Dos voluntarias italianas
Giulia Franchi y Marta Scarsella son italianas y participan en los campos de trabajo que organiza la Asociación Castaño y Nogal en Os Ancares. Aunque se definen como personas muy distintas la una de la otra, en la diversidad está la fuerza y ambas demuestran sus habilidades al borde del río Donsal.
Vida rural
Giulia Franchi está graduada en Filosofía y Letras y ha hecho un máster en Ciencias Internacionales. Es de Montefino, un pueblo de mil habitantes de la provincia italiana de Teramo, en Abruzos. «Encontré la asociación buscando en Facebook», explica la voluntaria, que, al igual que el 90% de compañeros que acudieron a los campos de trabajo, hizo una estancia Erasmus en España. «Estuve cinco meses en Valadolid y ahora continúo mejorando mi castellano», cuenta Franchi.
«Es importante conocer y trabajar con asociaciones ambientales como esta», declara la italiana, que también explica que nunca había estado en un campo de trabajo. «Estoy acostumbrada a la vida rural porque vengo de un pueblo como Quintá», cuenta la voluntaria, que dice que la estancia no está siendo dura para ella porque «también desbrozaba» en su pueblo italiano «a pesar de tener poca fuerza».
Una bailarina en Quintá
Marta Scarsella es licenciada en Coreografía y en Ballet de la Enseñanza y viaja desde Ladíspoli, una ciudad de más de 40.000 habitantes que está a 50 kilómetros de Roma. «El paisaje y la naturaleza me dejan algo que puedo usar en mi trabajo ya que me provocan sensaciones y emociones», explica la voluntaria, que también se declara «contenta» con la experiencia en el campo de trabajo. «Quería hacer algo diferente en España, porque ya había estado en Bilbao y en Barcelona», cuenta Scarsella, que nunca había hecho senderismo.