Cuando la depresión es una bola de nieve: «En las épocas de tensión no lo notas, los miedos aparecen cuando bajas el ritmo»
SALUD MENTAL
Una paciente coruñesa de trastorno depresivo cuenta su testimonio y explica cómo se sentía antes del diagnóstico: «No quería salir a la calle»
04 nov 2025 . Actualizado a las 13:14 h.La salud mental sigue siendo —aún cuando no es tabú— uno de los grandes caballos de la población española; más si cabe, de Galicia. La comunidad gallega es la primera, junto con Asturias, en el ránking de regiones con mayor prevalencia de depresión. En concreto, según la última Encuesta Nacional de Salud, el 12,9 % de sus habitantes declararon padecerla en los últimos doce meses. El dato es mayor en las mujeres que en los varones —17,3 % frente al 8 %—.
Diana es una de ellas. Prefiere ocultar su identidad real. Quiere luchar contra el estigma que persigue a la enfermedad pero, al mismo tiempo, cree que dar la cara le perjudicaría. «Quiero recuperar mi vida de antes, tener un trabajo», cuenta. Su caso puede resonar a muchas, pues en parte estuvo justificado en el estrés que suponen los cuidados a terceros.
Cuando echa la vista atrás, reconoce muchas situaciones en las que su malestar emocional se iba gestando. Pasó, en más de una ocasión, por épocas de mala relación con su familia y seres queridos. «Yo empecé teniendo etapas de más ansiedad», recuerda. Un copo de nieve que se convirtió en una bola.
El diagnóstico que recibió hace dos años no fue el primero que le llegó. Lo recibió en varias ocasiones en el pasado. «He tenido años buenísimos en los cuales he sentido una paz mental y fortaleza, y otros en los que he tenido que pedir ayuda», dice. Explica que el bajón siempre le llegaba cuando se podía relajar. «Cuando estás viviendo con mucha tensión, no lo notas. La ansiedad fuerte, los miedos, aparecen cuando bajaba el ritmo». Así, pasó por varias depresiones leves, «con medicaciones muy suaves».
El detonante más reciente de su última episodio de depresión fue la enfermedad de su madre y de su hermano, que se unieron a una falta de apoyo a nivel laboral. Se suma, además, que padece una patología intestinal severa, la cual le obligó a pasar por una colostomía que aún le pasa factura. «Me vi muy sola; me pasaba el día hablando con el médico de uno, con el del otro, yendo de un hospital a otro. Y cuando hablé con mi empresa para pedir los días que me pertenecían, no me los concedieron», rememora.
Síntomas de la depresión
- Estado de ánimo triste la mayor parte del día.
- Anhedonia o marcada disminución del interés o placer en casi todas las actividades.
- Pérdida de peso clínicamente significativa o aumento o disminución en el apetito.
- Insomnio o hipersomnia.
- Agitación o retardo psicomotor.
- Fatiga o pérdida de energía.
- Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados.
- Capacidad disminuida para pensar o concentrarse, o indecisión.
- Pensamientos recurrentes de muerte o ideación suicida.
«Quiero tener mi rutina, un trabajo»
Diana entró en un bucle, en una espiral, que solo le provocaba malestar. Tenía ganas de llorar todo el tiempo, sentía una «tristeza inmensa», sin ganas de nada. Descuidó su aspecto físico, aún cuando ella reconoce que siempre fue muy presumida, y llegaron los miedos. «No quería salir a la calle. Tocaba la puerta y me empezaban las pulsaciones, los latidos y temblaba», lamenta. Los síntomas duraron un par de meses. Fue un compañero quien le animó a pedir ayuda.
Así lo hizo. El médico de cabecera la derivó, de manera inmediata, al psiquiatra y al psicólogo. Además, entró a formar parte de la Asociación Pro Enfermos Mentales (APEM) de A Coruña. Esta paciente no puede hacer más que poner en valor el trabajo de los profesionales, en especial, de su psiquiatra. «Me dijo que estaba mal medicada, que era normal que no remontase, y que yo era una persona muy fuerte». Dicho y hecho. «Fue cambiar la medicación y ser yo de nuevo».
Reconoce que todo lleva un proceso. Hay días en los que está mejor y otros en los que todo le resulta muy complicado, pero aclara que, si hace falta, tiene su «medicación de rescate».
En este salir a flote, el grupo de mujeres con el que comparte terapia en la asociación coruñesa le resultó de mucha ayuda. «Nos apoyamos unas a otras, me siento identificada. Al final, hacemos cosas juntas, vamos a los conciertos o salimos a pasear», celebra.
Entre la terapia psicológica, la nueva medicación y sus amistades, Diana se siente preparada para retomar su vida donde la dejó. Es una conversación que acaba de tener con su psiquiatra. «Quiero tener mi rutina, empezar a trabajar y separarme de quienes me hacen daño», explica. Piensa que ya ha hecho de tripas corazón demasiadas veces.