«Es una forma de entender la vida, no de ganarse la vida»

Paloma Ferro
Paloma Ferro REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

Un matrimonio coruñés ya ha compartido su casa, situada en Bergondo, a través de Airbnb con medio centenar de huéspedes de todo el mundo

11 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Adelaida y Javier nos reciben con la más amplia de las sonrisas y nos abren la puerta de su casa. Lo que por fuera parecía una vivienda moderna y fría, por dentro es todo calidez. Impresionante. La diseñó con mimo el propio Javier, arquitecto, y podría estar en las páginas de una revista de decoración. En cada rincón hay algún detalle especial y divertido, recorrerla es toda una experiencia. Cuesta creer que alguien pudiera sentirse incómodo en un espacio así, pero «a nosotros solos se nos hacía grande», asegura Adelaida. Ella tiene un hijo de una pareja anterior, pero el pequeño no siempre está en casa. Por eso hace dos años que decidieron compartirla. Pusieron un anuncio en Airbnb. Recuerdan como si fuera hoy esa primera vivencia como anfitriones. «Eran una pareja con un niño. El chico resultó ser un surfista de olas gigantes y nos regaló una foto cabalgando una en Nazaré. Nos hicimos amigos», relata Javier. Desde entonces no han vuelto a cerrar las puertas de su casa, en la que tienen una habitación reservada para huéspedes. Por ella han pasado ya más de 40 viajeros, en su mayoría extranjeros. «No lo hacemos por dinero. Nos gusta compartir nuestro espacio y nuestra vida con la gente. De hecho desde Airbnb nos han dicho que tenemos la habitación demasiado barata, que deberíamos pedir más dinero. Pero no queremos. Esta es una forma de entender la vida, no de ganarse la vida».

Son el mejor ejemplo de que la economía colaborativa no se mueve por factores puramente económicos. «El dinero es una consecuencia, pero no la motivación», apostillan. Su llegada a Airbnb se produjo poco después de un giro radical en sus vidas. Hace apenas cinco años ambos trabajaban para Inditex. «Tienes un buen empleo, una afición que te apasiona, que en mi caso es la navegación a vela, viajas por todo el mundo con tu trabajo. En principio es lo que cualquiera podía desear», explica Javier. Pero no eran felices. «Queríamos tiempo para estar con el niño, con nuestros seres queridos y para dedicarlo a aquello que realmente nos gustara. Teníamos un techo y las necesidades mínimas cubiertas, así que decidimos lanzarnos», cuenta Adelaida. Dejaron sus empleos para poner en marcha su sueño. Javier montó una empresa de navegación, Navego Contigo. Y Adelaida puso en marcha Orden Studio, una compañía como organizadora profesional. Con dos negocios funcionando, lo de compartir llegó como un complemento de su nueva mentalidad. Y conquistó sus vidas. Además de su casa, también alquilan su barco en Airbnb como espacio de alojamiento, «y luego, si quieren, los llevamos a navegar», cuenta Javier sonriendo. Acaban de poner su coche en una plataforma de alquiler entre particulares, forman parte de una cooperativa de consumo y utilizan siempre que pueden formas de economía colaborativa.

«Es curioso que a través de la tecnología estemos volviendo a los inicios, a cuando se intercambiaban objetos y servicios», reflexiona Javier. «La sociedad está cambiando. El modelo capitalista, de cada uno a los suyo, se está agotando. No es responsable ni sostenible. La economía colaborativa ha llegado para quedarse y cada día va a ir a más», sostiene Adelaida. De nuevo en la puerta, mientras nos despedimos, descubrimos otro detalle. Un adorno colgante reza el universal «mi casa es su casa».

Adelaida y Javier han compartido su casa, situada en Bergondo, con medio centenar de huéspedes a través de la plataforma de alojamientos Airbnb. | paco rodríguez