Todo bajo control

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

BECERREÁ

08 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Estábamos tan convencidos de que nos hallábamos fuera de todo peligro que nos quedamos tiritando. Y con una sensación de desprotección que nos supera. Aquí no iba a llegar el ébola y, en el caso de que lo hiciera, estaba todo controlado porque nuestras autoridades sanitarias trabajan sin descanso para ello. Eso nos dijeron. Pero resulta que una auxiliar de enfermería de Becerreá dio al traste con las previsiones y a día de hoy tenemos a medio centenar de parroquianos con el agua al cuello.

El ébola no es una afección de garganta, pese a que nos queda la sensación de que ha sido tratado como tal. Con el trasiego de afectados, informaciones triunfalistas y un par de mensajes para rebajar el alarmismo y vendernos eficacia, solidaridad y altruismo. Falló todo lo demás: las previsiones, los protocolos, las alertas y la detección. Falló la gestión, que lleva a España a ser el único país avanzado con víctimas mortales. Porque alguien pensó que repatriando afectados se acababa el problema sin valorar la posibilidad de extender la epidemia. Y alguien permitió que una profesional que había trabajado en un puesto de riesgo permaneciese una semana de aquí para allá sin control alguno.

La ministra de Sanidad aplicó al ébola lo que al resto de los problemas que nos afectan. Recortar hasta lo indecible y dejar que el paso del tiempo les dé solución. No hacer mucho caso y que se diluyan como un azucarillo. Pero esta vez no estamos ante un asunto menor; existe preocupación y alarma. Y, lo que es peor, riesgo evidente. Nos entró el pánico al escuchar el mensaje consolador de la ministra del ramo. «Les quiero transmitir un mensaje de tranquilidad», dijo. Que es lo peor que nos podía decir.

Incapaces de articular un par de frases coherentes, lo que ofrece una sensación de impotencia que en nada favorece la situación, los responsables sanitarios han tomado, después de 24 horas, la primera decisión. Matar al perro de la auxiliar lucense. Será por aquello que siempre se dijo de que muerto el perro se acabó la rabia.

Lo tienen todo bajo control.