Eudoro Pardo Labarta

MERCADOS

Don Néstor y doña Clotilde culminaron su jornada de reencuentro con Vigo en uno de los palacetes más deslumbrantes de la Porta do Sol: el edificio de Pardo Labarta.

24 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Los dos indianos filosofan sobre la permuta que se produjo durante su dilatada ausencia de la ciudad: emergió una joya arquitectónica en 1912 y desaparecieron, en 1917 y 1922 respectivamente, el empresario que la encargó -Eudoro Pardo Labarta- y el arquitecto -Jenaro de la Fuente- que la diseñó. Mueren las personas, permanecen sus obras.

Eudoro Pardo Labarta tenía motivos para ser supersticioso. Uno de sus hijos, también de nombre Eudoro, se ahogó un martes y trece -el 13 de junio de 1893- en la ría de Vigo. El joven, que no había cumplido los veintidós años, embarcó en la buceta Niña con su amigo Enrique Saracho -cuñado de Augusto Bárcena- y dos marineros para navegar por el canal. Las habitualmente plácidas aguas se encresparon repentinamente, cayó un aguacero y Eudoro apenas tuvo tiempo de enfundarse un impermeable antes de que la frágil embarcación volcase y arrojara a sus ocupantes al mar. Sus tres acompañantes lograron mantenerse a flote y se aferraron a la quilla de la buceta, de donde los rescató un pesquero. Pero al joven Eudoro, probablemente trabado por el impermeable, lo engulleron las aguas. Su cadáver fue hallado quince días después.

Don Néstor recuerda perfectamente el trágico suceso, motivo de consternación y morbo de la sociedad viguesa durante semanas. Eudoro Pardo Labarta, el padre de la víctima, regentaba ya por entonces la droguería más prestigiosa de la urbe, cooperaba con los hermanos Enrique y Ramón Peinador en la promoción de las aguas de Mondariz y era copropietario, junto al caldense Laureano Salgado, Manuel Bárcena y otros socios, de La Concha de Arosa, el coqueto balneario de Vilagarcía abierto en 1888.

CASA FUNDADA EN 1840

El establecimiento de droguería lo había fundado Leonardo Pardo en 1840, seis años antes del nacimiento de su hijo Eudoro. El comercio prosperó con rapidez. Además de las ventas al por menor, el comercio-droguería suministraba los productos utilizados para desinfectar los «buques apestados» y los pasajeros sometidos a cuarentena en la isla de San Simón.

Mientras tanto, Eudoro se forma en prestigiosas escuelas de comercio de Francia, Alemania e Inglaterra. Rematados los estudios, regresa a Vigo y se apresta a tomar las riendas del negocio. En 1869, Eudoro, con veintitrés años de edad, contrae matrimonio con la joven María de la Luz García Durán, perteneciente a una adinerada familia de México. En 1875, y tal vez por influencia de los suegros, es nombrado vicecónsul de esa república en Vigo. Y en 1879, su padre le hace un hueco en la cabina de mando de la droguería y entre ambos constituyen la sociedad Leonardo Pardo e Hijo. El padre fallece en abril de 1886 y, desde entonces, el nombre de Eudoro Pardo Labarta ocupará el frontispicio del veterano establecimiento.

Al despuntar el siglo pasado, casi al mismo tiempo en que don Néstor y doña Clotilde atraviesan el Atlántico con rumbo a América, el establecimiento mercantil de Pardo Labarta es ya «uno de los más reputados de España». Así lo afirma al menos la revista Mondariz, editada por su amigo Enrique Peinador.

Por esas fechas, cuatro  de los más importantes drogueros del norte de España unen sus fuerzas y constituyen, con sede social en Bilbao y un capital de cinco millones de pesetas, la Sociedad Española de Droguería General. Los partícipes son Barandiarán y Compañía, de Bilbao; Pérez del Molino y Compañía, de Santander; Palicio y Rodríguez Porrero, de Gijón, y Eudoro Pardo Labarta. Conciben un gran centro productor, con maquinaria y tecnología adquiridas en Francia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos, para sustituir los artículos «que hasta hoy les suministraban las fábricas extranjeras». Fabricarán, según detallan en un anuncio, pastas, pinturas, barnices, masillas, aceites, grasas, productos químicos y farmacéuticos, colores en polvo, secantes, brochería, cepillería, plumeros y tintes.

DROGUERÍA Y FARMACIA

Además de aquellos productos, Eudoro Pardo despacha en su droguería aguas medicinales de los principales manantiales gallegos: Mondariz, A Toxa y Verín. Expende también los medicamentos más en boga para la curación de los males que se agazapan en cualquier rincón de la anatomía. Quezaral Digestivo, del doctor Carceller, «maravilloso remedio para curar todas las indisposiciones del estómago e intestinos». Dieroides Pectoral Roselló, ante el cual -«tose el que quiere», dice la publicidad- «ninguna tos resiste veinticuatro horas». La Piel, un «descubrimiento sensacional» del farmacéutico y químico francés Richelet, que elimina eczemas, herpes, acnés, sarpullidos, rojeces, llagas varicosas y demás. Emulsion Vitae, indispensable para los niños, ya que combate la escrófula, el raquitismo y la tuberculosis incipiente. El Nauseofen contra el mareo, que nadie debe olvidar cuando embarca en el puerto de Vigo. Las píldoras Graham, que tanto curan jaquecas como corrigen desarreglos de la menstruación. La Urosolvina, contra la gota, la piedra o las afecciones de vejiga y riñones. Y sobre todo, el cóctel de plantas que más interesa a don Néstor: «Las veinte curas vegetales del Abate Hamon», indicadas para todo achaque del cuerpo o incluso del alma.

Hombre de ideas conservadoras, concejal -rechazó varias veces el cargo de alcalde- y amigo de Elduayen, Pardo Labarta coronó con éxito su empeño en la esfera de los negocios El majestuoso edificio que construyó en la Porta do Sol, diseñado por Jenaro de la Fuente e inaugurado en 1912, simboliza el poder económico que alcanzó en la ciudad viguesa. Falleció el empresario en su finca de Villa Luz, el 16 de enero de 1917, rodeado de su esposa y de sus hijos Victoria, Leonardo, Nieves, Carmen, Asunción y Luz. Todos, menos aquel que llevaba su nombre y que la ría le arrebató un funesto martes y trece de 1893.