Un centenar de vecinos graba un libro para Olga, con daño cerebral

LUGO

Jordi Sánchez y Olga Escolano
Jordi Sánchez y Olga Escolano CEDIDA

La pandemia obligó a suspender la terapia a la que acudía para recuperarse de las graves secuelas sufridas tras una operación en la que le fue extirpado un tumor

08 may 2020 . Actualizado a las 10:07 h.

Unas 90 personas han participado en la grabación de alguna de las páginas de El Hobbit, la obra de J.R.R. Tolkien, que reconecta a Olga Escolano con su vida anterior, cuando adentrarse en un bosque remoto era tan fácil como abrir ese libro. La operación de hace cuatro años para extirparle un tumor le dejó graves secuelas cognitivas que mantienen su mente lúcida, pero que dificultan su concentración y alteran su comportamiento. Las patologías respiratorias que la llevaron a abandonar Barcelona e instalarse en Antas de Ulla la han sometido a un confinamiento doble como persona de riesgo. Pero un coro de voces se cuela cada día en su casa para recordarle que no está sola.

El estado de alarma por la pandemia obligó a suspender la terapia a la que Olga acudía cada semana a Santiago con la Asociación Sarela, dedicada a la rehabilitación de personas con daño cerebral adquirido.

«Como cuidador, eso te complica todavía más las cosas porque estas personas no disponen de las mismas herramientas que nosotros para distraerse», explica Jordi Sánchez, marido de Olga, desde la casa de su madre en Antas a la que se trasladaron a vivir tras la recomendación de su neumólogo de alejarse de la contaminación en Barcelona.

A vida o muerte

A las dos semanas de instalarse en Galicia, a Olga le detectaron un tumor y la sometieron a una operación a vida o muerte. Las secuelas tras pasar por el quirófano se esconden a los ojos de quien la mira, no son físicas, sino cognitivas, pero la convierten en una persona muy vulnerable ante el covid-19. Aunque el paseo es recomendable para rehabilitar el daño cerebral, en este momento constituye un enorme riesgo para ella.

Las cinco placas de titanio en su cabeza, la cicatriz de una oreja a otra, sumadas al asma y a una sensibilidad química múltiple, la obligan a recluirse en un confinamiento incluso más estricto.

«Hay muchos casos como el de Olga, que llevan varios años con una vida limitada y que no tienen herramientas ni recursos para sobrellevarla», lamenta Jordi, quien subraya la dificultad de estas personas para concentrarse en una acción, sea un libro, una película o una serie, que les permita evadirse. «A veces puedo llegar a ver Sálvame porque no me hace mucha falta pensar», añade mordaz la protagonista de esta historia, en la que el 27 de marzo empezaron a incorporarse voluntarios.

Una legión de voluntarios

Ese día Jordi recibió por WhatsApp los primeros audios con párrafos de El Hobbit. Se los había enviado Ana, una vecina que coincidió con su mujer en una excusión poco antes de la pandemia. «Es muy difícil conocerlos y que su historia no te emocione», afirma la persona que buscó en sus estanterías obras del autor del que Olga se había manifestado enamorada.

«Sabía que ella era fan de El Señor de los Anillos, pero no tenía ese libro en casa, el único de Tolkien que encontré fue El Hobbit», explica Ana, que contactó con el matrimonio gracias a una amiga en común.

Empezó a enviarles los audios que grababan sus hijos y ella y después sus sobrinas y sus compañeras de Palimoco Teatro y componentes del grupo de teatro de Antas, y Sandra, Rudi e Isabel, de la Asociación Quercus Sonora, y Teresa, de la biblioteca de Antas, y Javier, el párroco. Y múltiples amigos y familiares. En total, 91 personas leyendo El Hobbit para ella.

«Ese libro es de las pocas cosas que le recuerdan a su vida antes de estar con las limitaciones de ahora, le ha aportado calma, tranquilidad y relajación», señala Jordi mientras ella escucha. Es el mismo libro que Olga leyó a su hermano en el hospital después de un accidente. «Es increíble que sea el mismo», suspira.