Una avispa en el laberinto

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias A ORILLAS DE LA CIFRA

MERCADOS

10 feb 2015 . Actualizado a las 20:14 h.

La imagen del laberinto es la que mejor concuerda con la situación de la eurozona en los últimos cinco años. Un laberinto donde el aire se ha ido haciendo cada vez más irrespirable, con consecuencias sociales y políticas deplorables, y en el cual se han ido gestando las condiciones para un largo período de estancamiento económico. Recordemos que en esa atmósfera pesada, entre el 2010 y el 2012 todas las partes -es decir, Comisión Europea, gobiernos nacionales y BCE- jugaron un único juego, el de la austeridad compulsiva y generalizada, sin dejar margen alguno para impulsar ciertos estímulos que permitieran respirar. Todas las iniciativas para buscar una salida eran sistemáticamente bloqueadas por el famoso nein de la parte alemana, ya se tratara de la puesta en marcha de los eurobonos (¡cuántos problemas y desatinos nos habríamos ahorrado con eso!) o de una simple, pero significativa, reducción de los ritmos de la consolidación fiscal.

A partir del 2012, el único actor en ese juego que comenzó a tantear una vía de escape fue el eurobanco: en medio de grandes luchas de poder, su política fue cambiando lentamente, hasta el viraje profundo de las últimas semanas. Pero el señor Draghi no pasa de ser un mero tecnócrata y sus medios, de gran impacto en el corto plazo, lo son mucho menos en una perspectiva temporal más dilatada: de la política monetaria por sí sola, sin una combinación con medidas fiscales audaces, no deben esperarse grandes éxitos. En todo caso, no es la potente herramienta que necesitamos para combatir las amenazas de estancamiento. La nueva Comisión Juncker y el comisario Pierre Moscovici, por su parte, da algunas muestras de querer alejarse de la patética inacción de la etapa precedente: la idea de que determinados gastos de inversión no computen para el déficit va en la buena dirección.

Pero la lógica del poder de decisión dentro de la UE sigue siendo en lo fundamental intergubernamental. Es decir, corresponde a los gobiernos nacionales. Y es ahí donde todas las búsquedas de una salida han quedado bloqueadas por el momento, dada la escasa fuerza con la que fueron defendidas por sus promotores (principalmente, el presidente francés). Pues bien, a ese ambiente pasmado es obvio que ha llegado un avispa bastante agresiva, con la cara del nuevo Gobierno griego, en el que de pronto ha cobrado gran notoriedad -quizá por encima del propio Tsipras- el ministro Yannis Varufakis.

Las primeras intervenciones de Varufakis sorprendieron por su radicalidad, en especial su exigencia de disolver la troika. Sin embargo, en pocos días ese asunto ha entrado con fuerza en la agenda de las conversaciones europeas a múltiples bandas, y da la impresión de que franceses e italianos, que necesitan urgentemente una nueva política, esta vez sí están decididos a aprovechar el aguijón griego para reforzar sus propias posiciones a favor de un viraje. El antiguo ministro alemán Joschka Fisher acaba de escribir que todo esto representa «un funeral griego para la austeridad alemana». No es seguro que ello vaya a ser así, quizá ni siquiera sea probable, pero que se ha abierto una posibilidad nueva de salida es indiscutible.

Al final los dos jugadores de riesgo, Alemania y Grecia, decidirán. El resto de los gobiernos debieran favorecer el acuerdo, y no dificultarlo como hace el nuestro. Más allá de los gestos, los griegos parecen haber entendido que con las quitas unilaterales no se juega. De algunos artículos de Varufakis, un economistas bastante prolífico, se deducen propuestas discutibles, pero interesantes, y que desde luego nadie podrá tildar de nacionalistas sino de abiertamente proeuropeas (véase A Modest Proposal for Resolving the Eurozone Crisis, 2013). Quién sabe si al final el minotauro?..