José Luis Díaz-Varela: «De la vida espero ahora poder disfrutar de cada momento»

Carlos Cortés
carlos cortés MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

CARLOS CORTÉS

Nacido en Monforte, es el creador de una de las principales empresas químicas y farmacéuticas

12 sep 2022 . Actualizado a las 20:18 h.

José Luis Díaz-Varela es el fundador del grupo Indukern, una de las principales empresas químicas y farmacéuticas españolas. Nació en Monforte en 1937, creció en A Coruña y se crío como empresario en la Venezuela de los años cincuenta. En aquel «país de oportunidades», su vida se cruzó con la de Heinz Kern, un austríaco que había hecho fortuna en el negocio de la distribución de productos químicos para la industria. Hace mucho tiempo que la familia Kern no participa en el accionariado de las empresas fundadas por José Luis Díaz-Varela, pero su apellido sigue ahí, a modo de reconocimiento simbólico. A sus 81 años e instalado en Cataluña -donde está el grueso de la actividad de sus empresas-, conserva la presidencia del grupo, aunque el día a día es ya fundamentalmente cosa de otros. Eso le permite aprovechar su tiempo de una manera que antes le resultaba imposible. Por eso ha montado una bodega en el Ampurdán. Y por eso le gustaría abrir otra en la Ribeira Sacra. Pero eso, por ahora, solo es una idea. La entrevista se realiza en Monforte [a principios de junio del 2018], después de una comida en la que José Luis Díaz-Varela compartió mesa con algunos familiares que viven en esta localidad y con el alcalde José Tomé.

-Usted nació en Monforte, pero creció en A Coruña. ¿Su nacimiento en Monforte fue circustancial?

-Precisamente ahora vengo de una reunión en la que he conocido familiares míos Díaz-Varela que me han entregado un árbol genealógico nuestro. Y parece que datamos del siglo XIII y que el apellido Díaz-Varela se empieza a hacer real en el XV. Nuestras raíces están entre Monforte y Rosende, en Sober.

-Vaya, pues no parece que su nacimiento aquí fuese por accidente.

-[Risas]. No, no, no. Los Díaz-Varela y los Somoza, el apellido de mi familia materna, tienen raíces en esta zona desde muchas generaciones atrás.

-En todo caso, es cierto que se crió en A Coruña.

-Acabé el bachillerato y el preuniversitario en A Coruña y en 1955 a mi padre le surgió una oportunidad en Venezuela, se fue para allí y al poco tiempo la familia lo seguimos.

-Emigró a los 18 años, Para muchos eso puede ser algo parecido a un trauma.

-En mi caso fue una alegría. Para las personas inquietas el cambio siempre es una oportunidad. En España en aquellos años o ganabas una oposición o sabe Dios cuándo conseguirías un empleo. Por lo que se oía aquí, Venezuela era un país de oportunidades.

-¿Y como resultó una vez allí?

-Una maravilla, una experiencia irrepetible. Hay que tener en cuenta que todo mi mundo era Monforte y A Coruña. Había estado en Ourense y en algún sitio más... pero aquello era cruzar el océano. Allí tuve la suerte de conseguir los trabajos que deseaba, el último de ellos con el señor Kern. Venezuela fue mi universidad.

-¿Cuánto de su éxito empresarial se lo debe a Heinz Kern?

-Mucho, porque confió en un chico de 24 años y puso capital y empeño en mí. Todavía conservo la relación con su familia.

Tanta fue la confianza que Heinz Kern depositó en él que no solo lo nombró subdirector de la empresa, sino que además le hizo caso cuando José Luis Díaz-Varela le propuso «hacer algo» en España. En 1962 nacía en Barcelona la empresa Indukern S.A. y a principios de los setenta, Díaz-Varela se convertía en su único propietario.

-¿Por qué eligió Barcelona?

-Yo en A Coruña vivía en la calle Alfredo Vicenti y desde el comedor veía la playa de Riazor. Esa imagen es memoria vívida para mí, parte de mi vida. Nosotros nos educamos en Riazor nadando desde que teníamos seis o siete años. Pero la elección de Barcelona no la hicimos solo por el mar, claro. Era la ciudad más industrial de España. Madrid todavía no lo era. Bilbao sí, pero en Barcelona había más diversidad industrial.

-Barcelona significó una responsabilidad mayor. Podía haber salido mal.

-Ese es un riesgo que corremos todos los que empezamos algo.

-Desde entonces, su empresa se ha transformado en algo mucho más grande. ¿El crecimiento fue siempre mantenido?

-En 55 años de actividad siempre hay baches. Es imposible que no los haya, al menos para una empresa que trabaja con capital propio y no recurre a la bolsa para financiarse. Nosotros no hemos crecido más por falta de capital. Tú producías, tú ganabas dinero. El primer año entero de actividad ya ganamos dinero, tuvimos esa suerte. Y con eso crecíamos. En 25 o 30 años no hubo reparto de dividendos. Yo no lo exigía. Vivía de mi sueldo. Y vivía muy bien, no se crea. Pagaba mis cosas con mi sueldo, no necesitaba lujos.

-¿Algún altibajo especialmente complicado?

-Sí. En el 1992 habíamos empezado una serie de negocios paralelos en actividades distintas a la nuestra, con cinco o seis empresas que no tenían nada que ver con la química ni la farmacia, y todas fueron como un tiro durante tres o cuatro años. Pero en 1992 llegó una crisis y tuve que disponer de todos mis ahorros para pagar las deudas. Eso sí, no dejé a nadie sin pagar y salimos adelante. Tuvimos que aceptar que nos habíamos equivocado. No pensábamos que despues de las Olimpiadas y de lo de Sevilla iba a pasar aquello. Eran actividades nuevas que hubiesen necesitado más tiempo para asentarse. Teníamos por ejemplo una empresa de electrónica para la que a partir de 1989 las ventas fueron muy bien. Hasta 1992, que ya no se vendía ni un televisor. Pero el negocio básico siguió yendo bien.

-Cuál es su papel actual en la empresa.

-Soy el presidente, pero no vivo el día a día. Solo intervengo en las cosas puntuales. Sigo teniendo el control de la empresa, pero la llevan los directores generales, tres de ellos hijos míos

-Hay a quien le cuesta mucho delegar.

-A mí no. Empecé a delegar hace quince años. Y ningún problema. Yo creo que fue porque soy vago [risas], que es algo de lo que me he dado cuenta ahora, y como antes había trabajado tanto, me fue fácil. Además, delegar si te va mal es un infierno, pero si te va bien es fenomenal. Y yo tuve la suerte de que no me fue mal.

-Qué es lo que hay que sacrificar en una carrera como la suya?

-El mayor sacrificio de todos es la pérdida de contacto familiar. Acabas dándole poca poca atención a tu familia. La exigencia para cualquier profesión de negocios es muy alta, pide dedicación total. Si la tienes solo de nueve a cinco, malament. Hay que tener ganas de viajar sábados y domingos y dedicarle el 70% de tu tiempo al trabajo.

-¿Qué espera de la vida a partir de ahora?

-Disfrutar de todos los momentos. Por ejemplo, del que espero vivir esta noche, que voy a ver en A Coruña a un amigo mío de la infancia y vamos a comer una tortilla juntos. Quiero disfrutar al máximo de estas cosas.

-Y de ver ganar al Barça.

-Ah, eso es casi orgásmico.

«Emigré a Venezuela cuanto tenía 18 años, aquel país fue

mi universidad»