Más de veinte años de lealtad lo unen a Trump; el millonario presidente de la UFC no olvida la ayuda que le prestó para popularizar sus combates
10 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.A Donald Trump lo acompañaban la noche de su victoria en su mansión de Mar-a-Lago unas cuatro mil personas. Una de ellas era el líder del espacio. Fueron menos las que lo arropaban durante su discurso o a las que el magnate cedió la palabra. Una de las afortunadas fue Dana Frederick White (1969, Manchester, Connecticut), el millonario presidente de la UFC. Viejo conocido y su nuevo mejor amigo. Es él quien lo dice.
«Nadie merece esto más que él, y nadie lo merece más que su familia», afirmó con pasión, porque no se le olvida que a inicios de los 2000, cuando su empresa de artes marciales mixtas —la más popular de Estados Unidos y del mundo— estaba pasando por un momento complicado a nivel reputacional porque era visto como un deporte sangriento, un Donald Trump ya vinculado con los deportes de combate desde la década de los ochenta entró en escena para salvar los muebles. Le ofreció a White su casino de Atlantic City como sede para sus peleas de UFC. Hace unos años lo recordaba: «Nadie nos tomaba en serio entonces, excepto Donald Trump. Nunca diría nada negativo sobre él porque él estaba allí cuando otras personas no estaban». La lealtad.
Claro que luego la relación Trump-White se volvió beneficiosa para ambos. Porque quien comenzó trabajando como botones de un hotel o portero de discoteca terminó amasando una gran fortuna gracias a organizar peleas tan populares como las de Ilia Topuria. Esta se estima en más de 500 millones de dólares. Y el valor de la empresa que capitanea, la UFC, supera los 11.000 millones de dólares; que millón arriba, millón abajo, esa fue la cantidad que se embolsó Elon Musk tras dispararse las acciones de Tesla un 14 % tras la victoria de Trump. Podría comprarla casi sin enterarse, si ahora se obsesionase de repente con la lucha sin reglas. Mucho más tuvo que despeinarse el multimillonario metido a política para hacerse con Twitter.
Dana White pasó de no tener nada a tenerlo todo. Nació en Connecticut, pero se crio en Las Vegas. Lo hizo en una familia desestructurada y marcada por los problemas de adicción al alcohol de su padre, unos orígenes muy diferentes a los acomodados de Trump. No terminó la universidad y entrado en la veintena comenzó a trabajar. Ahí fue cuando se interesó por los deportes de combate, y en 1992 creó su propia empresa para representar a luchadores de artes marciales mixtas. Su suerte comenzó a cambiar cuando se enteró de que Semaphore Entertainment Group, la empresa matriz de UFC, buscaba nuevo propietario. Llamó a un amigo de la infancia, Lorenzo Fertita, que la compró junto a su hermano Frank e hicieron a White presidente del grupo.
El resto es historia. Revolucionó un formato en el que se combinan técnicas de boxeo, Jiu-jitsu brasileño, lucha libre, thai boxing y kárate, entre otros estilos. Las artes marciales mixtas son el deporte más popular en Estados Unidos, y la UFC, una marca conocida en todo el mundo que cuenta con el apoyo de Donald Trump. Asiste con regularidad a combates en primera fila y los comenta después con White. Lo que desconocemos es cuál es el luchador favorito del próximo presidente de Estados Unidos.
Hombre de fuertes principios y carácter cuestionable —la pasada Nochevieja se publicó un vídeo de él pegando a su mujer tras una fuerte discusión—, no iba a abandonar en el sueño presidencial a quien considera su mejor amigo. Durante el discurso de la victoria en Mar-a-Lago —«siempre va hacia delante, nunca se da por vencido, es el hombre más resistente y trabajador que conozco»—, le dedicó todo tipo de elogios, pero no era la primera vez que lo hacía. Lo acompañó en varios mítines en esta campaña, en la que participó activamente.
La lucha sin reglas se verá desde el año que viene en la Casa Blanca. De momento, habrá que esperar a ver de qué manera agradece Donald Trump la lealtad de Dana White. Se rumorea que podría tener un cargo en el próximo gabinete del 47.º presidente de Estados Unidos, aunque haya insistido en que no tiene aspiraciones políticas. Lo que sí puede es movilizar el voto joven masculino, crucial para Trump. «Esto es karma, damas y caballeros», dijo al terminar su discurso de cerca de un minuto. Que no le venga de vuelta.