Una pasión por los excesos y el lujo que le gustaba compartir

d.c. lugo / la voz

LUGO

El abogado madrileño Ignacio Peláez visitó al empresario en Bonxe

29 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Los agentes que llevaban meses efectuando un seguimiento de las actividades de Jorge Dorribo no tuvieron ninguna duda a la hora de bautizar la operación. Campeón fue el nombre elegido porque creían que reflejaba a la perfección los pasos que iba dando un empresario que se hizo a sí mismo. El industrial y mecenas sacó partido a lo que aprendió de los de arriba, con los que se codeó sin reparos, incluidos cargos públicos influyentes y se dejó seducir por el lujo y la buena vida. No en vano en su flota se contabilizan hasta 60 vehículos, desde seis Porsche, otros tantos Maserati, un Aston Martín, un Ferrari, un Bentley, un Hummer, dos barcos -uno de ellos llamaba más la atención en el puerto deportivo que el del dueño de Inditex- y casas de lujo, viajes de ensueño, con cacerías en África y un jet privado, que decía que era suyo, pero que parece ser que alquilaba a una empresa que ofreció sus servicios por horas a otros empresarios lucenses a través de una promoción selectiva.

El empresario, que es el único encarcelado de los detenidos por ahora en la operación, fue visitado ayer en Bonxe por el abogado madrileño Ignacio Peláez. Contrató los servicios del ex fiscal de la Audiencia Nacional y del letrado que consiguió la suspensión de Garzón y la libertad de Los Albertos. Su objetivo prioritario en estos momentos es que lo saque de prisión.

Dorribo, hiperactivo y temperamental en el ámbito privado y en los negocios, compartió su afición por la buena vida con algunos de sus amigos de siempre y con los que se le fueron arrimando a lo largo de los años, unos deslumbrados por el poderío que desplegaba el empresario y otros porque confiaban en hacer negocio. Ahora muchos de ellos reniegan de él. Les prestó sus coches, los invitó a sus famosas fiestas, los paseó por varios continentes y les presentó a sus amigos influyentes, jeques árabes y dictadores africanos, entre ellos, formando una gran cadena.

Viajes en avión

Dorribo cargó «su» jet con sus vecinos de la urbanización de Santa Mariña, donde tiene un chalé, ahora a la venta, con piscina climatizada y capilla y los llevó a París, a celebrar uno de sus cumpleaños. También organizó otra excursión hace ahora tres veranos a una localidad turística del Mediterráneo, donde congregó a un nutrido grupo de empresarios-amigos, para los que cerró varias plantas de un hotel de lujo y los trató a cuerpo de rey.

En el avión privado se llevó a un grupo a comer una paella a Valencia, viaje de ida y vuelta en el mismo día. Alguno de los que fueron confesó en su momento que no podía negarse a acudir a la cita para no ofender al empresario, al que no le gustaba que le dieran un no por respuesta.

Los rallies también le sirvieron a Dorribo para ampliar su listín de contactos y el número de personas dispuestas a seguirlo por los circuitos. Alguno de ellos ambicionaba en esos momentos poder subirse al helicóptero en el que se desplazaba el empresario con sus incondicionales para presenciar las carreras de tramo en tramo desde la vista aérea privilegiada.

El chalé de Santa Marina, con casa para invitados, sirvió de escenario para fiestas multitudinarias, entre ellas para la comunión de la pequeña de la familia. La ceremonia fue en la capilla privada.

Había escenarios para otras fiestas, no tan familiares y uno de ellos era el restaurante Tempo, que durante unos meses contó con un comedor exclusivo, reservado para una treintena de socios, entre los que estaba Dorribo. A su inauguración acudieron políticos, empresarios y conocidos en el mundo del deporte, como el ex portero del Depor, Songoo, el piloto Beni Fernández y el exjugador del Breogán, Gomis.

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