saltar las alarmas. La locomotora europea coqueteó con la recesión en el último semestre del 2018 y las señales indican que el enfriamiento de la economía podría continuar en el 2019. Las cifras no han sentado nada bien en Fráncfort. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, albergaba la esperanza de abandonar el cargo el próximo mes de octubre firmando la primera subida de tipos de interés desde el 2011, pero tendrá que ser su sucesor o sucesora quien la suscriba porque el organismo tiene planeado aplazar la decisión al 2020.

Demasiados riesgos

¿Por qué el BCE se atrinchera en los tipos bajos? Hay demasiadas amenazas revoloteando alrededor de la eurozona. «La situación sigue siendo fluida y frágil, los riesgos podrían cobrar fuerza o aparecer nuevas incertidumbres», advirtió recientemente. A las precarias previsiones de crecimiento de Alemania (lastrada por el resfriado de su industria del automóvil), Francia e Italia, se suman las tensiones comerciales protagonizadas por Estados Unidos y China, la alta volatilidad financiera, la ralentización del crecimiento global y la incertidumbre del brexit, que ha obligado a aplazar inversiones empresariales importantes. El caótico e imprevisible proceso de divorcio del Reino Unido ya está dañando a las exportaciones y obligará a buena parte del tejido productivo europeo a remodelar su actividad si se confirma la salida sin acuerdo el próximo 29 de marzo. Entre los economistas se multiplican las voces que auguran una nueva crisis en el 2020, pero no se ponen de acuerdo de por dónde soplará el viento.

 

Se acabó la magia

Las tasas de interés de las operaciones de refinanciación seguirán en el 0 %. El préstamo en el 0,25 % y los depósitos en el -0,40 %. Hay otra razón que explica el aletargamiento y continuidad de la política monetaria del BCE: El fin de su mágico programa de compra de deuda (PSPP). El 1 de enero del 2019, Fráncfort cortó el grifo con el que regaba al norte y el sur de la UE. Hasta 2,6 billones de euros invirtió el instituto emisor en bonos estatales a través de los bancos europeos desde el 2015 para evitar el estrangulamiento del crédito. ¿Esta maniobra anticipa épocas de sequía? ¿Habrá liquidez en los mercados sin el salvavidas de Supermario? La subida de tipos en el 2019 podría dificultar las condiciones de financiación, encarecer las hipotecas y dañar la demanda interna cuando algunas potencias europeas empiezan a mostrar síntomas de fatiga. Sin los manguerazos mensuales de dinero de por medio, el frenazo en la economía real sería más notable. El BCE es consciente. Por eso está dispuesto a abrir una puerta trasera, hacer que corra el aire en la eurozona y que el crédito siga fluyendo. ¿Cómo? Draghi se las ha ingeniado para reinvertir las ganancias obtenidas por el programa de compra de deuda. De esta forma, el dinero no dejará de circular aun cuando el organismo decida aplicar la primera subida. «No es cierto que nos hayamos quedado sin munición, tenemos todavía toda nuestra caja de herramientas disponible», sostuvo esta misma semana antes de reconocer que varios miembros del consejo de gobierno del BCE sugirieron retomar el programa de créditos blandos a los bancos (TLTROs). Se trata de una línea de créditos lanzada en el 2014 y 2016, cerrada a las hipotecas inmobiliarias, con vencimientos de cuatro años. La única condición que impone el organismo es que deben destinarse a la economía real. Que no tema Berlín por la siempre temida inflación. Los expertos del BCE creen que la sobreabundancia de dinero en el eurosistema no disparará los precios. Eurostat prevé que el prepunte del IPC caiga del 1,8 % del 2018 al 1,6 % en el 2019, antes de incrementarse gradualmente hasta el 1,7 % en el 2020 y el 1,8 % en el 2021. La gestación de nuevas burbujas inmobiliarias es harina de otro costal.

Relevo en el timón

Todos los planes de la cúpula del BCE podrían verse alterados por los relevos previstos este año en el organismo. La política monetaria podría sufrir quiebros en función de quién herede el timón de Draghi y si su sucesor comulga más o menos con los halcones del Bundesbank. Aunque el presidente del banco central alemán, Jens Weidmann, ha perdido fuelle en las apuestas, la influencia germana se deja sentir en los consejos de gobierno del BCE. Sabine Lautenschlaeger ha presionado a sus colegas en el último año para retirar los estímulos y subir los tipos. Con la economía alemana en retaguardia, la banquera empieza a asumir que no podrá haber subida hasta el 2020. «Espero y asumo que habrá una subida de tipos para el próximo año (…) Dependerá de la inflación que tengamos en la primera mitad y tercer trimestre del 2019», deslizó dejando entrever que el BCE no debatirá una eventual subida, como muy pronto, hasta que Draghi abandone Fráncfort.

El problema además es que las señales de peligro no solo se avistan en la zona euro. Al otro lado del Atlántico, la Reserva Federal ha emprendido el repliegue ante los signos de debilitamiento económico. Haciendo gala de su ortodoxia, el presidente del organismo, Jerome Powell, había apostado por ejecutar dos subidas de tipos este mismo año para controlar el sobrecalentamiento de la economía. Pero las cifras apuntan en el sentido opuesto: una ralentización del crecimiento. Ante este giro de los acontecimientos, el estadounidense se ha visto forzado a dar marcha atrás y dejar las ratios entre el 2,25 y el 2,5 %. Fráncfort mira de reojo a Washington. Actuará en buena medida de forma coordinada. Eso sí, con una política monetaria mucho más acomodaticia mientras persista la volatilidad en los mercados financieros. «Una convergencia continuada de la inflación requerirá al mismo tiempo de un amplio grado de acomodación monetaria», reconoce el BCE.

¿Hacia dónde dirige sus pasos el BCE?

Fráncfort quiere blindar a la eurozona para poder capear cualquier tormenta que se presente a medio plazo. Los mercados bursátiles han decaído debido a la revisión a la baja de las expectativas de crecimiento de los beneficios y los riesgos, así que no habrá movimientos bruscos. Nadie en el BCE tiene apetito. El coste de financiación para las empresas europeas debería seguir bajo para no dañar más el crecimiento: «Tanto los resultados de estudios como las evidencias basadas en los mercados señalan hacia una marcha atrás en el calendario previsto del primer incremento de tipos clave del BCE», insiste Praet, economista jefe de la institución. El diagnóstico es compartido por la plana mayor de los analistas internacionales. Esta misma semana, JP Morgan tuvo que enmendar sus previsiones de subida del pasado otoño. La entidad asume que no habrá movimientos a ambos lados del Atlántico. El crecimiento económico no ha sufrido un freno brusco, pero «no es suficiente para hacer crecer la inflación», explicó la responsable para Europa, Karen Ward. Los expertos del banco de inversión creen que, en el caso de Washington, los efectos de la reforma fiscal de Donald Trump se acabarán diluyendo este año y los vientos gélidos de la astenia económica obligarán a la Fed a seguir los pasos de retirada del BCE.