Qué es la deshidratación y por qué puede provocar la muerte

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

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Se define como deshidratación al cuadro clínico originado por la excesiva pérdida de agua y electrolitos, que puede provocar un compromiso a nivel circulatorio, renal, neurológico o pulmonar. El cuerpo no tiene suficiente agua y otros fluidos para llevar a cabo sus funciones normales. La causa más frecuente —sobre todo en niños— suele ser una gastroenteritis aguda, si bien existen sectores de la población, como las personas mayores, en las que es más posible que se sufra deshidratación. A medida que envejecemos nuestro cuerpo pierde capacidad para regular la temperatura interna. Pero no es la única circunstancia a tener en cuenta. 

El agua es la materia prima de los humanos, representa aproximadamente el 60 % de nuestro peso y resulta esencial para mantener el equilibrio del organismo. Eso sí, tan fácil es aportarla, como perderla. Según el Instituto de Investigación de Agua y Salud, cada día nos deshacemos de unos 2,5 litros a través del sudor, la orina, la respiración y las heces. De ahí, que haya que renovarla continuamente. Además, es un nutriente más. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y el Instituto de Medicina de los Estados Unidos la incluyen entre las recomendaciones de ingesta adecuadas de macro y micronutrientes. «Los nutrientes son aquellos componentes presentes en los alimentos que se metabolizan para dar energía, o bien, para ser cofactores de ello, como ocurre con las vitaminas y los minerales. Si bien el agua no aporta calorías, sí es el medio en el que tiene lugar todas esas reaccionas químicas», indica Ángel Gil, presidente de la Fundación Iberoamericana de Nutrición. 

Por qué se produce la deshidratación y cuáles son sus síntomas

Cuando el organismo llega a la deshidratación, existe un balance de líquidos negativo, por el cual se pierde más agua de la que se ingiere: «Cuando esto sucede, se obstaculiza la llegada de nutrientes a distintas partes de nuestro organismo, dificultando su funcionamiento. Durante el verano, por el calor y por la regulación de la temperatura mediante la sudoración, las pérdidas de agua que conocemos como insensibles aumentan y se eleva el riesgo de desbalance», detalla a La Voz de la Salud el doctor David Barajas, coordinador del grupo de Trabajo de Metabolismo del Agua de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

Según la guía de la hidratación del Instituto de Investigación Agua y Salud, si pasamos un tiempo prolongado sin beber agua, nuestro cuerpo puede llegar a perder hasta el 10 % de su peso en forma de agua. Una deshidratación superior a este porcentaje hace que la temperatura del cuerpo aumente rápidamente y requiera asistencia médica para poder recuperarse. 

Los síntomas y signos de deshidratación pueden variar según la edad. En los adultos, suele presentarse una sed excesiva, una micción menos frecuente, orina de color oscuro, fatiga, mareos y confusión. En los lactantes o niños pequeños, boca y lengua seca, llanto sin lágrimas, ojos y mejillas hundidos, zona blanda en la parte superior de la cabeza hundida, irritabilidad y, en el caso de bebés, no haber mojado los pañales durante tres horas. 

Con todo, no siempre existe un indicador temprano de que nuestro organismo necesita agua. Es decir, muchas personas, sobre todo las personas mayores, no sienten sed hasta que ya se encuentran en un estado de deshidratación. Por eso los profesionales médicos recomiendan aumentar la ingesta de agua en esta época del año o cuando nos enfermamos. 

La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), en su guía de buena práctica clínica en geriatría sobre hidratación y salud, destaca que en las personas mayores, las manifestaciones clínicas por pérdida de líquidos en fases iniciales son bastante inespecíficas, e incluso atípicas. «Se pueden dar en forma de caídas, desorientación, déficit cognitivo o síndrome confusional; y por tanto, poco fiables para su detección», destacan. Además, añaden que un problema que se suelen encontrar es conseguir un balance hídrico adecuado, «ya que tanto la ingesta, como la eliminación de líquidos, con frecuencia se ven comprometidos por múltiples factores que confluyen». 

Niveles de deshidratación y sus consecuencias

Deshidratación leve, entre 1 y 5 % de deshidratación

En este punto, aparece la sensación de sed, lo que de por sí se considera un signo de alerta para beber, malestar, fatiga, debilidad y dolor de cabeza. 

Deshidratación moderada, entre un 6 y un 8 %

Aquí los síntomas comienzan a agravarse. La piel se percibe con sequedad o pérdida de elasticidad, escasa producción de sudor, o por el contrario, sudor frío, poca orina y de color oscuro o sensación de aletargamiento. 

Deshidratación severa, entre un 9 y 11 %

Llegan los espasmos musculares, problemas de equilibrio, confusión mental, así como un aumento de la frecuencia cardíaca y de la temperatura. Tal es la deshidratación, que requiere asistencia médica. 

Fuente: Guía de hidratación del Instituto de Investigación Agua y Salud

Factores de riesgo a la hora de sufrir deshidratación

En realidad, cualquiera puede sufrirla, pero es más peligrosa cuando se da en determinadas personas de riesgo. El primer grupo serían los bebés y los niños, ya que al tener una alta probabilidad de sufrir diarrea y vómitos, también son especialmente vulnerables a la deshidratación. Además, como la superficie corporal de un niño en relación a su peso es mayor que la de un adulto, también pierde una mayor proporción de líquido si sufren quemaduras o fiebre alta.

También en aquellas personas que trabajan o hacen ejercicios al aire libre, sobre todo en días de altas temperaturas. Cuando el aire está húmedo, el sudor no se evapora, pudiendo provocar una mayor temperatura corporal y la necesidad de ingerir más líquido. 

Y por último, tal como se ha mencionado anteriormente, también se encuentran entre la población de riesgo las personas mayores, ya que, a medida que crecemos, la reserva de líquidos de nuestro cuerpo se hace más pequeña, la capacidad de conservar agua se reduce y la sensación de sed se hace menos perceptible. Unos factores de riesgo que se agravan en caso de sufrir enfermedades como diabetes y demencia, o el consumo de algunos fármacos que aumentan la micción. 

Por qué las personas mayores son más propensas a sufrir deshidratación: factores que la explican 

La primera variable a tener en cuenta en las personas mayores, según la SEGG, son los cambios fisiológicos asociados a la edad. «Presentan menor sensación de sed y esta es más tardía que en los adultos, pese a la necesidad constatada de líquidos por el organismo», remarcan. Asimismo, también se da una alteración en los mecanismo de la saciedad. Es decir, una vez que sienten sed, se sacian con menores cantidades de líquido que los adultos. 

Una problemática que se agrava si se tiene en cuenta que los mayores necesitan un aporte extraordinario de agua para poder mantener la función renal, excreción de toxinas y detritus, la hidratación y un equilibrio hidroelectrolítico apropiado. «Se ha comprobado que en los mayores de 70 años, la capacidad renal de filtrado y eliminación se reduce al 50 % respecto a la que presentan los adultos», subrayan desde la SEGG. 

Recomendaciones de la SEGG para prevenir la deshidratación en personas mayores: 

  • La ingesta de agua en mayores se debe efectuar gradualmente a lo largo de todo el día, forzando más en la mañana y tarde, para evitar los despertares y la incontinencia nocturna.
  • En cada comida (desayuno, comida, merienda y cena) se debe tomar un vaso de agua para favorecer la ingesta de sólidos.
  • En los períodos entre comidas, tomar al menos de cuatro a seis vasos de agua fraccionados.
  • Al levantarse por la mañana, el consumo de agua en ayunas puede producir un efecto sobre la movilidad intestinal que evita el estreñimiento, que también puede ser causa y consecuencia de una escasa ingesta de líquidos.
  • Tan solo se restringirá la ingesta de líquidos a aquellas personas que les resulte imprescindible para su subsistencia por las posibles descompensaciones que puedan sufrir algunos problemas de salud como insuficiencia cardíaca severa, edemas severos, insuficiencia renal muy avanzada, etcétera.

Las posibles complicaciones de una deshidratación  

Un cuadro de deshidratación puede derivar en complicaciones graves. Por ejemplo, si esta se da cuando se está realizando actividad física, se puede sufrir una lesión por calor. La gravedad de esta puede variar: desde calambres musculares leves a un golpe de calor que puede poner en riesgo la vida. 

Episodios prolongados también pueden derivar en problemas renales y urinarias e incluso convulsiones. Estas últimas se producen porque los electrolitos —entre los que se encuentran el potasio y el sodio— ayudan a llevar señales eléctricas de una célula a otra. Pero si estos se encuentran desbalanceados, la señal eléctrica puede verse afectada, pudiendo producir contracciones musculares involuntarias e incluso pérdida de conciencia. 

Por último, una de las complicaciones más graves es el choque por volumen sanguíneo bajo —también llamado shock hipovolémico—. Se da cuando el volumen bajo de sangre provoca una disminución en la presión arterial y en la cantidad de oxígeno del cuerpo. 

Prevención 

  • Se debe beber mucho líquido y consumir alimentos ricos en agua, frutas y vegetales. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) recomiendan beber 2 litros de agua al día para las mujeres, y 2,5 a los hombres. Eso sí, siempre que se cumplan condiciones normales de actividad y temperatura. Lo ideal de esta ecuación sería que «un 80 % procediera del líquido que ingerimos, y el porcentaje restante, de la comida».
  • Si se sufren vómitos o diarrea, tomar más agua o una solución de rehidratación oral. 
  • Si el día es muy caluroso o más húmedo, beber más agua para ayudar a reemplazar la que se pierde con la sudoración. 
  • Si se padece algún tipo de patología, como una gripe, bronquitis o una cistitis, los expertos también recomiendan beber más agua. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.