La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, explicó que la respuesta de Europa a ese reto es el llamado Global Gateway, una iniciativa que pretende movilizar 300.000 millones de euros en inversiones hasta el 2027 a fin de sostener una recuperación mundial duradera. Se trata de «infraestructuras de calidad y sostenibles» en productos que generarán «un auténtico beneficio a las comunidades sobre el terreno», dijo. Como ejemplo, se refirió a los cables de fibra óptica submarinos que unirán Europa con Latinoamérica o a un futuro proyecto de hidrógeno limpio con Egipto, Namibia y Chile.
Diana Martínez
«Aumentan las tensiones en el Este»; «Putin invade Ucrania»; «Moscú bombardea la capital ucraniana»; «Miles de civiles mueren tras un ataque aéreo ruso». Titulares como estos han colmado los informativos y las portadas de los periódicos desde el pasado 24 de febrero, cuando el Kremlin comenzó una guerra a gran escala en su país vecino. Nada comparado a los continuos enfrentamientos que se daban en la región del Dombás desde ocho años antes, cuando Moscú alentó el levantamiento prorruso tras anexionarse la península de Crimea.
La invasión ha formado parte del día a día de las naciones occidentales desde febrero pero, pasados cuatro meses, el interés parece decaer. El espacio que ocupa el conflicto en los medios de comunicación y el debate social internacional es aún muy importante, enorme, en consonancia con la inmensa tragedia humana que significa, pero no aparenta ser la misma conmoción que desencadenaron el asedio a Kiev, los primeros días de éxodo masivo de refugiados o el descubrimiento de las matanzas y torturas de Bucha.
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