El toro de Osborne de Becerreá vuelve a ser rosa

Suso Varela Pérez
suso varela LUGO / LA VOZ

BECERREÁ

Aspecto que tiene en la actualidad el toro de Osborne de Becerreá, aunque desde la lejanía y con el brillo de la luz su tono asemeja al rosa
Aspecto que tiene en la actualidad el toro de Osborne de Becerreá, aunque desde la lejanía y con el brillo de la luz su tono asemeja al rosa OSCAR CELA

La valla junto a una colina de la N-VI en O Cereixal aparece pintada de naranja claro,  pero desde lejos parece rosáceo, como ya sucedió en el 2006

30 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El único toro de los 92 repartidos por España de la marca Osborne que hay en la provincia de Lugo se ubica en una colina del núcleo de O Cereixal, en Becerreá, a 823 metros de altitud, a la altura del kilómetro 462 de la N-VI en dirección A Coruña.

Pero desde hace tres lustros la mítica valla publicitaria no puede descansar en paz. Si en el verano del 2006, varios desconocidos pintaron el toro totalmente de rosa (a los pocos días fue restaurado su color negro), y en el invierno del 2009 el ciclón Klaus tumbó al suelo la estructura metálica de seis metros (fue repuesto dos meses después por una nueva), ahora ha vuelto a ser pintada por desconocidos.

En esta ocasión los autores no completaron todo el trabajo, quizá porque la escalera que usaron no les aportó toda la altura necesaria para llegar hasta arriba, o porque se quedaron sin pintura suficiente. Pudieron pintar gran parte del cuerpo, pero no alcanzaron la zona superior ni la cabeza y los cuernos, aunque sí le dibujaron unos simpáticos ojos. El caso es que utilizaron una pintura naranja, con un tono claro, que desde la lejanía y con el brillo de la luz, vuelve a aparecer rosa para los conductores y vecinos de la zona. «Lo tuvieron que pintar hace pocos días, porque pasé por la zona hace poco y no lo vi cambiado», explicaba este miércoles un vecino de O Cereixal.

Aspecto con el que apareció, pintado de rosa, en el verano del 2006 la valle del toro de Osborne de Becerreá
Aspecto con el que apareció, pintado de rosa, en el verano del 2006 la valle del toro de Osborne de Becerreá Pradero

Este icono supone para muchos un símbolo de la marca España, o incluso de la nación española; pero también es percibido por otros como un símbolo anacrónico, vinculado a la masculinidad y hasta el franquismo.

Por el momento se desconoce cuándo volverá a ser reparado por la empresa de licores. En la primavera y el verano pasaría más desapercibido el nuevo pintado, ya que la arboleda tapa la visión desde la N-VI, mientras que desde la A-6 no se aprecia. Pero en el invierno, sin hojas en los árboles, se puede ver si uno se fija bien en la colina donde se levantó, y a la que es muy complicado acceder ya que hay que superar abundante vegetación y una zona de cantera. 

«Un torito»

El origen de esta famosa marca de brandi de Jerez nace en 1956 con la silueta de un toro de lidia de 14 metros de altura y 150 metros cuadrados. Las vallas primitivas eran de madera pero la poca resistencia a las inclemencias meteorológicas hicieron que se cambiarán por las de metal, ancladas las torretas que sostienen la figura con hormigón, 4.000 kilos de peso y hasta 50 kilos de pintura negra. En este sentido, en la valla de Becerreá estamos ante un «torito» porque su altura apenas llega a los seis metros y su longitud es inferior a los cuatro.

Parte de atrás del toro de Osborne en O Cereixal, en Becerreá, con la N-VI al fondo a la derecha
Parte de atrás del toro de Osborne en O Cereixal, en Becerreá, con la N-VI al fondo a la derecha OSCAR CELA

Esta valla estuvo a punto de desaparecer del paisaje español tras la Ley de Carreteras de 1988, que obligaba a retirar la publicidad de las vías nacionales. Se quitó el logo de Osborne. El reglamento de 1994 fue más taxativo y exigía su retirada completa, pero tras una campaña social el Congreso de los Diputados decidió dejar las vallas «como patrimonio cultural y artístico de los pueblos de España».

Una sentencia del Tribunal Supremo de 1997 lo «indultó» por «su interés estético y cultural». Parece que en Becerreá la sentencia no se cumple, porque además de los jabalíes, que no le tienen miedo al toro y se acercan tan campantes al cerro de la montaña, hay desconocidos que también prefieren cambiarle el aspecto estético y adaptarlo a los tiempos que corren.