Pocas veces como ayer cobró tanto sentido literal la expresión «el espectáculo del fútbol sala llega a Lugo». Regresó, con la primera jornada de la División de Honor, y lo hizo a lo grande. Con un partido de altos vuelos, entre dos rivales que salieron a por todas. Por un lado, uno que quería ganar: el Azkar. En el otro, uno que no quería perder: el Cartagena. Dirimieron un rifirrafe que no dio tregua, ni un solo respiro, a los espectadores presentes.
Los reencuentros, y como tal, el inicio de una temporada, suelen dejar momentos gozosos. O al menos, la expectativa de encontrarlos. Comprobar cómo se desenvuelven los nuevos, la evolución de las caras conocidas. Los asistentes ayer al Pabellón Municipal pudieron despejar esas incógnitas y salir satisfechos del primer partido del temporada de un Azkar que invita al optimismo. Se pudieron llevar la sensación general de las ganas de agradar que mostraron sus jugadores. Con la férrea voluntad de no esconder ni un solo gramo de energía.
El primero en sorprender fue Bruno García, colocando en el cinco inicial a Guerra, subido esta temporada desde el filial. Y no desentonó el andaluz. Pero las mejores noticias llegaron de la mano de un refuerzo, Genaro, y de un jugador que puede considerarse de igual modo, Renatinho. Sobre todo en la primera mitad. Ambos pusieron de relieve que comparten una característica: cuando golpean el balón, mejor no ponerse delante.
Así, con un trallazo, Renatinho resolvió la pena máxima que supuso el gol inicial pronista. Un disparo de tal potencia que, como en las películas de dibujos animados, si Molina se hubiera interpuesto en la trayectoria del balón, habría entrado con él a la portería. El 2-0, conseguido a continuación por quien más lo buscó en el tiempo inicial, el referido Genaro (de tacón delante del portero), hacía presagiar un duelo más plácido de lo que al final se vio.
Aunque el dominio pronista en el arranque no dejaba lugar a dudas, la combatividad del Cartagena se iba a encargar de que los lucenses no pudieran tomarse ni una sola confianza, ni un solo respiro. Eso sí, conseguiría aumentar sus ganas de ganar.
Sin rendirse
El Cartagena nunca se rindió e inquietaría hasta el final. Lo confirmó en la primera acción de la segunda parte, una espectacular combinación entre todos sus hombres que pondría el 2-1. Pero los locales salieron respondones, y a cada picotazo visitante, contestaron con una contundencia aún mayor. Con goles de todas las facturas, y sobre todo, con la férrea voluntad de llevar siempre la iniciativa. Ya podían ir con uno, dos o tres goles de diferencia, que querían más y más...
Del 2-1, se pasó al 3-1 sin que mediase un minuto. Del 3-2 al 4-2, en tan sólo 4. Y del 4-3 al 6-3 apenas pasaron 120 segundos. Al contragolpe, como el que culminó Miguel a pase de Mimi; con un zapatazo a la escuadra desde 15 metros, como el que regaló Matamoros a la hinchada; el sutil toque de Genaro en el área... Y alguno más que pudo llegar, por los dos bandos. Pero en el caso pronista, ahí estaba Mendiola para detenerlo. Y si no, el árbitro, cuando en el último suspiro Miguel marcó el séptimo, que no subió al marcador.