La UE empuja a May al segundo referendo

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Zucchi-Enzo | dpa

La «premier» vuelve de vacío tras el portazo de los 27 a las garantías jurídicas que le exige el Parlamento

15 dic 2018 . Actualizado a las 14:02 h.

Feliz Navidad, próspero Año Nuevo y buena suerte. Es lo que los 27 líderes europeos le desearon ayer a la primera ministra británica, Theresa May. La premier vuelve a Londres con los mejores deseos y buena voluntad de sus socios en el bolsillo, pero con las manos vacías. Tras dos días de discusiones, la UE dio el portazo definitivo a sus demandas de «garantías legales» sobre el mecanismo de emergencia del brexit, el cual obligaría a su país a permanecer vinculado a las normativas del mercado único europeo si no encuentran una alternativa a la frontera dura entre las dos Irlandas.

Para maquillar su fracaso, la británica trató de subrayar en una rueda de prensa veloz el carácter «legal» de las aclaraciones políticas de la UE sobre la naturaleza «temporal» de la cláusula. Poco tardó el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, en matizar sus palabras. «La declaración política no se adjuntará al acuerdo porque son instrumentos distintos. Uno es político y otro jurídico», sostuvo horas después de protagonizar un breve encontronazo con May en la sala del Consejo. La premier se encaró con el luxemburgués ante la mirada del resto de líderes. El conservador la asió del brazo para tratar de calmarla y explicarse.

Los nervios y la tensión acumulada en estos casi dos años de negociaciones hicieron que la premier sobredimensionase, supuestamente, unas declaraciones del jefe de la Comisión, quien se refirió a la situación política en Londres como «nebulosa». «Ella pensaba que la estaba criticando. No me refería a ella sino a todo el estado del debate en el Reino Unido porque seguí el debate en el Parlamento británico y no veo hacia dónde va», explicó Juncker, negando que hubiese ánimo de añadir presión sobre los hombros de la tory. Un beso puso el broche a la reconciliación. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, también quiso echar tierra de por medio a los rumores sobre un linchamiento político de la líder británica: «Hemos tratado a May con el mayor respeto. Todos. Apreciamos su esfuerzo. Me da la impresión de que la hemos tratado con muchísima más empatía y respeto de lo que la han tratado algunos diputados británicos», afeó el polaco. 

Sin garantías legales

¿Está dispuesta la UE a ofrecer garantías jurídicas? No si el Parlamento británico no ratifica el acuerdo. Los Veintisiete reiteraron ayer su disponibilidad para aclarar todo lo que haga falta, pero se cerraron en redondo a reescribir lo pactado en el brexit hasta que se vote el acuerdo en Londres. La UE es consciente de que May necesita más tiempo para convencer a un número suficiente de diputados en Westminster, pero no formará parte de su coreografía para lograrlo. Temen que a causa de las peleas internas en el Reino Unido alguna gente intente «jugar sucio».

El margen de maniobra, por tanto, se ha agotado. «No podemos hacer nada más, no podemos renegociar. Se acabó. Suficiente», insistió ayer el primer ministro luxemburgués, Xavier Bettel. Pese a ello, May sigue empeñada en buscar maneras de hacer el acuerdo más digerible en Londres. Tiene hasta el 21 de enero. La UE permanece a la espera, ansiosa porque se vote cuanto antes el acuerdo, que los diputados británicos se retraten y decidan si apoyan o rechazan el brexit. En su defecto, que la premier estudie convocar un segundo referendo, una posibilidad que los Veintisiete quieren precipitar.

«Es una elección del Reino Unido, pero es cierto que algunos puntos de la campaña se basaron en mentiras. Como la de que el dinero para la sanidad volvería de Bruselas a Londres», defendió Bettel antes de acusar a los diputados euroescépticos de propagar esas informaciones falsas. «Un segundo referendo podría ser una oportunidad», apostilló. «Si por mí fuera nunca habría organizado un referendo innecesario como este», abundó el líder croata, Andrej Plenkovic.

Tampoco habrá garantías jurídicas, como reclamó May, para acotar de forma temporal la «solución de emergencia» para la frontera entre las dos Irlandas. Algunas cancillerías creen que, aunque las tuviera, no serviría de nada. Quienes se oponen al brexit o al divorcio negociado por May buscarían otras excusas para seguir bloqueando el acuerdo. La incógnita ahora es saber si el brexit recibirá luz verde. «Las señales que hemos oído no son tranquilizadoras y no garantizan que el Reino Unido esté habilitado para honrar los compromisos adquiridos. No soy optimista. Nada apunta a que la Cámara de los Comunes lo vaya a aprobar», sostuvo ayer el primer ministro belga, Charles Michel.

Un plan francamente arriesgado

Hay que interpretar el lenguaje diplomático: donde Theresa May dijo ayer que había tenido «una robusta conversación» con Jean-Claude Juncker durante la cumbre europea, hay que entender que casi llegan a las manos. Y no es para menos. May lucha por su supervivencia política y Juncker por no tener que volver a hablar de este asunto de nuevo con los 27. Una y otra vez se lo han dicho a May: no habrá cambios en el tratado. Pero lo que sí puede ofrecerle la UE es la especialidad de la casa: una «clarificación» que, no obstante su nombre, añada suficiente ambigüedad a la interpretación del acuerdo como para que pueda significar una cosa y la contraria.

El contencioso más sobresaliente, el llamado «tope irlandés», podría resolverse de esa manera. Este mecanismo requiere que Irlanda del Norte tenga una frontera económica con el resto del Reino Unido para evitar restablecer la frontera entre las dos Irlandas, y los críticos de May temen que se convierta en algo permanente en vez de en un arreglo provisional como está previsto. Una declaración en la que ambas partes se comprometan a aplicar este mecanismo «de buena fe» podría ser suficiente legalmente. Pero otros puntos controvertidos no son tan fáciles de solucionar con declaraciones o adendas: por ejemplo, el papel de árbitro que el acuerdo otorga al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, entre otras cosas porque el propio tribunal, en su papel de árbitro, podría anular cualquier declaración que limite su autoridad.

En algún sentido retorcido, esta intransigencia europea conviene a May, porque fortalece su argumento de que «su brexit» es el único posible. Puede que tenga razón, aunque la verdad es que el acuerdo es terrible para Gran Bretaña. Es normal que no satisfaga a casi nadie. Y esa es la cuestión: la UE ya no cree que May pueda hacer que el Parlamento lo apruebe. Lo que nos lleva a la famosa cuestión del segundo referendo: la UE cree que, si se mantiene firme, los británicos podrían acabar renunciando al brexit por completo. Puesto que, para presionar al Parlamento, May no ha hecho preparativos para el caso de un brexit unilateral y ha asustado a los británicos con esa posibilidad, el segundo referendo, piensan en Bruselas, podría acabar siendo su única salida.

Pero se habla con demasiada ligereza de esa posibilidad, cuando la realidad es que se trata de un camino lleno de obstáculos. Dejando a un lado el dilema ético y democrático de votar de nuevo lo que ya se ha votado, es improbable que May convoque la consulta. Sería necesario, por tanto, que el partido laborista adoptase oficialmente el objetivo de un segundo referendo (algo que no ha hecho todavía), que hubiese unas elecciones y los laboristas las ganasen, convocasen la consulta y la ganasen también, nada de lo cual está garantizado.

Todo esto debería ocurrir antes del 29 de marzo, que es cuando Gran Bretaña tendrá que abandonar la UE, y, aunque el plazo podría extenderse por acuerdo mutuo de la UE y el Reino Unido, la extensión tendría que solicitarla todavía May. A esto hay que añadir el tiempo necesario para aprobar la legislación que conlleva el referendo (la vez anterior llevó siete meses). Si ese es el plan de la UE, es francamente arriesgado.