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Apuesta por la industria conservera gallega

SOMOS MAR

CARMELA QUEIJEIRO

El autor defiende que es preciso adecuar los contingentes arancelarios de lomos de atún a las necesidades de las empresas para que estas puedan competir con otras firmas mundiales

10 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno de los máximos especialistas en el campo de la estrategia económica mundial, Michael Porter, al describir las ventajas competitivas que poseen las empresas señalaba cinco fuerzas fundamentales que caracterizan y aportan fortaleza a una actividad. Primero, tener en consideración las amenazas de entrada de nuevos competidores; analizar el peligro de la llegada de nuevos productos de sustitución; conocer el poder de negociación de los suministradores; lo mismo con el de los clientes y, finalmente, evaluar la rivalidad entre las empresas presentes en el mercado.

Estos cinco elementos resultan básicos para afrontar una mayor y más intensa competencia sectorial. Y en base a estas consideraciones es justamente, sin desviarse un ápice, como hay que entender la postura defendida por Anfaco en sus demandas a las Administraciones reguladoras de la pesca, ya sean comunitarias o de ámbito estatal o gallega.

Larga tradición

No hay duda de que el sector de la conserva posee una larga tradición en Galicia. Y tampoco es nuevo afirmar que está arraigado en determinadas áreas del litoral, donde constituye la base principal de sus economías, ya que aporta un valor añadido indudable, medido en términos de empleo y de rentas.

Pero lo más significativo es que la industria de los productos transformados y elaborados es una actividad de carácter global. Por tanto, se deben tener en consideración elementos tales como los avances en la tecnología de alimentos; la presencia de productos sustitutivos; la mayor o menor dependencia cuantitativa y cualitativa de las materias primas; o las preferencias de los consumidores en lo tocante a los precios, calidad y trazabilidad. Sin duda alguna, estos asuntos deben ser analizados con profundidad, so pena de poder verse arrastrados a procesos de reconversión y cierre de empresas; de marginación y de ostracismo en los mercados.

Tres tipos de estrategias

Por eso, las respuestas empresariales del sector de la conserva de pescado se pueden dirigir hacia tres tipos de estrategias. La primera, apostando por los costes, lo que significa bajar los precios hasta umbrales críticos, pero con el riesgo de descapitalización.

La segunda, optando por la diferenciación, inclinándose por la innovación, presentando características diferentes del producto. Y la tercera, girar hacia la especialización, concentrándose en un solo ámbito de la actividad, aprovechando las experiencias y las competencias específicas.

El actual debate sobre las distintas estrategias de la industria transformadora se ajusta perfectamente a las tesis de Porter. Pero, en Galicia, posee otra consideración adicional.

La comunidad gallega cuenta con un complejo mar-industria de un tamaño muy considerable y muy relevante a nivel europeo. No debe, ni puede estar pendiente de estrategias y tácticas cortoplacistas, como las que se desprenden de la Comisión Europea o del Gobierno de España, sino de apostar por mejores posicionamientos a medio y a largo plazo. Por eso, defender los intereses nacionales significa pensar en el conjunto, y no en postulados proteccionistas, ni de carácter de urgencia o de criterios paliativos.

El complejo mar industria

El complejo mar-industria debe abarcar todos los procesos integrados; debe orientarse hacia mercados globales; debe reforzar la presencia internacional de las empresas; y, además, debe subrayar el elemento territorial, vinculado al concepto de marca-país.

Los postulados de la industria conservera gallega reclamando su derecho a ser competitiva y a mantener su actividad es un llamamiento a la internacionalización. De ahí que la necesidad de poder contar con suministros de materias primas debería ser considerada como un asunto incuestionable. Como también la obligatoriedad de continuar proponiendo avances biotecnológicos en el campo alimentario, o como la apuesta por reforzar la posición y presencia en los mercados globales.

Malas decisiones

Un análisis más detallado nos ha permitido comprobar cómo, en otras ocasiones, malas decisiones han arrastrado a problemas de mayor envergadura, y cómo no se han solventado los problemas tras una posterior evaluación de las medidas adoptadas.

Por eso, es preciso adecuar los contingentes arancelarios relativos a los lomos de atún a fin de ajustarlos a las demandas de nuestra industria conservera para que pueda competir con otras empresas mundiales. Y, al mismo tiempo, exigir el cumplimiento estricto de los estándares comunitarios en los campos sociales y laborales; de seguridad y salud en el trabajo; medioambientales y de respeto a los recursos; de seguridad alimentaria e higiénica-sanitaria. Es decir, evitar un desequilibrio competitivo, alentar un respeto a las condiciones equitativas; y poder garantizar una competencia y rivalidad no desleal. Y todo ello contribuyendo a eliminar la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada.

Se trata, pues, de apostar por nuevos marcos para la industria conservera, dotarla de mecanismos eficaces de gestión y de transparencia; y de poder responder a las inquietudes de progreso.

Fernando González Laxe es catedrático de Economía Aplicada.