«Los peregrinos suelen llorar mucho y a veces también lo hago yo»

Benigno lázare LUGO / LA VOZ

LUGO

Franciscano desde hace 34 años, recaló en O Cebreiro tras varios destinos, uno en Marruecos

10 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

El fraile José Quintela nació en un ambiente muy sencillo, en una aldea de San Xoán de Río, en la zona ourensana de Trives. Como franciscano siguió viviendo toda su vida en la misma sencillez pero en ambientes muy distintos, en Ponteareas, Cáceres, Santiago, Marruecos y Ourense. Ahora reside en O Cebreiro entre peregrinos y parroquianos, en un caldo de cultivo que contiene la esencia de la orden en la que profesó sus votos hace 34 años. El teatro fue la clave para ese permanente estado de sencillez.

De niño cruzó el Sil y abandonó el lugar de nacimiento para ir a estudiar a los Escolapios en Monforte, y posteriormente comenzó delineación en Salamanca. Un curso, a través de una obra teatral, conoció la vida de San Francisco de Asís y quedó impresionado. «Fui a hacer una experiencia con los franciscanos a Ponteareas y me resultó tan satisfactoria que ya no me marché».

Recuperar una tradición

Hizo el postulantado en Ponteareas y el noviciado en Guadalupe (Cáceres). Ya como fraile estuvo destinado ocho años en Santiago, nueve en Marruecos, los mismos que en Ourense y en Ponteareas de nuevo. En octubre del 2010 llegó, con otros dos franciscanos, a O Cebreiro. Tras jubilarse el párroco, el obispado le encargó a la esta orden religiosa que se hiciese cargo del santuario y de otras 12 parroquias de la zona de Pedrafita, y él se presentó voluntario.

Matiza que hasta la Desamortización O Cebreiro siempre había estado atendido por frailes, que tienen la ventaja de que residen allí todo el tiempo.

Conocía su actual destino por haber hecho el Camino, pero nunca había estado en contacto con los peregrinos como ahora. Tras este año y pico de experiencia está convencido de que le ayudaron más los peregrinos a él que al revés». Le resulta difícil quedarse con las caras, pero recuerda lo que le cuentan. Conoce a gente de todo el mundo y alguna le causa especial impresión, como un coreano que le relató el cambio que experimentaba haciendo el Camino, o un matrimonio que llegó a la conclusión de que sus problemas eran por no hablar. Hay cosas que lo desconciertan. «No sé por qué pero los peregrinos suelen llorar mucho cuando llegan aquí y a veces me contagian y también lo hago yo».

José Quintela Arias

53 años

La explanada de la iglesia, que estos días ofrece una estampa medieval