«La universidad me lo dio todo y tenía que devolverle algo»

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña SANTIAGO / LA VOZ

MERCADOS

XOAN A. SOLER

Como doctora en Derecho y profesora de Derecho del Trabajo pudo investigar en un campo, el de las relaciones laborales, hasta hace poco vetado a las mujeres. Eso, y ser profesora visitante en universidades como la de Nanterre -la del Mayo del 68 francés- marca carácter. Por eso pisa fuerte y se enfrenta siempre con una sonrisa a los doscientos documentos que firma cada día en su despacho

11 mar 2018 . Actualizado a las 05:02 h.

Nació en Pontevedra, en el año 1967, pero a los 16 años se fue para Santiago, y a los dos lugares y a las personas que conoció en ellos les agradece lo mucho que le aportaron. Consuelo Ferreiro estudió Derecho en la USC, donde se doctoró y se especializó en Derecho del Trabajo. «Tuve la suerte de poder estudiar un tema vetado hasta entonces para las mujeres como fue la negociación colectiva». Y a ese campo dedicó su vida académica y profesional.

-Es usted profesora visitante en varias universidades francesas. ¿Cómo le surgió esa oportunidad?

-Mi línea de investigación sobre negociación colectiva me llevó a colaborar en la elaboración de un libro con el Consejo General del Poder Judicial. Fue el primer grupo formado solo por mujeres, magistradas y tituladas en Derecho por iniciativa de Mariluz Fernández Rodríguez. Eso fue en el año 2007 y a raíz de ese trabajo hice una estancia de investigación en La Sorbona. Empecé a trabajar con la problemática de los falsos autónomos, porque había una línea gris entre asalariados y autónomos; es decir, lo que luego se llamó trabajadores autónomos económicamente dependientes. Empecé en La Sorbona y luego en Normandía, donde soy profesora visitante. Ese trabajo me llevó de nuevo al CGPJ para hacer otro proyecto y un libro sobre el trabajo autónomo. Recientemente tuve un golpe de suerte a raíz de las reformas adoptadas en Francia en materia laboral, que muchas de ellas son una copia de lo que se hizo aquí, porque nos han imitado. Hubo una iniciativa muy curiosa en la Universidad París-Nanterre, la de Mayo del 68, que se creó para enviar allí, fuera de París, a todos los locos. A los locos que valían, claro. Pues bien, se hizo un grupo de trabajo y participé en la elaboración de lo que se llama el contracódigo del derecho de trabajo, con todo su articulado, como un texto paralelo al código que publicó el Gobierno de Macron. Fue muy interesante.

-¿Por qué un contracódigo?

-Porque lo que está pasando es que el derecho de trabajo se está escindiendo del derecho civil, porque en el contrato de trabajo hay una parte débil que es el trabajador, mientras que el derecho civil trata por igual a las dos partes del contrato. Se está produciendo en la Unión Europea una retracción en la protección y el resultado es que tenemos asalariados con condiciones de trabajo paupérrimas, hasta el punto de aparecer una nueva clase que es el asalariado pobre. Las normas del derecho de trabajo se han convertido en un instrumento más de la competitividad en la economía. Y a nosotros, a un grupo de laboralistas, nos da la sensación de que la esencia para la que nació el derecho de trabajo se está perdiendo.

-Pero lo dejó todo para hacerse cargo de la secretaría de la USC.

-Me llegó la invitación del rector, Juan Viaño. Me lo pensé mucho, porque procedo de una facultad a la que adoro y este cargo es incompatible con la docencia. Pero nadie me obligó, es un servicio público y siempre estuve orgullosa de mi pertenencia a la universidad. Me lo dio todo y tenía que devolverle algo.

-Pronto va a haber elecciones. ¿Usted está dispuesta a repetir?

-Esto le corresponde a una persona durante una época concreta de su vida, porque no se puede vivir así de forma permanente. Es una dedicación casi monacal. Es lo que puedo decir de momento... [Sonríe misteriosa].

«Tendrá que haber una mujer rectora en la USC, pero para eso tenemos que estar muy unidas»

Coordina el área más vasta de la Universidade de Santiago, que engloba los procesos electorales, la programación de los consejos de gobierno y los claustros, además de los títulos, actas y certificaciones de 27.000 alumnos. A mayores, está el secretario general adjunto, que se encarga de la sede electrónica. Las matrículas, la asesoría jurídica, el registro, la oficina de reclamaciones...

-¿Cómo puede con todo?

-¿No ves esta mesa llena de papeles? Es así todos los días, firmo unos doscientos documentos diarios.

-Pero está en marcha la administración electrónica. Algo aliviará, ¿no?

-Desgraciadamente la burocracia no deja de existir, desaparece el papel pero no los trámites. Estamos en un mundo burocratizado y muy rígido, aunque es verdad que la rigidez también va asociada a las garantías.

-¿El plan de igualdad es un documento más o realmente funciona?

-La Universidade de Santiago tiene un área de igualdad que se creó antes de que fuese obligatoria y se hizo uno de los planes de igualdad más innovadores. Creo que para el empleado público la igualdad forma parte de la normalidad, pero la universidad es una estructura y arrastra hábitos y carencias, y la promoción de la mujer tiene lagunas en la USC. Se ve en cómo evolucionan las carreras, que recuerda a cómo funcionaban los gremios, donde había un maestro y un aprendiz. Pues bien, una tesis tiene que ser dirigida y el director es una pieza clave. Y aquí todavía hay profesores que son fruto de su época.

-¿No merece la USC una mujer rectora?

-Tendrá que haberla, pero para eso tenemos que estar muy unidas. Tenemos que ser inteligentes, porque cuando salió rector Juan Casares se presentaron tres mujeres y claro, no salió ninguna. Como tenemos dificultades para alcanzar las reglas de juego hay que ser buenas estrategas. La mujer no puede permitirse el lujo de dividir su voto. Creo que a veces nos falta unidad.

-Le apasiona su profesión, ¿verdad?

-Lo mío es vocacional, no hay nada más hermoso que transmitir lo que sabes y que los alumnos lo multipliquen. Es como una savia nueva cada día.