Las bacanales de los césares romanos son agua pasada. Los vinos de Amandi han dejado atrás el terreno resbaladizo de la mitología y andan a la procura de mercados poco trillados por la competencia. Primero les dio por coquetear con algunos países europeos, a cuenta de la arraigada morriña gastronómica del emigrante galaico. Luego se atrevieron, también tímidamente, con los distribuidores estadounidenses, siempre ávidos de novedades aunque sea en miniatura. Pero nadie hasta ahora se había decidido a ir tan lejos como la bodega Guímaro, que tiene preparado el primer lote etiquetado en la denominación de origen Ribeira Sacra con destino a China. Guímaro, una bodega familiar de Santa Cruz de Brosmos, que actualmente alcanza una producción de 50.000 litros anuales, se animó a dar el paso al mercado internacional hace tres años, de la mano de unas importadoras de Estados Unidos. «Estaban alojadas en la Casa Grande de Rosende y nos llamaron para probar el vino. Les gustó e incluso nos hicimos amigos. Desde entonces todos los años mandamos una partida de mencía para Seattle», explica Pedo Rodríguez, heredero de esta estirpe de vinicultores. Una de aquellas importadoras estadounidenses repetiría su visita a la Ribeira Sacra, esta vez acompañada de su familia, después de quedar enganchada por la espectacularidad del paisaje del Cañón del Sil. Pedro Pérez vislumbró entonces que la viticultura heroica tenía gancho suficiente para no tener limitar el horizonte de las ventas a los restaurantes de A Coruña o Vigo.