El viticultor de fin de semana se esfuma con el confinamiento

Luis Díaz
Luis Díaz MONFORTE / LA VOZ

LUGO

Vides en brotación en la ribera de Doade, en una foto tomada el pasado 25 de marzo
Vides en brotación en la ribera de Doade, en una foto tomada el pasado 25 de marzo CEDIDA

Las debilidades del modelo de producción de uva en Ribeira Sacra se acentúan por la crisis sanitaria

05 abr 2020 . Actualizado a las 19:21 h.

«La viña no entiende de alarmas sanitarias», dice Fernando González. Los trabajadores de su bodega, Algueira, son de los pocos que se dejaron ver por la ribera en las primeras semanas de confinamiento. Es época de labores decisivas para una vendimia que parece lejana, pero para la que ya corre la cuenta atrás. Pese a ello, estos días apenas se aprecia movimiento en los viñedos. La pandemia desnuda el delicado equilibrio de la producción de uva en la Ribeira Sacra. Como por arte de magia, se esfumaron los viticultores de fin de semana.

A partir de marzo, las viñas requieren cuidados que no admiten demora. La primavera despertó las cepas del letargo y los brotes de los futuros racimos ganan centímetros de un día para otro. No solo hay que aplicar azufre para proteger las vides de hongos como el oídio: también urge desherbar para que la vegetación no los ayude a expandirse. El presidente del consejo regulador, José Manuel Rodríguez, bodeguero en Amandi, es de los que pasan parte del confinamiento con la mochila de los fitosanitarios a la espalda.

«Fóra da xente que traballa para as adegas, por aquí non se ve moita xente. Houbo días nos que só atopei a outra persoa nas viñas», dice Rodríguez, al otro lado del teléfono. Atiende la llamada desde un viñedo de Doade próximo al embarcadero del catamarán del Sil, una de las laderas más cultivadas y donde mejor se paga la uva en la denominación de origen Ribeira Sacra.

Doade no es un caso atípico de las secuelas de la alerta sanitaria sobre la viticultura heroica. Pasa lo mismo en las riberas de Vilachá de Salvadur, otra de las zonas históricas de cultivo del Sil. «Algún día estiven eu só na ribeira», contesta a la llamada José Besteiro, cosechero en Eivedo, donde suelen abastecerse de uva bodegas como Rectoral de Amandi, Abadía da Cova, Ponte da Boga o Guímaro.

En principio, la ampliación de las restricciones motivadas por el coronavirus no impide a los viticultores trabajar las viñas. Deben realizar los desplazamientos atendiendo a las normas fijadas por el Gobierno y provistos de la tarjeta que acredita que sus parcelas están en la denominación de origen Si no disponen de ella, y según la información divulgada por el consejo regulador, es suficiente con que lleven encima el carné de manipulador de productos fitosanitarios.

Venir desde Vigo

El problema es que la alerta sanitaria complica el desplazamiento de los numerosos viticultores que residen fuera de este territorio. «Profesionais hai catro. As viñas son un complemento para ter viño na casa e facer algúns cartos coa venta da uva sobrante. Moita xente vén traballalas cando pode dende Vigo ou Santiago. A realidade na Ribeira Sacra, levámolo dicindo hai tempo, é que non hai viticultores», señala el presidente del consejo regulador.

Las zonas europeas como Ribeira Sacra, en las que se trabaja el viñedo en condiciones orográficas extremas, están asociadas a una organización con sede en Italia que reclama medidas de discriminación positiva para facilitar el relevo generacional en esos lugares. En algunas regiones de Alemania, Suiza e Italia acogidas al Cervim, como se conoce a ese organismo, se conceden ayudas por hectárea a los viticultores que cultivan las viñas en fuerte pendiente.

El debate de fondo va más allá de la producción de vino. Están en juego modelos de sostenibilidad de la población rural en zonas de alto valor paisajístico y medioambiental. En el caso concreto de Ribeira Sacra, el viñedo es el eje sobre el que pivota la candidatura a la declaración de Patrimonio de la Humanidad cuya tramitación acaba de aceptar la Unesco. «A crise sanitaria retrata a realidade do campo na nosa zona. Se non se toman medidas, esta paisaxe non vai ter futuro. O tempo dos estudios rematou, fan falta axudas», dice José Manuel Rodríguez.

Según datos del consejo regulador, la medida de edad de los 2.353 viticultores inscritos -en el 2011 eran casi 3.000- se sitúa en 65 años. Otro apunte: pese al buen momento de las ventas y las nuevas plantaciones de las grandes bodegas, la superficie de viñedo disminuye desde hace once años. De momento, la postal de las viñas en bancales se mantiene. Pero la fecha de caducidad podría estar próxima.