Rodrigo Quian Quiroga, neurocientífico: «Científicamente veo posible leer la mente, pero no me gustaría hacerlo»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Rodrigo Quian Quiroga es el neurocientífico que descubrió las neuronas de concepto, también llamadas neuronas de Jennifer Aniston.
Rodrigo Quian Quiroga es el neurocientífico que descubrió las neuronas de concepto, también llamadas neuronas de Jennifer Aniston.

El reconocido experto, que descubrió las llamadas «neuronas de Jennifer Aniston», explica que el olvido es la característica fundamental de la memoria humana y es lo que nos permite pensar de manera abstracta

11 ene 2024 . Actualizado a las 19:12 h.

El físico y neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga ostenta numerosos títulos. Es profesor en el Instituto de Investigación del Hospital del Mar en Barcelona, ha sido director del Centro de Neurociencias de Sistemas y Jefe de Bioingeniería en la Universidad de Leicester, en el Reino Unido, y ha recibido varios premios científicos. Pero los mayores reconocimientos de su carrera llegaron gracias a su descubrimiento de las neuronas de concepto, conocidas como las «neuronas de Jennifer Aniston». Estas juegan un papel clave en la memoria y, hasta donde se ha podido confirmar, no están presentes en ninguna otra especie, sino que parecen ser una característica única del cerebro humano.

En su nuevo libro, Cosas que nunca creeríais. De la ciencia ficción a la neurociencia (Debate, 2024), el experto traza un recorrido a lo largo de las películas más importantes de ese género, explorando las grandes preguntas de la neurociencia, desde la consciencia humana hasta la inteligencia artificial, pasando por la posibilidad de llegar a leer mentes.

—¿Cómo llegó a descubrir las neuronas de Jennifer Aniston, o neuronas de concepto?

—Hay pacientes que tienen epilepsia refractaria, o sea que ya no se puede tratar con medicación. Si se puede identificar de dónde viene el foco epiléptico y si esa área no es clave para el funcionamiento de la persona, se puede pensar en resectar el área quirúrgicamente y curar al paciente. Para esto, previamente, en muchos casos se introducen electrodos en el cerebro para registrar de dónde vienen las crisis. El objetivo es realizar una prognosis de la operación quirúrgica. Lo que nosotros hacemos es, ya que el paciente tiene esos electrodos, utilizarlos también para registrar neuronas dentro del cerebro y observar su actividad. El experimento es muy sencillo. Simplemente les pongo un portátil a los pacientes y les muestro fotos. Cuando empecé a hacer eso, encontré neuronas que respondían a fotos de Jennifer Aniston, cualquier imagen de ella. Si le mostraba al paciente otras actrices o conceptos, esas neuronas no respondían. A partir de allí empecé a jugar con otros estímulos. Entonces vi que respondían también al escuchar o leer el nombre de esa persona. Este es un estímulo distinto, porque es auditivo. Así que queda claro que esas neuronas responden a conceptos, en contraposición con estímulos visuales o auditivos. No responden a una foto específica de la persona, sino a ella.

—¿Qué particularidad tienen estas neuronas?

—Lo interesante es que nunca nadie encontró estas neuronas en un animal. Se han hecho estudios en roedores y en monos y nunca encontraron neuronas que respondan de esta manera a conceptos o personas específicas. Lo que concluyo es que estas neuronas son la base de nuestro pensamiento, que es mucho más abstracto y elaborado que el de otras especies. Esa es la gran diferencia. Nosotros generamos recuerdos en base al significado que le damos a las sensaciones que percibimos y no en base a las sensaciones en sí mismas. Mi recuerdo no está dado por el estímulo visual, sino por el significado que le atribuyo.

—¿Qué repercusiones tiene este descubrimiento?

—Básicamente, nos dice que el modelo de memoria que aplica a humanos es muy distinto al que extrapolamos de ratones o monos. No recordamos en términos de estímulos, sino de conceptos. Cuando recuerdes esta conversación dentro de un mes, probablemente no recuerdes si yo estaba afeitado o no, ni el color de mi ropa. Te acordarás de los conceptos que te resulten interesantes y tu memoria la formarás asociando esos conceptos con otros. Ese es el esqueleto de la memoria humana, que es la base de nuestro pensamiento, porque evocamos recuerdos para pensar. Mi teoría es que la codificación de esta memoria es una de las bases de la inteligencia humana y es, en parte, lo que explica por qué nuestra inteligencia es muy distinta de lo que se ve en otras especies. Como mi sistema de memoria funciona a un nivel tan abstracto, es mucho más fácil hacer tareas cognitivas más elevadas, como asociaciones o generalizaciones, porque estoy pensando no en cosas específicas ni en detalles, sino en conceptos. Esto se llama metacognición. Es una herramienta más compleja que pensar en términos de detalles.

—¿Cuál es el rol del olvido en el pensamiento y en la memoria?

—Una característica fundamental de la memoria humana es la cantidad de cosas que olvidamos. Hablo de la capacidad de extraer información importante y dejar de lado el resto. Nuestro cerebro se ha desarrollado para poder enfocarse en una información crucial y tirar a la basura todo el resto. Lo que hacemos es darle significado a la información que recibimos, enfocarnos en ese significado, dejando de lado los estímulos de los sentidos, y construir pensamientos en base a los significados. Al dejar de lado los detalles, los estás olvidando. Si te enfocas en el color de mi camisa, eso va a estar en conflicto con el pensamiento elaborado y no vas a retener la información de la que hablamos.

—¿Hay alguna forma de indicarle al cerebro que algo tiene importancia para que lo recuerde?

—En general, no le podemos indicar al cerebro qué tiene importancia. Si ves pasar por la ventana a tu hermano o a tu pareja, vas a reconocer a esa persona y no hay manera de evitarlo. Vas a formar un recuerdo, es intuitivo. Pero si ves pasar a otra persona que no conoces, no vas a formar un recuerdo. Solemos tener respuestas a personas o cosas que son importantes para nosotros y es en base a esas cosas importantes que se forma la memoria.

—Es decir que la formación de recuerdos es un proceso emocional...

—No necesariamente. Supongamos que hay un vecino en la oficina de al lado a quien no conozco, no lo aprecio ni lo odio, porque no tengo contacto con él. Pero lo veo pasar tantas veces que, si un día voy a la playa y está allí, lo voy a reconocer. Esa persona tiene relevancia porque es familiar para mí, por más que no haya un componente emocional. Por otro lado, la emoción refuerza aún más esa memoria. Entonces, tendemos a recordar cosas emocionalmente fuertes, sea para bien o para mal.

—¿Se están desarrollando técnicas para mejorar la memoria humana?

—En primer lugar, creo que en general la sociedad le da demasiada importancia a la memoria. Si yo empiezo a citar poemas de Borges o a filósofos griegos, vas a pensar que soy inteligente, pero en realidad, solo soy memorioso. La inteligencia es otra cosa. A mí no me da miedo olvidar. Me olvido de un montón de cosas, incluso demasiado, pero es porque tengo la capacidad de elaborar pensamientos.

—También tenemos falsos recuerdos. ¿No debería preocuparnos?

—Los falsos recuerdos son una consecuencia de la capacidad de olvido que tenemos. Si recuerdas literalmente todo sobre esta conversación, incluso cómo estoy vestido, probablemente tengas menos recuerdos falsos de ella que alguien que retiene solo la información relevante y a quien esa información le dispara la creatividad. A esa persona, el recuerdo de esta entrevista le puede generar una idea nueva. Pero si estás pensando en cómo estoy vestido, en lo que está pasando a cada instante, eso te quita cierta capacidad de abstraer un concepto y asociarlo con otras cosas.

—¿Qué podemos hacer para cuidar o proteger la memoria a lo largo de la vida?

—Yo no le doy mucha importancia a tratar de tener más memoria, salvo en casos patológicos como el alzhéimer. Pero hay un método para generar recuerdos y consiste en crear asociaciones. Si asocio algo que me dices con otra cosa que ya conozco, estoy afianzando el recuerdo de lo que me dijiste. En cuanto generamos asociaciones, reforzamos ese concepto y aunque después no nos acordemos del concepto en sí mismo, recordamos alguno que tenemos asociado a él y a partir de ahí volvemos a él. Ya no son conceptos separados, sino que los empiezas a hilar unos con otros, les pones un contexto, ya no está aislado, le puedes dar más profundidad. El problema es que el sistema educativo nos enseña a memorizar. Sería importante tomarse más tiempo para poder contextualizar y buscar asociaciones. Eso afianza mucho más los conocimientos que aprender hechos aislados. Es como crear varios caminos para llegar después a esos recuerdos.

—En el libro explica que la inteligencia artificial no llega a «pensar» en los mismos términos que un cerebro humano. ¿Por qué no?

—No digo que nunca vaya a ocurrir, en ciencia nunca se dice nunca. Pero hasta ahora, la tecnología está muy lejos de la inteligencia humana. Hay un aspecto en el que la inteligencia artificial todavía está en pañales y es que no es capaz de replicar la inteligencia general humana, que es la capacidad de aprender algo en un contexto y aplicarlo en otro totalmente distinto. Por ejemplo, jugar al ajedrez te ayuda a ser científico, porque te enseña a pensar de determinada manera. Pero una computadora que juega al ajedrez mejor que cualquier ser humano no puede utilizar esas habilidades para hacer ciencia. No sabe transferir el conocimiento de un área a otra y eso es lo que los humanos hacemos todo el tiempo. Así es como desarrollamos lo que se llama sentido común, que está basado en las experiencias y transfiere conocimientos que tenemos a situaciones nuevas. Si la inteligencia humana es muy superior, es porque puede transferir conocimiento de esa manera. La inteligencia artificial está limitada, a día de hoy, a tareas específicas, no resuelve tareas para las que no fue entrenada.

—¿Podremos llegar a leer la mente de alguien gracias a la tecnología?

—Depende de cómo definas leer la mente. Si es una definición muy limitada, sí, y ya lo hicimos nosotros. Si yo registro neuronas que responden a cosas distintas y le pido al paciente que piense en una de esas cosas, puedo predecir en qué está pensando, porque estoy viendo su actividad neuronal. Si se disparan las neuronas de Halle Berry, puedo predecir que está pensando en ella. Es muy limitado, pero es una prueba de que es posible. De todos modos, a mí no me interesa leer el pensamiento de una persona. Solo sirve como evidencia para validar la idea de que una neurona está ligada con un pensamiento. Científicamente, lo veo posible, aunque no me gustaría hacerlo, por respeto a la privacidad del paciente.

—¿Somos nuestras neuronas, las controlamos o ellas nos controlan a nosotros?

—La filósofa Patricia Churchland dice que diferenciar la mente de la actividad de las neuronas es como pensar que la electricidad es algo distinto del movimiento de electrones. El movimiento de electrones no genera electricidad; es, por definición, electricidad. Es el mismo fenómeno analizado a distintas escalas. El pensamiento es la actividad de las neuronas. La identidad no es algo etéreo, el concepto que yo tengo de mí mismo es construido por mi cerebro, entonces, la identidad es, también, actividad de neuronas.

—Ha dicho en otras ocasiones que no usa teléfono móvil. ¿Por qué no?

—Yo no tengo nada contra el uso del móvil. Lo que me pasa es que necesito escaparme de todo para trabajar, sentarme a pensar y abstraerme. Y hasta una llamada por teléfono me molesta, porque me distrae. El móvil te da demasiadas distracciones. No es tan trivial, porque muchas veces esto ocurre en los momentos en los que más creativo podrías ser. Probablemente, si estás aburrido, te pongas a ver tus chats o tus emails. Es demasiado adictivo y requiere atención constante. Si nos llega información todo el tiempo y pasamos de una cosa a la otra constantemente, hay un riesgo de que nunca podamos concentrarnos en profundidad en algo específico.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.