El profesor de Guitiriz que da ejemplo en su casa

Xosé María Palacios Muruais
XOSÉ MARÍA PALACIOS VILALBA / LA VOZ

GUITIRIZ

SUSO PENA

Jesús Losada usó madera vieja para una cúpula, y las ocas evitan que crezca mucho la hierba

13 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Una vida que de nuevo se desarrolla en el lugar de origen, tras haber tenido escenarios en varios países del mundo, en una casa de la familia como hogar. El guitiricense Jesús Losada podría encajar en esa expresión, aunque quedarían fuera muchos matices. La casa en la que vive fue construida -su actual morador calcula que hace unos cien años- por su abuelo Manuel Losada, que era conocido, según recuerda su nieto, por Landoeira en alusión a la aldea donde había nacido. Y si la vivienda está relacionada con quien decidió levantarla, su situación actual parece una muestra de pasado y de futuro, como si Jesús Losada aplicase en sus aficiones y en su tiempo libre algo de su vocación didáctica.

Una cúpula cuyos soportes son de madera llama la atención en el exterior de la finca. La madera es de pinotea, y se usó al sobrar de la rehabilitación que emprendió Jesús Losada antes de trasladarse; un total de 160 triángulos de madera soportan la estructura, que tiene ocho metros de diámetro y una tela como la de muchos invernaderos por encima.

El sistema, dice Losada, es muy usado en países de América y de Asia expuestos a huracanes o a terremotos, porque el viento resbala sobre la estructura. Dentro de la cúpula, una piscina que se nutre de agua de un pozo de la finca -así se evita que lleve cloro, lo que causaría problemas a los peces- funciona con un sistema de circulación cuya bomba construyó Losada con piezas de una lavadora.

En el agua hay peces ornamentales, carpas koi, que, afirma Losada, pueden vivir decenas de años y alcanzar un metro de longitud; estos son por ahora más modestos, pues los compró hace tres años, cuando eran alevines, y andan por los 50 centímetros de tamaño. En la piscina hay plantas ornamentales como cola de zorro o la menta de agua, que, agrega el dueño de la casa, «dá un té moi rico»; pero dentro de la cúpula crecen también otros vegetales como el berro, el apio o la lechuga.

En los contenedores de compost hay ejemplares de lombriz roja californiana, que crecen con rapidez y se reproducen con abundancia; sirven de alimento a los peces, pero además quitan los malos olores del compost y favorecen, con sus microbacterias, la descomposición de la materia orgánica.

 Frutales

El compost se usa para los cultivos del interior así como para los árboles frutales que crecen al aire libre y que en algunos casos ya plantó el abuelo del actual morador. En la finca que alberga perales y manzanos, como es normal, crece la hierba, aunque no se suele oír el ruido de una segadora cuando hace falta cortarla. Un total de 15 ocas se encargan de comer la hierba, y si se exceden en su alimentación, se van unos días a una casa vecina para que el césped no quede muy afectado. «Dende que as teño, non volvín cortar a herba; non teño que andar preocupándome», dice Losada.

Las ocas ponen huevos de enero a junio. No se comían todos, aunque el dueño de la casa descubrió en Internet que tenían buena salida, y con la venta de los sobrantes se acabó ese pequeño problema. ¿Es esta, pues, una casa autosuficiente? Losada explica que la suya es más bien una ecología sencilla: igual que otros tienen sus aficiones, la suya es esta unión de prácticas aprendidas en Internet y de sus padres, que eran agricultores.

Una vida como la del salmón, con regreso al punto de partida

Losada volvió a vivir en Guitiriz tras 34 años fuera. Así como parte de lo aplicado en su huerto fue aprendido de sus padres, en esta decisión hay, como él dice, una parte muy autóctona: «Volvín á terra, como o salmón; moi galego tamén», afirma. También fue algo muy galaico -«esa cousa da terra», manifiesta- lo experimentado en tanto tiempo pasado en el extranjero, aunque su mujer nació en El Salvador y sus hijos viven en el extranjero, así que amplitud de horizontes no le han faltado ni le faltan.

Con 65 años, confiesa, «case seguro que quedo aquí». Esa fue la razón que lo animó a restaurar la casa familiar y a convertirla en su domicilio. ¿Encontró un Guitiriz muy cambiado? «Houbo sitios que cambiaron máis», sostiene. Eso sí, gran parte de los que conoció en su juventud y de los que estudiaron con él están hoy fuera.