Recuperación: lo que nos dicen los datos

Patricio Sánchez SUBDIRECTOR DEL FORO ECONÓMICO DE GALICIA

MERCADOS

José Pardo

La evolución de la economía gallega tras la salida de la crisis ofrece lecturas en apariencia contradictorias. Mientras el crecimiento del PIB revela que la riqueza de las tierras de Breogán ha vuelto a los niveles del año 2008, otros indicadores como la tasa de riesgo de pobreza o el que mide el mercado laboral señalan que aún queda camino por andar para restañar las heridas

17 jun 2018 . Actualizado a las 05:11 h.

Medir el crecimiento económico de un territorio supone una tarea extremadamente compleja y que puede llevar a equívocos. Estas falsas interpretaciones o errores son frecuentes cuando las macromagnitudes económicas no son empleadas con el rigor suficiente. Un buen ejemplo de esta circunstancia se da en el momento actual cuando se habla de recuperación económica y, más concretamente, cuando se afirma que ya nos hemos recuperado de la crisis. Es frecuente que esta afirmación sea recibida con incredulidad por buena parte de la población e, incluso, sea motivo de desconfianza hacia quien la realiza. Por ello, cabe preguntarse si se trata de una mentira o un dato inexacto.

A lo largo de las siguientes líneas se tratará de explicar que la afirmación es cierta, al tiempo que también lo es la percepción social de que esto no es verdad. Aunque parezca una contradicción, no lo es, de tal modo que nos encontramos ante una aplicación práctica de cómo debe ser tratada la información económica del modo más riguroso posible.

La manera generalmente aceptada para medir la riqueza es a través del denominado producto interior bruto (PIB). Se trata esta de una magnitud creada a mediados del siglo pasado por el economista ruso, nacionalizado americano, Simon Kuznets. Desde entonces, se ha venido utilizando como referencia fundamental por políticos, analistas y medios. No obstante, ya desde su creación, el propio Kuznets advirtió de los peligros de asemejar el desarrollo social de un territorio a partir del PIB. En concreto, existen determinados aspectos no contemplados en esta magnitud con clara incidencia en nuestra calidad de vida.

Quiere esto decir que el PIB puede presentar una tendencia no coincidente con otros ámbitos que nos afectan de manera directa en nuestro día a día. Es cierto que existen intentos de cuantificar estos otros aspectos a través de índices, entre los que destaca el índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas o el índice de desarrollo inclusivo del Foro Económico Mundial. No obstante, cuando nos referimos al crecimiento de la economía, la medida de la misma se sigue haciendo mayoritariamente mediante el PIB. Por este motivo, todas las valoraciones sobre crecimiento (o no) de una economía se hacen tomando como referencia esta magnitud.

Una vez establecidas estas consideraciones conceptuales, podemos fijarnos en los datos para hacernos mejor idea de lo que estamos hablando. Para ello basta tomar los datos del PIB de Galicia (serie histórica de las Cuentas Económicas Trimestrales del Instituto Galego de Estatística) para comprobar que el año pasado se recuperó el nivel de riqueza del año 2008, en el que comenzó la crisis. Por este motivo, la afirmación de que hemos recuperado ya el nivel precrisis es correcta y no se está diciendo nada que falte a la verdad.

A partir de aquí, el siguiente paso consiste en explicar (y justificar) por qué, siendo esta afirmación cierta, no se corresponde con la realidad percibida por las familias gallegas. Para ello puede recurrirse a otros indicadores alternativos como los señalados. Así, en aras de seguir utilizando estadística oficial, un buen indicador alternativo puede ser la tasa de riesgo de pobreza, que refleja la situación de la franja de población más vulnerable desde el punto de vista económico. Como se puede comprobar en los datos del 2016, este indicador aún se encuentra muy lejos del nivel del 2008 (16,1 frente a 13,9 %, respectivamente). De esta manera sencilla se constata cómo pueden convivir las dos situaciones: una recuperación económica y, por el contrario, un empeoramiento de las condiciones de vida de un grupo relevante de la sociedad.

Una aproximación semejante puede ser realizada al observar los principales indicadores del mercado laboral, dada la clara vinculación existente entre el disponer de puesto de trabajo y el bienestar familiar. Bajo esta perspectiva económica, la tasa de ocupación refleja que la situación del mercado laboral gallego aún se encuentra lejos numéricamente del comienzo de la crisis en el 2008. En concreto, la diferencia entre el 2008 y el 2017 en ocupados es de casi 150.000 personas menos, con las inevitables consecuencias negativas laborales y, por tanto, económicas. Así pues, al igual que en el caso anterior, esta magnitud matiza lo referente a la recuperación del crecimiento económico.

Estos dos simples ejemplos bastarían para ilustrar la contradicción entre recuperación y su no percepción social. Sin embargo, esta no solo se manifiesta recurriendo a indicadores alternativos, sino que el propio PIB nos puede servir de ayuda. Para ello basta con detenerse en sus diferentes componentes y observar cómo han evolucionado. En concreto, desde el punto de vista de la demanda, resulta de interés el gasto en consumo. Pues bien, si atendemos exclusivamente a este componente podemos observar cómo la recuperación del gasto no se ha producido todavía. En términos porcentuales aún estamos a cinco puntos de los niveles del 2008 en lo que a consumo se refiere (101,5 en el 2008 frente a 96,6 en el 2017).

Gasto de los hogares

La situación se agrava todavía más si en lugar de considerar la totalidad del gasto en consumo nos centramos exclusivamente en el gasto de los hogares que es el que, de manera más concreta, recoge el comportamiento económico de las familias. En este caso, la situación es todavía más grave, puesto que son casi nueve puntos porcentuales lo que nos separa de la situación que se daba al comienzo de la crisis (103,3 en el 2008 frente a 95,0 el año pasado).

Esto quiere decir que la economía gallega sí se ha recuperado en términos de crecimiento tal y como mide el PIB, pero que su reflejo en la economía real de las familias no ha experimentado una recuperación en tal magnitud. De hecho, este ejercicio de observar con un poco más de detalle los distintos componentes del PIB, tanto desde el punto de vista de la demanda como de la oferta, supone una aproximación interesante para entender los rasgos (tanto presentes como futuros) de nuestra economía. No es momento aquí de realizarlo al extender los propósitos de este texto que se contenta con poner de manifiesto que es posible haber alcanzado la recuperación sin que esto se haya percibido. Complementariamente, si se aumenta la conciencia sobre el uso adecuado y riguroso de los datos económicos, dicho objetivo se vería reforzado. Sin duda, en momentos como los actuales de turbulencias, el rigor por parte de los que manejamos información económica tiene mucha importancia y es algo sobre lo que debemos insistir.