La Galicia que se reinventa

Rosa Estévez
Rosa Estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

MERCADOS

Juan Salgado

La actividad creativa en nuestra comunidad superó en cuatro puntos a la media española en el 2015; las dificultades de financiación y los farragosos trámites frenan las pretensiones de muchos inventores

05 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Dicen que fue un gallego, Alexandre de Fisterra, el que inventó el futbolín. Que Ramón Verea, el padre de la calculadora, nació en A Estrada. Y Ángela Ruiz, doña Angelita, la maestra que en 1949 patentó una enciclopedia mecánica, era ferrolana. Los tres son ejemplos de ese talento gallego que es capaz de correr más que los tiempos. Ese talento que, aunque pasa desapercibido, sigue vivo, aleteando en universidades, empresas y hasta en humildes garajes en los que, al más puro estilo americano, jóvenes y no tan jóvenes se empeñan en dar forma a un invento que valga la pena mostrar al mundo. Porque Galicia inventa más de lo que aparenta. Durante el año 2015, 167 gallegos solicitaron el registro de alguna patente. Eso apunta a una ratio de 61 peticiones por cada millón de habitantes, más que suficiente para afirmar que la actividad inventiva en Galicia es superior a la media española (57 solicitudes de patente por millón de habitantes), aunque está aún muy lejos de comunidades como Navarra (141), Madrid (100), Cataluña (98), Aragón (81) o País Vasco (74).

¿Y qué inventamos los gallegos? Pues de todo. En el 2015 pasado la Oficina de Patentes y Marcas aprobó la patente de un total de 129 inventos gallegos. Si nos ceñimos a ellos, podemos afirmar que Galicia es una tierra fértil en ideas de ingeniería mecánica (46 patentes concedidas), química (29), instrumentos (825), ingeniería eléctrica (14) y otros campos más difusos, más difíciles de concretar, a los que pertenecen 15 patentes más.

Pero, ¿quién inventa?

«Para que exista innovación debe existir a inspiración para xerar novas ideas, infraestruturas e equipos de traballo capaces de desenvolvelas, e empresas e institucións que teñan a convicción, fortaleza e tenacidade para achegar á sociedade novos produtos e servizos». Las palabras son del rector de la Universidad de Santiago, Juan Viaño. Están recogidas en la última memoria anual del Área de valorización, transferencia e emprendemento de la USC. Está claro que en Galicia hay tanto talento como en cualquier otra parte, pero ¿se dan el resto de condicionantes?

Nos obliga esta reflexión a mirar hacia las universidades gallegas. Estos centros de conocimiento están llamados a ser un motor fundamental para la investigación y el desarrollo en Galicia. ¿Lo son? Volvamos a mirar los datos de la Oficina de Patentes y Marcas. En la lista de los cincuenta mayores solicitantes de títulos nacionales encontramos a las tres universidades gallegas. La primera en colarse en ese ránking, que encabeza con 92 solicitudes el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, es la Universidade da Coruña. Las 22 solicitudes de patentes tramitadas durante el año 2015 la coloca por encima de centros como la Politécnica de Cataluña o la Complutense de Madrid. La Universidade de Vigo, con 11 solicitudes nacionales, se sitúa en el puesto número 24. Con una petición menos, la USC se coloca en el puesto número 10.

Las tres universidades gallegas hacen lo que pueden con los medios de los que disponen, con los que la crisis les ha dejado disponibles. Tomemos como ejemplo la universidad compostelana. Entre los años 2007-2009, la USC captaba más de setenta millones de euros anuales para I+D. En el período 2011-2013, esa cifra bajó considerablemente del nivel de los cincuenta millones. Ahora parece haber retomado la senda del crecimiento, pero a un ritmo muy lento. «A continua redución de inversión pública en programas de I+D en exercicios anteriores afecta cada vez máis ao número e calidade de resultados de investigación», razonan desde la universidad. Afecta al número de patentes y afecta, también, al necesario trasvase de los descubrimientos realizados en la esfera académica a la realidad empresarial. Un trasvase que se realiza a través de diversas fórmulas, y en diversos ámbitos: ciencia, salud, nanotecnología...

¿invertimos?

Es una queja reiterada, vieja: Galicia no apuesta por el I+D, Galicia no confía en su talento. Desde la Consellería de Innovación e Industria aseguran que no es así. «Segundo os datos do INE, Galicia é a terceira comunidade cun maior incremento do gasto en I+D durante o 2015, cunha suba de 19,3 millóns de euros. Así, o gasto en I+D en Galicia crece un 4 % cando o incremento a nivel estatal foi do 2,7 %», dicen desde San Caetano. Esa línea se mantiene este año. «A Xunta aposta por un novo modelo industrial de futuro que pasa por apoiar a economía do coñecemento e da innovación, e para logralo o orzamento da Axencia Galega de Innovación (Gain) medra un 3,7 % para 2017, ata os 63,2 millóns de euros, priorizando o talento innovador e a atracción de investimento privado, a compra pública innovadora e as medidas necesarias para sentar as bases para un novo modelo de innovación».

Un nuevo modelo que se asienta sobre una serie de programas específicos, como Conecta Peme e Innterconecta, que «perseguen favorecer a transferencia de resultados da investigación ao tecido empresarial galego, mobilizando preto de 410 millóns de euros». Entre ambas líneas suman más de 300 proyectos y alrededor de un millar de empresas beneficiadas.

Una segunda línea es la trazada por las Unidades mixtas de investigación, «formadas por centros de investigación galegos e empresas». En las tres primeras ediciones de este programa, se han puesto en marcha 24 de estas unidades, con una inversión de 84 millones de euros que tendría un retorno en forma de «máis de 360 empregos en alta cualificación».

La tercera línea de trabajo marcada por la Xunta nos remite, directamente, a la Rede de aceleradoras galega, en la que se enmarcan iniciativas como Vía Galicia (con la Zona Franca de Vigo), Agrobiotech, Business Factory Auto, o los espacios coworking creados en lugares como Ferrol, Cabana de Bergantiños, Mondoñedo, Monforte de Lemos, Celanova, Xinzo de Limia o Santiago. A través de este conglomerado de acciones se invierten 12 millones de euros «para contribuír á posta en marcha de máis de 500 proxectos empresariais».

Aquí no llega

Las universidades gallegas inventan. Las empresas, también. Pero en Galicia la mayor parte de las patentes solicitadas llegan de particulares: 58 firmadas por hombres, tan solo doce por mujeres durante el año 2015. Estas patentes son solo la punta del iceberg.

Porque no todo el que inventa algo decide dar el paso de proteger su creación. A veces porque hace mella en ellos ese pensamiento generalizado y ruin de que «las patentes son cosa de alemanes y americanos» que sigue ahogando a mucho talento patrio. Otras, porque embarcarse en el proceso de patentar una idea exige mucho tiempo, mucho esfuerzo, mucho dinero. «Y aquí nadie te da nada». «Creo que hay proyectos que se quedan por el camino por todas complicaciones que tiene el proceso y por todos los gastos que acarrean», dice Juan Pino, inventor de un dispositivo de seguridad activa para los automóviles. Él aconseja a quien quiera registrar una patente que, antes de nada, «se ponga en contacto con quien lo haya hecho con anterioridad. Siempre podrá aportarle experiencia. Y también buscarse al mejor registrador de la propiedad industrial y, tras firmar los contratos de confidencialidad, poner en sus manos la idea que tengamos».

Las recomendaciones de Pino son similares a las que realizan otros inventores, como Michael Pérez Trigano, de Micaton. «Es fundamental acudir a buenos profesionales, porque las patentes hay que hacerlas muy bien. Y antes de embarcarse en algo así, hay que dar pasos comerciales, tienes que comprobar que tu producto se necesita, someterlos a test para recoger opiniones que te van a ser muy útiles. Y también hay que hacer prototipos, mojarse y demostrar que vendes algo más que una teoría». Los inventores, que se reivindican como tales, lo tienen claro: el esfuerzo vale la pena.