Se alquila monte en Galicia

Gladys Vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

Gladys Vázquez / Daniel Portela / Álex López-Benito / Daniel R. Portela

Empresas madereras intentan arrendar parcelas para hacer viable su negocio, pero chocan en muchas ocasiones con los recelos de los propietarios; más del 90 % de la superficie forestal de Galicia está sin ordenar, un vasto patrimonio que se convierte año tras año en pasto de las llamas

29 oct 2017 . Actualizado a las 11:23 h.

¿Dejaría usted miles de euros abandonados en un monte? Puede parecer una visión muy simplista, pero es lo que está pasando en Galicia con una de las masas forestales más valiosas de Europa.

Nuestra comunidad vive de espaldas a su enorme superficie de monte: dos millones de hectáreas, de las cuales, 1,4 millones están arboladas. El resto es monte raso. Aún así, que un monte esté considerado como arbolado no significa que no pueda estar sucio o incluso abandonado. Que en una superficie se plantase madera en su día, tampoco significa que sea productiva. En un momento de enorme despoblación del rural y de envejecimiento de sus vecinos, son miles las hectáreas que han caído en manos de herederos que tampoco cuidan el monte. Fincas ahora en manos de las nuevas generaciones que no pueden, no les interesa o que directamente no saben qué tienen entre manos. Muy habitual es el caso del propietario de avanzada edad. Ya no quiere invertir en sus fincas. No es capaz ni de mantener el monte limpio. Y además, le ve muchos riesgos.

En estas circunstancias hay una fórmula de gestión que toma fuerza. Es el consorcio o alquiler del monte. Grandes madereras como Ence, pero también las más pequeñas, ofrecen un acuerdo al dueño de la tierra. Si es un consorcio, se acuerda explotar el monte durante una serie de años. Cuando llega la tala, se reparten los beneficios. Si es un alquiler, el pago por el terreno se puede acordar de forma mensual o anual. Empresas familiares, como la vimiancesa Maderas Caamaño, han constatado el repunte. «Fixemos os primeiros consorcios hai uns oito anos. En catro anos comezaremos a curta. Agora mesmo temos uns 20 clientes baixo estes acordos. Son preto de 500 hectáreas pola zona da Costa da Morte».

Uno de sus próximos proyectos está en una superficie de 150 hectáreas, algo que no abunda precisamente. «O monte ten que ter un tamaño algo considerable. Non menos dunha hectárea. Máis pequeno non nos compensa», dice Manuel. Y ese es precisamente uno de los problemas. Según la Xunta, un monte medio en Galicia mide tres hectáreas. Pero que eso no lleve a engaño. Puede estar dividido en hasta 15 fincas y cada una, por supuesto, tener un titular diferente. Y es que el monte de Galicia está en manos de más 673.000 propietarios, y la realidad acredita que más del 90 % de esas tierras están sin ordenar. No hay una gestión sostenible. «O ideal sería que os veciños se asociasen, pero iso pasa pouco. Os donos desconfían. Funciona mellor se es unha empresa de proximidade, que estás no pobo, que saben que cara tes», insiste Manuel Caamaño.

¿Qué bondades tienen estos acuerdos? Pues que estas empresas gestionan las parcelas de principio a fin: desde el desbroce hasta la tala. Si el precio de la madera es bajo, se puede esperar. El contacto es continuo. El monte está así limpio, con lo que eso supone de cara a los incendios.

Desde la Asociación Forestal de Galicia lo ven como una opción más, pero no la única. Como ventaja tiene que no hay que llegar a acuerdos con vecinos o familia, pero ¿qué pasa si no tienes suficiente terreno? «Cada propietario debe buscar a mellor fórmula», asegura Xosé Covelo, técnico de la AFG. «A xente toma estes camiños porque non pode xestionar o seu monte. Iso ou que teñen medo ao risco de investir no seu terreo, facer unha plantación e que lles arda».

El consorcio o alquiler no es para nada la única fórmula: existen las Proma, las SAT o las Sofor. Son diferentes soluciones legales, pero eso sí, exigen que cientos de vecinos se pongan de acuerdo.

Las Sociedades de Fomento Forestal son una de las apuestas de la Xunta. Ahora mismo existen cinco que suman 1.000 hectáreas y que agrupan a 217 propietarios. Están en Outes, A Fonsagrada, A Estrada y Silleda. Además, hay en marcha dos más, en Lalín y O Irixo, con otras 300 hectáreas y 17 propietarios. «Non importa o xeito, o propietario ten que ter claro que non perde o monte. Nos casos de particulares, pode chegar a un acordo cunha empresa; se falamos de acordos entre diferentes donos, poden xestionar eles unha parte do monte e outra cederlla a unha compañía».

Xosé Covelo lanza otra opción. «Imaxina que uns veciños teñen moitas hectáreas. Parte do monte poden usalo para plantar e vender madeira, pero ¿por que unha parte da terra, se é un souto, non llo ceden a unha cooperativa que se dedique á recollida de castañas?», explica. «Unha zona de monte produtiva pode axudar ás outras».

En el difícil proceso de ponerse de acuerdo está la reciente Asociación de Propietarios de Montes Privados de O Morrazo. Son ya 120 socios, pero siguen buscando aliados. Para ello han organizado charlas por su comarca para explicarle cara a cara a sus vecinos en qué les puede beneficiar unir fuerzas. «La gente mayor nos dice que el monte está bien así. Que sus hijos ya harán lo que quieran. No se ha hecho pedagogía», dice Manuel Freire, uno de los impulsores de un plan que no contempla de forma imprescindible el eucalipto. Y es que esta palabra, eucalipto, es la palabra maldita.

Es la especie reina en Galicia. Los datos de la Xunta dicen que hay más de 300.000 hectáreas de eucalipto en la comunidad. En otras 145.000 están mezclados con robles o pinos. Son datos del 2013. La Administración se encuentra en plena revisión del Plan Forestal y el eucalipto es la prioridad: no lo van a prohibir, pero sí regular. Y es que aquellos que se atreven a invertir, quieren un rendimiento en el menor tiempo posible. El eucalipto no deja así de ganar metros y eso nos lleva a otra terrible palabra: incendios. «Reducir los fuegos a los eucaliptos es demasiado simplista», asegura Juan Picos. El director de la Escola de Enxeñaría Forestal de la UVigo intenta explicarlo de forma fácil: «No es tanto el qué como dónde está la plantación». La misma línea sigue Serafín González, responsable de la Sociedade Galega de Historia Natural. «As autóctonas conservan máis humidade, mentres que o eucalipto está máis seco. Facilita a propagación, pero o monte non arde sen combustible». Serafín lo define como un problema complejo, pero insiste en que «houbo un crecemento do eucalipto desproporcionado. Hai quen pide cambiar zonas agrarias a forestais para seguir plantando eucalipto».

«Estamos pagando las consecuencias de lo vivido en las últimas décadas», explica Picos. «Hubo despoblación, pero también pérdida de ganadería y agricultura. ¿Qué sucede? Que el abandono forestal tarda más en percibirse».

Ambos expertos entienden que los inversores quiera resultados cercanos en el tiempo, pero piden que se contemplen otras especies. «Nuestra productividad es nuestra mayor desgracia», apunta Juan Picos. Y es que, a pesar de todo, Galicia es la mayor productora de madera de todo el país. Según los datos del Clúster de la Madera, del 2015, las talas superan los ocho millones de metros cúbicos. Más de la mitad de la madera que se corta es eucalipto. En ese año se hicieron 81.427 talas con un rendimiento para los propietarios de 300 millones de euros. Voluminosos datos para una Galicia que no atiende su monte.