Los inventos que nos dejó la Luna

Mila Méndez Otero
Mila Méndez REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

No solo nos hace soñar con otros mundos, los humanos también ganamos con la carrera espacial; Donald Trump promete regresar al satélite con un anuncio que huele a humo

01 ene 2018 . Actualizado a las 09:41 h.

La Hermana Mary no alcanzaba a entender. Con tanta miseria en la Tierra, por qué destinar millones y millones de dólares a exploraciones marcianas. Su duda existencial podía parecer lógica. La monja radicada en Zambia escribió en 1970 una carta que llegó al entonces director del laboratorio de ciencia en el Centro Marshall de vuelos espaciales de la NASA. La respuesta del doctor Ernst Stuhlinger se sigue utilizando hoy como ejemplo ante los escépticos con indagar lo que el cielo nos depara. La última ocurrencia de Donald Trump, que los estadounidenses vuelvan a pisar la Luna, un decreto que lanza sin el correspondiente respaldo presupuestario, según los críticos con el presidente, hace necesario recuperar las razones que el físico esgrimió en su réplica titulada: «¿Por qué explorar el Espacio?».

Para empezar con una explicación más mundana, si ninguna de las misiones Apolo se hubiese materializado, al despertarse, de su casa desaparecerían los electrodomésticos sin cable, los tubos de pasta dentífrica, los pañales desechables del bebé y la sartén antiadherente para prepararse unos huevos. La jarra purificante de agua, el termómetro digital y los alimentos deshidratados en el desayuno se esfumarían. Si tuviese la mala suerte de que una mecha prendiera en el edificio desencadenando un incendio, no habría detectores de humo que lo advirtiesen a tiempo ni un GPS lo podría guiar hasta el hospital en caso de desconocer el camino. Los bomberos no estarían preparados con los modernos trajes de materiales ignífugos y con polibencimidazol, en los hospitales no contarían con monitorización ultrasónica y, si su salud es delicada, los médicos probablemente tampoco conocerían la tecnología que llevó al primer corazón artificial. Todo esto se lo debemos a las estrellas. «Divido en tres categorías los avances de la investigación espacial. En la primera están los que salvan vidas: desde el software de las resonancias magnéticas nucleares a los satélites meteorológicos, los monitores cardíacos o la espuma de los cascos de foam de los ciclistas. En la segunda sitúo a aquellos inventos que mejoran nuestro día a día: los runners no sufren tanto de las rodillas gracias a que sus zapatillas incorporaron la tecnología de los trajes de los astronautas. También tenemos unas gafas de sol más resistentes a los rayazos. Por último, están las invenciones que aún no se produjeron. El cosmos te hace soñar, pensar en otros mundos, en tecnologías punteras que aún no existen y que tienes que desarrollar para que te puedan llevar a ellos. En definitiva, despierta vocaciones científicas», argumenta el astrofísico y divulgador Borja Tosar. 

Visitar el satélite que orbita nuestro planeta no solo permitió pronunciar frases como la de «es un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad», sino que derivó en aplicaciones reales en el mundo cotidiano. «Se estima que por cada dólar invertido en investigación espacial se devuelven tres en forma de patentes a la sociedad», apunta Tosar.

Desde el láser a las células de energía solar, las pilas modernas, los infrarrojos o LEDs, los termómetros aurales, las súper prótesis o las técnicas de desinfección hospitalaria bebieron de las ideas y proyectos aplicados en las agencias espaciales. Hasta ahora la más prolífica fue la NASA, pero hace unos años que la china o la india le sacan ventaja. Que un astronauta norteamericano vuelva a alunizar como insta Trump parece poco probable a ojos de los expertos. «La Luna está lejísimos», opina el astrofísico gallego, que razona: «Cuando Kennedy aseguró en 1962 que EE.UU. lograría ir a nuestro satélite antes de que terminara la década, acompañó la frase de un cheque en blanco. Hoy la NASA no tiene una nave para subir al espacio, recurre a las rusas Soyuz». La última vez que enviaron una misión tripulada fuera de la órbita terrestre fue en 1972, en la Apolo 17. En las últimas tres décadas todos los presidentes estadounidenses han barajado la posibilidad de retomar la carrera espacial. La realidad es que «el presupuesto de la agencia espacial es solo el 2 % del que recibe el Ejército», asegura Tosar. Una merma en la que, insiste, todos salimos perdiendo. «El rescate bancario español costó unos 100.000 millones de euros. Con eso sería suficiente para llevar de regreso al ser humano a la Luna», pone como ejemplo. Al científico le gustan las comparaciones: «La investigación espacial no reclama presupuestos locos, se pueden lograr grandes avances con lo que cuesta construir unos 20 kilómetros de autopista. Mandar una sonda a Plutón, la New Horizons, cuesta lo mismo que el presupuesto del Real Madrid, es decir, 700 millones de euros [el del FC Barcelona asciende a los 897 millones]. ¡Diez años de misión por lo que supone mantener a un equipo de Primera División en una sola temporada!»

Regresando al punto de partida, a la carta de Ernst Stuhlinger, el antiguo cargo de la NASA se remontó a un hecho que sucedió, supuestamente, hace cuatro siglos. «Es la historia de un conde alemán que, al parecer, fue mecenas de un inventor que trabajaba con lentes de vidrio que él mismo fabricaba. Asolado por las plagas, el pueblo no entendió la decisión. La leyenda dice que de ahí salió el prototipo del primer microscopio, tan imprescindible hoy para salvarnos de las enfermedades infecciosas», narra Tosar. Aunque cueste verlo, la solución a los problemas de la Tierra se encuentra muchas veces lejos de nuestras fronteras.